Veracruz: un barco con hoyos en la proa, la popa, estribor, babor…y sin timón

  • José Luis Ortega Vidal

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Flavino Ríos Alvarado afirmó el 15 de noviembre que contaba los días para dejar la gubernatura de Veracruz. Pasado mañana se marcha.

La visita al infierno –sin la guía de Virgilio, por inmerecida- habrá terminado el miércoles 30, a la media noche.

El sueño particular flavinista de gobernar la entidad veracruzana se cumplió.

Sólo que esto ocurrió en medio de huracanes que nos mantienen al borde del hundimiento.

Si hacemos la analogía de Veracruz con un barco diríamos que el capitán previo a Ríos Alvarado, es decir Javier Duarte de Ochoa se robó la carga de la nave y cargó hasta con el timón.

Desde los tiempos de Fidel Herrera Beltrán la nave está repleta de piratas que ”compraron” la plaza según unas versiones o simplemente la invadieron, de acuerdo a otras.

El caso es que Zetas, Cártel de Jalisco Nueva Generación y del Golfo están aquí, de proa a popa, de babor a estribor como un cáncer metastásico incurable.

De los 48 días de Flavino Ríos al frente del barco su relevo, Miguel Angel Yunes Linares, le arrebató al menos dos terceras partes vía la inestabilidad impulsada por alcaldes que tomaron el palacio de gobierno y la casa Veracruz con un argumento indiscutible: mueren de hambre tras el saqueo duartista.

Flavino entregó el barco antes de partir al permitir el relevo temprano en la Secretaría de Finanzas pero el ataque y triunfo de Yunes Linares no ha representado solución económica, seguridad, ni estabilidad política en una con hoyos en la aleta de babor, en la aleta de estribor, en la línea de flotación, en el casco y en todas sus partes esenciales.

Xalapa -la capital y segunda economía estatal- es un caos por la falta de pagos a todos los actores económicos locales y foráneos.

Al norte, en Poza Rica, PEMEX dejó de invertir, la gente emigra Tamaulipas, Nuevo León o Estados Unidos del país por la falta de empleo.

La muerte se enseñorea en la otrora población petrolera más rica del país y Tuxpan, el puerto vecino llamado históricamente a su reemplazo, no levantó en lo que va del sexenio de Enrique Peña Nieto amén de haber sido saqueado por uno de los duartistas centrales: su ex alcalde Alberto “el cisne” Silva”.

Coatzacoalcos, denominado eufemísticamente “la capital del sur” sigue siendo la única zona productora de petroquímicos de México pero éstos han sido entregados a la iniciativa privada.

Ello se ha traducido en eficiencia corporativa –administrativa, productiva- pero al mismo tiempo representa la pérdida de empleos y por ende estancamiento económico e inseguridad.

Pajaritos, el principal complejo petroquímico coatzacoalquense, está herido de muerte.

Hay dudas sobre el destino de los complejos Cangrejera y Morelos y –como Tuxpan que conecta vía súper carretera con la Ciudad de México y en teoría contará con gasoducto que nos conectará con Texas- sigue siendo un puerto en espera de su desarrollo a un nivel de primer mundo.

Concretamente para Coatzacoalcos –lo mismo que para Oaxaca- vendrá la Zona Económica Especial con carreteras y trenes modernos, empresas privadas internacionales que invertirán en maquilas, estructura de manejo vía ventanilla única, facilidades fiscales; todo ello traducido en miles de nuevos y bien pagados empleos…

Suena excelente pero hasta hoy el sur se llena de secuestros, extorsiones, muertes y las inversiones no pasan del papel a la realidad.

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Vayamos aclarando.

Que el barco llamado Veracruz esté detenido y golpeado por vientos huracanados se debe a condiciones multifactoriales: unas son problemáticas financieras mundiales como la disminución del precio del petróleo; otras son fallas en la política de estado nacional, digamos que las reformas estructurales del gobierno de Peña Nieto no despegan como se prometió; hay temas estatales como la corrupción en los gobiernos de Miguel Alemán Velasco, Fidel Herrera Beltrán y el histórico, dramático, absurdo e increíble caso de Javier Duarte de Ochoa.

Cuando hablamos de condiciones de estado fallido nos referimos al estado-gobierno que no garantiza a su población los elementos básicos para su convivencia estable y su desarrollo.

Es el caso del barco llamado Veracruz.

Cuando hablamos de daños estructurales analizamos al estado-gobierno desde sus múltiples aspectos: económicos, financieros, públicos, privados, de inversiones, de crecimiento económico anual, de producto interno bruto propio, ingreso per cápita, servicios de salud, educación, seguridad, desarrollo, obra pública, entre muchos otros.

No se requiere ser un economista egresado de alguna prestigiada universidad norteamericana para obtener datos respecto a estos temas, observarlos y concluir que nuestro barco llamado Veracruz está detenido por una deuda que rebasa los 100 mil millones de pesos.

La última gran inversión privada fue Braskem-Idesa en Coatzacoalcos y terminó en el 2015.

La mega inversión más importante viable en el corto plazo es la ampliación del puerto en la ciudad de Veracruz –ya en marcha-.

Y ya.

Sin nuevas inversiones de peso -públicas, privadas y vigentes- en sus principales sectores: el petrolero, la agroindustria, el turismo; con la burocracia de 212 municipios detenida, la del gobierno del estado colapsada y la existencia de un gobierno paralelo –vía el crimen organizado- a la alza, el barco veracruzano luce anclado, sacudido por poderosos vientos adversos y sin visos de poder salir de esta crisis por sí solo.

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Este es el Veracruz que entregará Flavino Ríos Alvarado el miércoles 30 de noviembre próximo.

Este es el barco que recibirá Miguel Yunes Linares a partir de las 00:01 horas del jueves primero de diciembre.

El panorama es dramático.

Lejos de acercarnos a condiciones como las de Querétaro, Aguascalientes, Nuevo León, Puebla, Jalisco, con problemas de toda índole pero con economías que les permiten avanzar en un mar difícil para todos, Veracruz luce detenido, atascado, frenado, haciendo agua como Tamaulipas, Guerrero, Oaxaca, Michoacán.

Lo peor es que vienen las elecciones municipales del 2017 y los veracruzanos, como los mexicanos en general, padecemos el vicio cultural de la grilla que ejercemos en lugar de hacer política.

Confundimos la gimnasia con la magnesia e invertimos dinero y esfuerzos de más en la codicia de servirnos antes que en el afán efectivo de servir.

El barco seguirá estancado el 4 de junio del año próximo y cuando esa fecha pase y hayamos elegido nuevos alcaldes.

Cuando veamos que la nave se mueve en realidad no estará avanzando: se estará sacudiendo por las batallas campales en su interior que ya han arrancado.

Los procesos electorales, en toda democracia, son normales y necesarios.

Pero nosotros no somos una democracia, o digamos que estamos en pañales al respecto.

La democracia consiste en una cena de caníbales que respetan la ley porque alguien debe sobrevivir para continuidad de la especie.

México y Veracruz somos una cena de caníbales que tomamos la ley como platillo de primer tiempo y lo que queda de ella lo devoramos como postre.

A aquí la única continuidad es la de los salvajes más eficaces que se ocupan se reconstruir el barco sólo para volverlo a destruir inevitablemente…