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Federico el Grande, la dicotomía en un rey artista y guerrero

La siguiente jornada de “Música y literatura” se realizará el miércoles 8 de marzo, con el tema “Una fuga al final de los Preludios”

En la segunda sesión de “Música y literatura” dedicada a la personalidad de Federico II el Grande, rey de Prusia (1712-1786), Guillermo Cuevas Mora y Axel Juárez, responsables de este programa, depositaron un especial acento hacia la curiosa simbiosis –artista y genio militar– que fue propia del destinatario de la Ofrenda musical de Johann Sebastian Bach.

En la charla efectuada en la sala “Carlos Fuentes Lemus” de la Unidad de Servicios Bibliotecarios y de Información (USBI) Xalapa, ambos hicieron un minucioso análisis de la personalidad de este noble con apoyo de material audiovisual y un documental denominado “Federico el Grande y el enigma de Prusia”.

Hijo del soberano de un territorio cercado por las más temibles fuerzas militares europeas de la época, Prusia tenía como vecinos a Francia, Austria, Suecia y Rusia. En permanente conflicto con su padre, debido a las inaceptables exigencias de Federico I, el joven se vio en la necesidad de exiliarse en Inglaterra, de donde fue hecho traer para recluirlo y obligarlo a presenciar la ejecución de Hans Hermann von Katte, su mejor amigo.

Una vez muerto el padre en 1740, Federico no sólo se dio el gusto de transformar su reino en un núcleo cultural de primera importancia; también se definió como un agresivo comandante que de inmediato se lanzó a la conquista de Silesia, territorio considerado “la canasta del pan” en Europa. Terminó por arrebatar el dominio de Silesia a Austria, aunque la campaña que le definió como un formidable talento en el campo de guerra fue su increíble victoria en la batalla de Rossbach, librada contra las fuerzas francesas y alemanas. A pesar de sufrir una humillante derrota en la batalla de Kunersdorf contra los rusos, en agosto de 1759, el imperio prusiano continuó vigente hasta la muerte de Federico el Grande, ocurrida en 1786.

Muchos detalles distinguen al aludido y le diferencian de la nobleza de su época. Compositor, consumado flautista y mecenas de las artes, no se permitía lujos personales; su atuendo era descuidado y hasta raído. La única imagen suya que se interesó en promover fue un cuadro realizado por Anton Graff, que le muestra viejo y cansado a la edad de 68 años. En su imperio se abolió la tortura y se dio una notoria tolerancia religiosa.

Muchos años más tarde y con el advenimiento del Tercer Reich, se rindió culto al talento militar del rey prusiano y los incondicionales de Adolph Hitler se atrevieron a comparar a su líder con Federico el Grande, lo que hizo que en el resto de Europa se le considerase “la semilla malvada” del nazismo. Finalmente, el estado prusiano fue hecho desaparecer al término de la Segunda Guerra Mundial, aunque en la Alemania reunificada la figura de Federico conoció una notoria revaloración.

La jornada concluyó con la proyección del largometraje “Mein Name ist Bach” (Mi nombre es Bach), realizada por Dominique de Rivaz en el año 2003, en que se narra el encuentro de un viejo y casi ciego Johann Sebastian Bach con el rey de Prusia, quien fue sincero admirador del músico alemán.

La siguiente jornada de “Música y literatura” se anuncia para el miércoles 8 de marzo, con repetición el viernes 10, con el tema “Una fuga al final de los Preludios” y consideración al texto de Santiago Miralles Huete.