El ladrón de la combi… Y el casi extinto arte de robar sin lastimar a la víctima

  • Soy Amorfo

Hace unas semanas, antes de hacerse viral el caso del ladrón golpeado por pasajeros en la combi en el Estado de México, encontré un documental en Netflix llamado: ‘Los Ladrones Viejos, las leyendas del artegio”. El artegio es, básicamente, el arte de robar sin lastimar a la víctima. 

De las tres o cuatro historias retratadas en el documental, resalta la figura de Efraín Alcaraz Montes de Oca, ‘El Carrizos’, un hombre que se dedicó a diferentes oficios dentro del artegio (carterista, bolero -vender cobre por oro-) pero su fuerte fue el robo a casa habitación. 

El tipo fue tan bueno que llegó a ser el más buscado de México. Se volvió una especie de premio para las autoridades mexicanas en los 70’s; asaltó la casa de dos expresidentes: Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo, y creó una organización que operaba en diferentes estados de la república, bajo el mandamiento de no lastimar a nadie. 

Se entiende que el acto de robar es el mismo aquí que en cualquier parte del mundo, pero ¿En qué momento cambiaron los métodos? Me imagino que, ante el aumento de la marginación y las carencias dentro de la sociedad, incrementó el número de aspirantes al oficio de la uña enfocados solo en el resultado sin importar las maneras. 

Cuando antes, según los protagonistas de este documental, se entrenaba con un muñeco al que le colocaban cascabeles, que al contacto brusco sonaban y delataban al carterista. Por irónico que se lea, robar sin lastimar implicaba esfuerzo y dedicación, cosa que, con fines prácticos, el asalto con violencia, aunque resulte más riesgoso, tristemente los resultados son más rápidos.  

Si hay algo que me genera cólera, es la frase: “La pobreza es mental”. Si bien es cierto, que, con el paso del tiempo, la gente de ‘mentalidad tiburón’ ha adoptado esta frase como una premisa que engloba diferentes hábitos que todo emprendedor debe adoptar para alcanzar el éxito en los negocios, también se puede interpretar como un conjunto de actitudes negativas que solo reflejan la carencia de raciocinio, y no como sinónimo de pobreza económica o estatus social. 

Pero intuyo que el origen de la frase que me genera cólera recae en la expresión clasista y cancerígena de la engañada clase media: “El pobre es pobre, porque quiere”. Me cuesta trabajo digerir estos conceptos, porque estoy convencido que hay muchos factores que juegan alrededor de un individuo y que lo condicionan inevitablemente a una carencia económica, para la cual su máxima aspiración pueda ser llevar comida a la mesa sin importar los medios.  

Conseguir un trabajo estable con un contrato y prestaciones de ley, que deberían de ser obligatorios en cualquier rubro, empiezan a escasear como el agua.  Inevitablemente esas carencias nos llevan a otra problemática: la delincuencia.