Barton Fink

  • Agustín Güiris
Un relato que roza la locura y el surrealismo sobre un dramaturgo llevado al Hollywood de los 40.

Barton Fink (Joel & Ethan Coen, 1991)

Quizá nunca sepamos a ciencia cierta qué tanto de romántico se le ha sumado a la anécdota, pero la leyenda cuenta que en los albores de la carrera de los Hermanos Coen, mientras escribían lo que sería su tercer filme: “Miller’s Crossing, 1990” (excelente tragicomedia sobre la mafia irlandesa), se hallaron en uno de los peores escenarios que un escritor puede enfrentar: quedarse a medias y con poca inspiración –baja de ritmo dirían ellos más tarde. Y a base de terapia, catarsis quizá, fue que redactaron Barton Fink; un relato que roza la locura y el surrealismo sobre un dramaturgo llevado al Hollywood de los 40 que no tiene ni las más remota de idea de cómo llenar las aspiraciones de esa maquinaria-industria-cine sobre las hojas en blanco que le aguardan siempre en su cuarto de hotel.

La verdad es que si bien la cinta fue muy bien recibida por la crítica y el público especializado (es la única que ha ganado Mejor Actor, Dirección y Película en Cannes), la audiencia hizo un tanto caso omiso de ella. Pero claro, el asunto no es en sí un misterio. Barton Fink juega con varios elementos que rompen convenciones lógicas, nos adentra a un mundo donde las perspectivas y razones se prestan a la libre interpretación. Su manejo exige y demanda lecturas diversas, readaptación ante un ciclo que cada vez se torna más delirante y un sentido del humor negruzco, crítico y acidulado.

Barton, como la gran mayoría de los personajes en la filmografía de estos realizadores, es un marginado que se ve incrustado en una situación y horizonte que le necesita y necesitará hasta sofocarlo. Sus actos le irán complicando a cada paso el vivir y la tarea que le ha sido asignada: escribir el guión de una película B sobre lucha libre. Su camino, pues, es una búsqueda de iluminación que terminará por ser una especie de malsana expiación. En su pesquisa de pistas sólo irá encontrando verdades incomodas, personajes caricaturescos y laberínticos, puertas abiertas donde se hubiera preferido hallar callejones sin salida. Su mundo, se convertirá de a poco en sitio donde en vez de respuestas, hay un objetivo al parecer inalcanzable que atraerá sangre, muerte y destrucción.

Por primera vez acompañados de Roger Deakins en la fotografía, el estilo visual de los Coen empezaría a tomar una forma más madura, una soltura visual que daría a su consecuente carrera algunos de sus más potentes planos. Barton Fink, desde la concepción, pretexto y realización es un parteaguas en su carrera; la entrada al circuito más vistoso y la sedimentación de un estilo más redondo que terminaría por crear uno de los sellos fílmicos más originales e influyentes en las últimas décadas.

Está claro que la apuesta de los Coen fue valiente para el tiempo en que se dio a conocer, pero fue muy bien resuelta. Y si bien el tiempo la ha mantenido un tanto lejos de un público más amplio, continúa siendo de esos filmes que nos colocan en una atmósfera sumamente singular. La trama cuenta con una personalidad firme que bien la podríamos definir como una bella y nostálgica pesadilla. Un recorrido trastornado y enloquecido que atrapa entre sus piezas: redes sumamente bien elaboradas que nos hacen declamar el lado más oscuro, el más atroz y fársico del hombre. Pero bueno, no es de sorprenderse, estamos inmersos en la vida de Hollywood, quizá lo más cercano al infierno en la tierra.

Barton Fink de Ethan & Joel Coen

Calificación: 4 de 5 (Excelente)

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Consulta su blog: Yo no pedí que fuera así

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Agustín Güiris

Realizador independiente y profesor de cine en diversas instituciones. Realizó un Master en Dirección Cinematográfica en España y ha dirigido y producido cortos de ficción y diversos proyectos de documental.