Informar entre balas

  • Eduardo Barrios
Nos acompaña una gran parte de la sociedad paralizada e indiferente frente a la barbarie.

Hemos escalado a un lugar inaudito, hemos normalizado la violencia por medio de la desesperanza y el miedo, el país se ha vuelto ejemplo de la corrupción e impunidad, de la indolencia y violencia puras.

Nos acompaña una gran parte de la sociedad paralizada e indiferente frente a la barbarie.

El asesinato de Javier Valdez deja una profunda huella entre el gremio periodístico y destruye cualquier posibilidad o teoría sobre la seguridad de uno de los gremios más lastimados y vulnerados por la absurda guerra contra el narcotráfico que se libra desde los tiempos de Calderón en el país.

La violencia contra los comunicadores se encuentra sintetizada en al menos cinco aspectos: económico, sanitario, psicológico, familiar y de seguridad. 

Para ejercer el periodismo no se debe necesitar “valentía”, porque ello supone trabajar en condiciones de vulnerabilidad que inhibe la posibilidad de informar con libertad sobre los acontecimientos de nuestra cotidianidad, máxime cuando se trata de reportar las aberraciones que acompañan a nuestra tierra.

No, no se debe ser valiente, se debe, en todo caso ser comprometido y eficaz, agudo, puntual, crítico, con una mirada compleja, pero no valiente. La tarea periodística es informar con las características que ya hemos dicho y se deben dar las condiciones para lograr aquel propósito cuyas dimensiones son titánicas.

Los reporteros en México han sufrido por años una realidad insoportable para muchos: condiciones precarias derivadas de bajos salarios, con la aparición de vez en cuando de actores políticos o empresariales que intentan sobornar su pluma, no existe seguridad social, vacaciones pagadas o prima vacacional y por si fuera poco, quienes salen de los lineamientos editoriales son censurados y aquellos que informan puntualmente algún acontecimiento relevante socialmente terminan, como ya se ha visto, asesinados; es el precio de informar entre balas.

¿Qué es esto?, ¿un país en guerra civil?, ¿un país en estado de excepción?, ¿un país en plena revolución?, ¿acaso estamos librando otra independencia?, ¿contra qué país enemigo estamos luchando?, sabemos la respuesta: no, nada de eso.

Sin embargo tenemos cifras escandalosas de violación a derechos humanos, desaparecidos y asesinados, mientras los organismos nacionales colapsan y los internacionales no son contundentes en medidas para condenar la inacción gubernamental de este sexenio que entró muerto.

Nuestra realidad debe cambiar urgentemente, no podemos normalizarla. El primer paso es llevando a los involucrados en el asunto periodístico a asumir su responsabilidad, ¿cuál es la responsabilidad del medio y sus dueños?, ¿cuál la de las autoridades?, ¿cuál la del reportero?

Si no hacen nada, son cómplices. Si emiten palabras vacuas, son cómplices. Si revictimizan, son cómplices. Si prefieren gastar en la imagen de Peña Nieto (o cualquier gobernante) antes que en procurar justicia, son cómplices. Si sustituyen las acciones con “un minuto de silencio”, son cómplices.

Parece que no hemos entendido en México la relevancia social del periodismo y de los periodistas, su aporte a la democracia (que las más de las veces, simulamos tener)

Es profundamente doloroso el asesinato de un ser humano, de todos, tengan una profesión o no. Por eso Javier Valdez pesa y hace eco, igual que los 126 comunicadores asesinados de 2000 a la fecha, 20 desaparecidos y 51 atentados contra medios, de acuerdo con cifras de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).

Hemos superado el número de desaparecidos de países como Argentina durante la dictadura militar, de donde surgen las “Madres de Plaza de mayo”. Ahora tenemos a miles de madres mexicanas en busca de sus hijos, un país devastado en violencia cuyos gobiernos utilizan el miedo como forma de operar el bloqueo de la protesta social, de callar la indignación y dar el tiro de gracia a la exigencia de justicia.

Vivimos en un país que hereda violencia y desesperanza a las nuevas generaciones.

Ante esa abrumadora y profunda soledad en la que nos encontramos enfrentados, hay que decir: ¡basta!

Necesitamos aplaudir las acciones de diversos colectivos que todos los días hacen habitable el infierno, necesitamos sumar esfuerzos y no perder la esperanza de un mejor futuro. Necesitamos aceptar nuestros errores como sociedad y pedirnos disculpas. Pero fundamentalmente necesitamos solidaridad.

Dígame lo que piensa, lo espero en Twitter @EduardoBarrios_