—La realidad es oscura— sentenció Nadia, con los ojos hechos fuego y una voz eléctrica.
La realidad era oscura también para Rubén. Y, como era su costumbre, nos recordó, dato a dato, por qué la realidad era oscura y debía parecernos insoportable. Que si Veracruz es el lugar más peligroso del país para ejercer el periodismo. Que si más de 30 periodistas han sido asesinados en Veracruz tan solo en las últimas dos décadas. Que si Guillermo Luna fue desmembrado; que si Yolanda Ordaz, decapitada; que si Regina Martínez, estrangulada.
La realidad sí era oscura.
—Y si la realidad es así de oscura, ¿hay algo que nosotros podamos hacer al respecto?—pregunté, con timidez, a Nadia y Rubén. —La realidad es tan oscura que no sé si nosotros seamos capaces de transformarla en lo más mínimo— concluí pronto, anticipando la réplica.
Nadia, con aquel ánimo inquebrantable, propio solo de quienes no saben transigir con la injusticia, nos increpó a ambos: “La realidad es oscura. Es verdad. Y yo no sé qué demonios seamos capaces de lograr si hacemos algo, pero lo que sí sé es que no hacer nada no es una opción”.
—De lo contrario, ¿qué nos queda? ¿Aceptar estoicos esta oscura realidad que nos ha tocado como un destino inescapable?— preguntó Rubén, como quien, sin calcularlo, lanza un dardo y da en el blanco.
Ya no podíamos. A todos nos comenzó a rondar por la cabeza una voz profunda. Quizá era esa voz a la que solemos llamarle la voz de la conciencia, que nos repetía ad nauseam: “la realidad es oscura”. Y eso ya no nos acomodaba.
Y entonces abrí los ojos. Ojalá nunca hubiera tenido que despertar de ese sueño.
“A plena luz” es un documental dirigido por Alberto Arnaut y estrenado en Netflix el pasado 8 de diciembre que, paradójicamente, aborda un oscuro suceso: el multihomicidio cometido a plena luz del día en 2015 en un departamento de la Colonia Narvarte en CDMX en contra de Rubén Espinosa, fotoperiodista de la Revista Proceso; Nadia Vera, activista; y Mile Martín, Alejandra Negrete y Yesenia Quiroz.
El suceso es oscuro por todo lo que desconocemos, pero sospechamos. Que el gobernador de Veracruz en turno, Javier Duarte de Ochoa, estuvo involucrado en el caso por lo incómodos que Rubén y Nadia le resultaban a su gobierno. Que en México, vigilar al poder es una sentencia de muerte. Que en este país, decir la verdad te cuesta la vida.
Lo que los poderosos no saben es que, procurándoles la muerte a los periodistas, los vuelven inmortales. Porque, ya sea a plena luz del día, o hasta en la penumbra de los sueños, son capaces de recordarnos que, si bien la realidad es oscura, su trabajo sigue y seguirá siendo, como reza aquel famoso proverbio chino, encender una vela, en lugar de maldecir en la oscuridad.
Twitter: @DesVieuxTemps
ch