Moonlight

  • Agustín Güiris
Chiron es un niño cuya tendencia homosexual le hace pasar malos ratos...

Moonlight

Luz de Luna / Barry Jenkins, 2016

Las imperantes estéticas y discursivas del cine estadounidense se encuentran siempre revalidadas en el cobijo de sus galardones; mismos que se abaten ante circunstancias políticas, sociales y hasta económicas y gremiales. Las disertaciones propias de ese cine industria, quedan expuestas bajo el propio reconocimiento de los suyos; distinguibles en las recompensas de mayor renombre.

En la más reciente cinta de Barry Jenkins –ganadora al mayor palmarés de la industria hollywoodense– no podemos alejarnos de ello. Su estilo y forma atañen a un cambio generacional en cuanto a ritmo, espacio y tensión en el contenido; una cierta ligereza se ciñe sobre el conflicto que no se presenta de tajo sino que se construye con el paso vivido de sus personajes y el accionar de los mismos. La formalidad a la que recurren las nuevas generaciones se asemejan a las pautas que maneja el cine europeo desde hace ya bastantes años.

Concediendo la trama a la esquina de la sociedad afroamericana, Moonlight es un melodrama dosificado en tres espacios temporales que se revisitan en un perfil conscientemente astuto, que añade cierta sazón al encadenado y exige al espectador la consideración del interés. No hay una presentación formal de un conflicto sino una abstracción líder que marca el eje del entramado; guía no tanto de un concepto u objetivo sino de una personalidad y un distintivo que apresa la idiosincrasia de nuestro personaje principal; quid que enmarca las distintivas de una generación que se aprehende en valores liberales, pero se atañe al mismo tiempo a méritos colectivos de grupos claramente ensimismados en el férreo folklore de viejas y nuevas tradiciones. Caracteres que deambulan, divagan y se auto-sujetan a un vacío y un deseo.

Chiron es un niño cuya tendencia homosexual le hace pasar malos ratos en sus incipientes trazos de vinculación social. Aunado a la rudeza del suburbio y una madre adicta y desinteresada, las perspectivas de vida a las que se enfrenta son ínfimas hasta que conoce a un par de personas que le cambiarán la vida. En primera instancia un dealer que habrá de brindarle apoyo, cariño; confianza y un compañero escolar con las mismas inquietudes carnales que las suyas. Trazado el camino, el niño Chiron habrá de convertirse en un prominente narcotraficante gay cuyos secretos se guardan en los silencios dorados que brillan a manera de reflejos en su dentadura.

Si bien ya es tendencia que los seguimientos cinematográficos “independientes” más “oscareables” simulen un campo medianamente abierto a las situaciones que conjugan su temática, que se allanen como radiografías directas del hábitat, sociedad o bien la naturaleza de un personaje, o una pareja –en vez de una representación social más generalizada– Moonlight se muestra un paso o medio paso más desenvuelta y refinada. No tanto atrevida pues confiere a un código genérico distinto los apuros. Accede a un campo emotivo - amoroso que resuelve con una nostálgica favorable, funcional –sí– pero gracias a su constante y coherente tono narrativo.

Bajo la contrastante fotografía de James Laxton, abocada a los límites de las más frías y cálidas tonalidades, el montaje natural de Jon Mcmillon y Nat Sanders –permisible a una puesta en escena que explora el accionar de las actuaciones en una buena dirección actoral– y un uso de la música que genera interesantes contrapuntos música-imagen, la cinta se reviste en una habitual y franca superficie que delata el contemporáneo sinsabor de las calles y sus inquietudes.

Moonlight, pues, termina por ser un encadenado a primera instancia simple que pretende incorporar en ciertos matices diversas complejidades. Algunas las logra, otras quedan a medio camino pero se llegan a vislumbrar. El trabajo de Jenkins, al final, deja un halo de interés hacía sus próximas entregas; esperando claro un proceso de ávida madurez. Sobre todo que se mantenga de este lado de la industria y no se acerque a esa su otra arista tan vendible que tiene; la de su soez y desgastada interpretación del entretenimiento.

Luz de Luna de Barry Jenkins

Calificación: 3 de 5 (Buena a secas).