- Estado
Veracruz, donde pierden cuerpos sin identificar y no analizan ADN
Una supuesta entrevista de trabajo hizo que Gemma saliera de su casa en el municipio de Xico, Veracruz, el 3 de mayo de 2011. Horas más tarde, su padre supo que había sido secuestrada. Nunca la volvió a ver. Don Pedro ha encarado varias veces a las autoridades de Veracruz por la indolencia con la que se ha llevado el caso, ha removido la tierra para dar con su hija. No lo ha logrado.
Gemma era administradora de empresas, tenía 27 años y quería estudiar en Canadá. Hablaba cinco idiomas, creció en el municipio de Xico y a veces ayudaba a su papá a empacar café molido, parte del negocio familiar.
Pedro Mávil no descansa en la búsqueda de su hija: pregunta, viaja, gasta, investiga. Hace cinco años, dio con una pista.
“Esa carpeta de investigación se trató de un cuerpo levantado, un cuerpo femenino en calidad de desconocido”.
El cuerpo fue encontrado el 13 de agosto de 2011 en Xalapa, lo resguardó Servicios Periciales.
Se sumó a la larga lista de lo que clasifican como “occisas desconocidas”. Nadie, ningún funcionario, perito o médico forense hizo algo por identificarlo. Su destino fue la fosa común del panteón de Palo Verde. O al menos eso dicen las autoridades.
La muestra que se tomó a ese cuerpo nunca se comparó con las muestras de personas que buscaban a un familiar. Es más, ni siquiera se procesó para obtener información genética.
El cuerpo estuvo en los refrigeradores de la morgue de Xalapa aproximadamente 90 días. En ese lapso, en ese mismo lugar, Don Pedro estuvo varias veces. Sólo un muro los separó.
El año pasado, gracias a la investigación de Pedro Mávil y a la exigencia de una comparación de perfiles genéticos, la muestra fue identificada. Era el cuerpo de Gemma.
“Lamentablemente, en una reunión con el fiscal y el director de Periciales, se nos indicó de que se trataba del cuerpo de mi hija, (la)petición lógica fue que me entregara el cuerpo de mi hija”, explica Pedro Mávil.
En junio de 2016, abrieron la fosa común para hacer la exhumación, pero sólo estaban los cuerpos de dos hombres, el de Gemma no. Un mes después, regresaron a buscar.
“Para ver si pudiera estar a un lado, como lo manifestaba el perito forense”; señala el señor Mávil.
En septiembre hubo un tercer intento, pues los funcionarios responsables insistieron en que ahí lo habían enterrado. Pero Pedro vio cómo se abrió la fosa y quedaron cuerpos al descubierto, ninguno era el de Gemma.
“Se les interrogó y se les dijo: bueno, si es así, porque (en) la secuencia fotográfica aparecen nada más dos féretros al momento de estar por inhumar a la tumba, a la fosa. Eso no tiene nombre, eso es algo horroroso, terrible”.
Hay constancia de que el cuerpo salió de servicios periciales, también hay constancia de que no llegó a la fosa común. Ningún funcionario ha sido investigado por este hecho. Don Pedro sigue buscando.
Minerva Espinosa también es víctima de la violencia y el caos en los servicios forenses de Veracruz. La última vez que vio a su esposo fue el 22 de junio de 2012, en Tlapacoyan.
Cuando Minerva salió del Ministerio Público con la lista de requisitos para levantar el reporte de desaparición sonó su teléfono: era una amenaza de muerte para que no denunciara el secuestro.
“Por salvaguardar la integridad tuvimos que desplazarnos del estado, irnos con lo único que teníamos puesto y con la esperanza de encontrarlo”; señala Minerva Espinosa Ramos, esposa de desaparecido.
Antes de salir de Veracruz denunció en Xalapa. A menos de un mes del secuestro de Guillermo, fueron encontrados dos cuerpos en el municipio de Atzalan.
Según la carpeta de investigación, a ambos se les tomó un fragmento de esternón para obtener el perfil genético, pero el procedimiento nunca se hizo.
