Arranca Festival Anual del Huapango en Amatlán
Amatlán, mpio de Naranjos, Ver.- La parroquia de la Natividad de María, en esta comunidad, se llenó del sonido característico que identifica a toda la región huasteca: el son. La liturgia católica y la tradición etnomusical se unieron para celebrar una ceremonia huasteca en memoria de los huapangueros, músicos y colaboradores que han fallecido pero permanecen en los corazones de sus compañeros.
Este año, la ceremonia fue muy especial pues se conmemoró la sensible pérdida, meses atrás, de don David Celestinos Isaacs quien hace 24 años, en 1990, fuera el principal arquitecto del Festival Anual del Huapango, que tiene como sede a este pequeño pero jubiloso pueblo que se ha ganado a pulso la denominación de Catedral del Huapango; también, fue creador del Patronato Pro-huapango y Cultura Huasteca de Amatlán, que es el organismo civil que se encarga de dar sostén a tan importante festival.
En ocasión de la pérdida de don David y de José Alberto Celestinos, la arquitectura estilo alemán que conforma el cuerpo principal de la parroquia se llenó de las melancólicas notas de la Xochipitsauak, que revistió de violines el espacio entre los feligreses que se dan cita año con año en este templo.
La letra en náhuatl transportó esa sensación de respeto y recuerdo por los amigos que se fueron; la de la Xochipitsauak es una letra que hace que los corazones se adelgacen pero que no pierdan su brillo: “Canten, canten, pajarillos. Anunciando el nuevo día. Terminando está la fiesta. Pero nunca la alegría”.
Las alabanzas fueron sustituidas en esta celebración única por entonaciones que mezclan el sentir de la religión con la música tradicional huasteca, el artífice de los arreglos y letras. Don Gilberto Ortega Raga, estuvo presente junto con su esposa para escuchar el pináculo de su obra en voz y orquestación del grupo Huitzitzilin, de Tepetzintla, que condujo los pasajes de la liturgia.
Así, los feligreses pueden escuchar y cantar, por ejemplo: Señor, ten piedad con la música de La Azucena o la Comunión, acompañada del son La leva, que con sus características notas del violín invitan a los pies a moverse. Ya son nueve años que las ceremonias huastecas se celebran en la región pero esta, sin duda, es la más respetada del año.
Concluida la celebración, fue inaugurado formalmente el 24 Festival Anual del Huapango, invitando a los participantes a brindar un caluroso aplauso a los músicos que, bajo el cobijo de Santa Cecilia se daban cita nuevamente para vivir y recrear la fiesta huasteca más importante.
La Despedida de la ceremonia religiosa se ejecutó con la música del Perdiguero y las tradicionales Mañanitas se mezclaron con las estrofas de Las Mañanitas Huastecas, arrancando una ola de alegrías en los concurrentes.
El parque central de Amatlán se vestía de los colores; los comerciantes se dieron cita en el lugar, visitantes de todos los rincones de la huasteca paseaban acompañados del son, llevados como seducidos por él hasta el corazón de la noche: el foro central de la explanada Sol Poniente, donde se concentraron todos en torno a un proyector de video.
Nicolás Cárdenas, mejor conocido como Tempach, un hombre siempre sonriente de espesa barba blanca y eterno sombrero, creó un pequeño pero emotivo documental con memorias de don David Celestinos.
Cuando un amigo se va es el título de dicho material; desde siempre, Tempach ha acompañado sus andanzas en la alegre vida de la huasteca con una cámara fotográfica y una de video es, podría decirse, el ojo de la huasteca.
Un sencillo trabajo de edición presentó en vida a don David, egresado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) en los años 50, prolífico pintor y muralista de la Huasteca, porque hablar de esa zona es hablar de una unidad identitaria que borra fronteras y filiaciones étnicas; es un organismo vivo y su sangre es el son huasteco, la trinidad perfecta: música, canto y baile, violín, jarana y huapanguera.
Apoyando esta diversidad cultural, la familia Del Ángel Ortiz, oriunda de la sierra norte del estado de Puebla, presentó una pasarela etnográfica de trajes femeninos utilizados en la huasteca poblana por los grupos indígenas nahua, otomí, totonaca y tepehua.
Al ritmo de la Xochipitsauak desfilaron jovencitas del Telebachillerato de Amatlán, portando los atuendos típicos de las comunidades de Tenango de las Flores, Cuacuila, Pantepec, Patla, San Miguel Tenango, Mecapalapa, San Pablito y Naupan.
El escenario se llenó de luces, flashazos y miradas mientras los aplausos opacaban el siempre alegre rasgueo de la jarana huasteca. Los expositores se despidieron con unas décimas y dieron paso a la gran fiesta huasteca: el huapango.
Una gran polvareda se levantó con los bailes de los concurrentes que, al ritmo de varios sones ejecutados magistralmente por diversos grupos de soneros, se dan cita en Amatlán para fortalecer el sonido de sus pasos; el calor de la noche se traducía en sudor, en sonrisas, música, canto y baile.
La noche se vistió de huapango al punto de desbordarse, de dejar el entarimado y correr libremente por las calles, adornar los puestos de los comerciantes y hasta los lugares para comer.
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