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Daniel, taxista de Veracruz que no cobra pasaje a personas vulnerables

  • Carlos Caiceros
“En todos estos años yo no me he quedado sin comer, me las he visto negras, negras, pero no me he quedado sin comer"

“Es de corazón”, afirma Daniel Vargas Contreras, taxista de la conurbación Veracruz-Boca del Río que no cobra pasaje a adultos mayores de 70 años, no videntes, minusválidos, niños con discapacidad y médicos en emergencia.

Su iniciativa comenzó con la pandemia y aunque ha recibido críticas por “regalar su trabajo”, el ruletero de 58 años espera seguir trabajando de esta manera.

Sin embargo, a la fecha Daniel no pasa una buena racha. La unidad en la que trabaja se encuentra en el taller y estará 15 días parada. Acostumbrado a vivir detrás del volante, reconoce que le baja el ánimo no poder generar ingresos y ayudar.

Además, como se sabe una persona responsable, es una sensación extraña no brindar el servicio a todos sus clientes.

ALTRUISMO EN LA PANDEMIA 

El hombre aplica la máxima de dar al que menos tiene, pues asegura que, a diferencia de él, otras personas tienen una mayor necesidad que la suya propia.

“Cuando empezó la pandemia, aparte de que no había mucho trabajo, había mucha gente que no contaba con qué andarse moviendo y más porque entre la gente no nos ayudamos, vemos a la gente en sillas de rueda y nadie la quiere levantar. A la gente ciega ni la vemos y a los niños con síndrome a veces parece que son fenómenos”, dice.

Daniel destaca que no solo la pandemia le hizo voltear a ver al más necesitado, sino que un pariente que tiene en el Centro de Rehabilitación Infantil de Veracruz (CRIVER) le pedía ayuda para trasladar a sus pacientes y de ahí se fue familiarizando con las personas que tienen algún padecimiento.

Relata que, aunque en ocasiones su situación económica es difícil, procura siempre traer en buenas condiciones su unidad de servicio para sus clientes especiales, pese a las burlas de quienes considera son malos taxistas.

Ello porque sus compañeros creen que lo hace por llamar la atención, sin embargo, su propia historia familiar lo ha llevado a realizar las acciones que hoy lleva a cabo, pues aunque no tiene parientes con padecimientos, no quisiera que si fuera así, los trataran mal.

Relata que tampoco él desea encontrarse en un futuro en algún tipo de situación como las que viven sus clientes con otros taxistas, de ahí que ya se ha hecho de su cartera de pasajeros e incluso recoge a las personas al momento que ve que otros no quieren trasladarlos.

NUNCA PUDO OBTENER SUS PLACAS

Los más de 20 años que lleva tras el volante están llenos de claroscuros. Aunque disfruta mucho su papel siendo empleado, por años buscó que le pudieran dar unas placas para tener su fuente particular de ingresos, pero no lo logró, aunque su esperanza no muere.

A pesar de eso, se ha encontrado con buenas personas como su actual patrón, con quien lleva 8 años de colaboración e incluso una amistad importante.

“Creo que a veces se regresan las cosas buenas porque esta persona ha sido buena conmigo a pesar de la situación, siempre ha estado tratando siempre de estar de parte de la gente, es una buena persona”, detalla.

Un día normal en la vida del ruletero que conduce la unidad 6418 empieza a las 5 de la mañana y concluye a las 8 o 9 de la noche y aunque pareciera que es mucho para una persona de su edad, el compromiso que tiene con su hijo menor, de 11 años, es parte del impulso para salir a ganarse el pan cada día.

Además, afirma que se siente bien y le gusta su trabajo; también es claro al señalar que cuando esto cambie, seguramente es porque el fin habrá llegado.

Es debido a eso que actualmente se siente deprimido por no poder trabajar, pues su taxi se encuentra en reparaciones y tardará alrededor de tres semanas en quedar nuevamente lista.

Incluso, ha tenido que llamar a otras personas para buscar la oportunidad de que le den trabajo en este tiempo, pues lo poco que lleva sin laborar le ha bajado el ánimo al grado de solo querer dormir y nada más.

“Es que hay que llevar a unos niños del CRIVER y me siento raro que nadie me quiera echa la mano, todos me dicen que sí pero no me dicen cuándo. Decía alguien de un taxi ‘yo no regalo mi trabajo’, pero eso no es regalar.

“En todos estos años yo no me he quedado sin comer, me las he visto negras, negras, pero no me he quedado sin comer y eso es una bendición y ha sido algo bueno para mí y ya no dejaré el taxi yo creo”, dice.


fm