Familiares de otro desaparecido reclamaron uno de los cuerpos, sin respetar los protocolos, el Ministerio Público de Atzalan autorizó la entrega. Lo velaron, le lloraron y obtuvieron actas de defunción. Pero a quien despidieron fue a Guillermo.
“Nunca le hicieron la prueba de ADN y se lo entregaron a otras personas. Posterior a la entrega, lo cremaron, cremaron a mi esposo”, afirma Minerva Espinosa Ramos.
Minerva supo que el cuerpo de su esposo fue encontrado gracias a unas fotografías de un periódico local, pero tuvieron que pasar tres años y medio para que las autoridades la escucharan y procesaron el fragmento de esternón que tuvieron almacenado.
Lo confrontaron con las muestras de ADN de los suegros de Minerva. La conclusión: certeza de que exista una relación de parentesco de 99.99 por ciento.
La Unidad Especializada de Combate al Secuestro contactó a la otra familia, recuperó las cenizas y en septiembre de 2016 se las entregó a Minerva.
Ella quiere una última prueba para estar segura, teme que haya otra confusión. Pero hay otro problema.
“Dijeron que no está el fragmento de esternón, que no lo encontraban”. Minerva tendrá que esperar.
Ellas están a un paso de sepultar los cuerpos de sus respectivos hijos. No lo han hecho porque la Fiscalía del Estado les niega las pruebas de ADN. La respuesta de los funcionarios es que no hay reactivos ni dinero para comprarlos.
Jorge Alejandro fue secuestrado el 15 de junio de 2015 en Minatitlán. Su mamá lo encontró un año cuatro meses después, gracias a la detención de uno de los responsables.
“Señala que en esa casa de seguridad metieron a mi hijo y de ahí nunca salió. Yo llevé a la gente que escarbara, y sí, se encontraron dos cuerpos, donde yo identifico uno, que es mi hijo”.
Ella estuvo ahí cuando cavaron debajo de un aro de basquetbol, vio cómo sacaron el cuerpo y lo reconoció de inmediato. No tuvo duda.
El cuerpo fue llevado al Semefo del municipio de Cosoleacaque, ahí lleva cuatro meses.
La semana pasada, los cuerpos fueron llevados a Xalapa para una toma de muestra. El proceso de identificación no lo hará el gobierno de Veracruz, sino una empresa privada que regaló 10 pruebas a familiares de desaparecidos.
“Nos venimos atrás de la camioneta de periciales, que aquí vienen los cuerpos que nosotras encontramos”.
En 20 días tendrá respuesta. Igual que Sandra Cortaza.
Su esposo y su hijo fueron secuestrados el 30 de abril de 2014, pagó el rescate, pero nunca fueron liberados.
El cuerpo de su hijo fue encontrado en Dos Ríos, entre Veracruz y Xalapa. Sabe que no procesaron la prueba de ADN, sabe también que lo enterraron en la fosa común.
“Lo encontraron el 4 de enero de 2015, mi hijo estaba entero cuando lo encontraron. Lo pude identificar, su cara, su color de piel, su cabello, su estatura, es mi hijo”; afirma Sandra Cortaza, esposa y madre de desaparecidos.
“No me lo pueden entregar porque las pruebas del ADN ya me las hicieron, pero no las han procesado porque no hay reactivos”; agrega Sandra.
Sandra Cortaza espera afuera de Servicios Periciales de Xalapa, entre el intenso olor a formol y muerte, a que alguien la ayude a recuperar el cuerpo de su hijo.
“Descubrimos que en periciales hay nada más 266 perfiles de un universo de miles de personas que ya se han tomado muestras. La persona que se toma la muestra piensa que su perfil ya está y se va a confrontar con los hallazgos, eso no está sucediendo, a la fecha no está sucediendo”; asegura Lucía Díaz, del Colectivo Solecito.
Con información de Lucía Hernández
Consulta la nota completa en Noticieros Televisa
[relativa1]
[relativa2]