- Universidades
Rinden homenaje nacional a José Emilio Pacheco
Con el mismo imán que su personaje Carlos ha atraído a jóvenes de los años 80 y a adolescentes que hoy conocen su historia en la novela Las batallas en el desierto, el poeta, ensayista y traductor José Emilio Pacheco (Ciudad de México 1939-2014) sedujo en el que sería su cumpleaños 75 a colegas, amigos, discípulos, familiares y un cúmulo de lectores de varias generaciones que colmaron la sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario de la UNAM para celebrar sus letras profundas, sabias y reveladoras.
Aquí, en la universidad donde estudió derecho y letras y comenzó su ruta literaria en la publicación Medio Siglo y en la redacción de la Revista de la Universidad, convocó con su legado a las instituciones que abrazaron su talento en alguna etapa de su prolífica trayectoria.
Por ello, de manera conjunta la Universidad Nacional Autónoma de México, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), El Colegio Nacional, el Instituto Politécnico Nacional (IPN), la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y El Colegio de México, rindieron un homenaje nacional a José Emilio Pacheco, merecedor de distinciones como el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, el Nacional de PoesíaXavier Villaurrutia y el Nacional de Ciencias y Artes, así como los máximos galardones de las letras en español: el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el Cervantes de Literatura.
De lo sencillo y lo complejo
“En su obra, los lectores pueden encontrar las paradojas de la vida: lo sencillo y lo complejo; lo concreto y lo abstracto; lo evidente y lo oculto; lo cotidiano y lo intemporal; lo pausado y lo explosivo; el diálogo y la reflexión”, destacó un texto del rector José Narro Robles, leído por un locutor.
“Con José Emilio germinaron un hombre sabio, bueno y sencillo; un escritor gigante, agudo y profundo; un intelectual completo y libre”, añadió.
En más textos escuchados en voz off mientras un actor simulaba al poeta tecleando infatigable su máquina de escribir, sus compañeros integrantes de El Colegio Nacional recordaron buena parte de su esfuerzo, concentrado en impedir la desaparición de valores culturales que permiten el diálogo entre generaciones.
“Sus 27 años en El Colegio Nacional representan el incansable trabajo de un escritor dedicado al doble desafío de renovar la imaginación y preservar el conocimiento”, señalaron.
En su participación a distancia, Javier Garcíadiego, presidente de El Colegio de México, comentó que su obra fue, sobre todo, generosa. “Fue tan amplia y homogénea, abarcó todos los géneros: poesía, novela, cuento, ensayo y traducción”.
En tanto, el presidente del Conaculta, Rafael Tovar y de Teresa, recalcó de Pacheco su vida sumergida en la literatura, dedicada al trabajo creativo con ejemplar pasión y honestidad intelectual. “Nos obsequió la erudición de sus horas de lectura, transformadas en hallazgos. Y lo hizo con la naturalidad que hace del vasto conocimiento un asunto vivo. Porque en José Emilio todo conversa”.
Salvador Vega y León, rector de la UAM, indicó que “en el tiempo permanecerá la obra de quien ha sido considerado uno de los escritores mexicanos más completos de su generación, de la llamada generación del medio siglo, por su versatilidad en lo diverso de su literatura”.
Yoloxóchitl Bustamante, directora del IPN, comentó que uno de los legados de Pacheco es poner pasión en cada una de nuestras actividades. “El polifacético José Emilio incursionó en los campos de la crónica, la traducción, el ensayo histórico y literario, así como en el comentario cultural”.
Recuerdos en persona
Para evocar la vida y obra del poeta, un grupo de amigos y colegas se sentaron en línea ante la audiencia para analizar parte de su obra y compartir recuerdos personales.
El escritor uruguayo Hugo Verani rememoró de Pacheco su mirada crítica y su interés por el tema del tiempo, sus alabanzas al mar, la lluvia, los animales y “a todo lo que ilumine la oscuridad del mundo”.
Su colega peruano Julio Ortega resaltó el interés del mexicano por el género epistolar, primero escrito a mano y luego por medio electrónico. “Pedía disculpas por adelantado, era la persona más cortés del mundo”.
De su afán por lo apocalíptico, narró una visita a ciudad Nezahualcóyotl, “que consideraba el monumento de lo moderno, las ruinas antes que edificios”.
En tanto, el poeta colombiano Darío Jaramillo reconoció que la poesía de Pacheco lo marcó con su inagotable lucidez y su capacidad de producir arte. “Su tema es el tiempo, el pesimismo inagotable, la conciencia de la destrucción. Es un nuevo clásico, con apego al contenido”.
El escritor mexicano Rafael Olea Franco evocó sus “Inventarios” y su labor en el ensayo, donde exacerbó el tono juguetón y la aguda ironía, así como una preocupación por la historia, en especial del país.
“Además de erudición e inventiva, la ética cruza toda su obra con sentido directo. Cumple eficientemente con su profesión y tiene una preocupación por los otros en la literatura”, destacó.
El mexicano José Luis Martínez se refirió a los guiones que Pacheco escribió para Cine Verdad, esos cortos cinematográficos que antecedían a las películas.
“No sacrificó en esos guiones nada para volverlos accesibles a la gente. Tuvo un respeto por el lector y el espectador anónimo, en ellos relató historias esbeltas, breves y reveladoras”, dijo.
Su amiga Elena Poniatowska, novelista y periodista mexicana, se refirió al poeta que quiso ser sus iniciales: JEP. “José Emilio creó a JEP y lo llevó a su vida entera, a los Inventarios y a su poesía”.
De su contemporáneo remarcó sus virtudes culturales, su amor al trabajo bien hecho. “No toleraba la burla o el escarnio. Deshacía entuertos y encontraba cualidades en la gente, no permitió que se demoliera a ser humano alguno”.
Personaje central de la literatura mexicana de los últimos 50 años, “humanizó la poesía, nos la puso en las manos, la platicó para poderla decir con los labios”, puntualizó.
Lectura de poesía
Luis García Montero y Eduardo Lizalde leyeron cuatro poemas de su amigo, mientras que el chelista Carlos Prieto le dedicó la Suite en do mayor para violonchelo solo de Johann Sebastián Bach.