Ecosistema de un gobierno abierto

  • Eduardo Barrios

Hemos insistido en este espacio acerca del concepto de gobierno abierto para transitar a un estadio de mayor colaboración y gestión de las decisiones para la puesta en marcha de acciones que resuelvan problemáticas sociales de diversa índole, con tres actores principales: sociedad, gobierno y tecnología.

Veracruz no debe quedarse en las limitadas ideas de los gobiernos que resuelven todos los problemas porque tienen las respuestas en los cajones de sus escritorios o porque sus gestores son una suerte de sabios, al estilo sofista, claro está.

Gobernar por intuición ha pasado a ser una característica de los gobiernos redentores de viejos siglos, el manejo tecnológico y el big data, esa ciencia de los datos que tantas soluciones ha venido a dejar, puso un ultimátum a las falsas promesas de los actores políticos que por un tiempo han de someterse al desfile de las precampañas y campañas, para darle al pueblo, una amplia demostración de su retórica, por otro lado; también genera las condiciones para empoderar y formar nuevos ciudadanos, bajo reserva de que sus efectos podrían resultar exactamente a la inversa, aunque precisamente, el desplazamiento del gobierno electrónico al gobierno abierto, radica en la intervención humana para su operatividad.

Entender el concepto de gobierno abierto como un ecosistema, tal como lo sugieren Ramirez-Alujas y Dassen, es visualizar sus principios en una coordinada interacción sistémica, donde la transparencia, el acceso a la información y los datos públicos, articulen la participación ciudadana y desemboque en un proceso colaborativo, incesante, repetitivo pues, para volverse un sistema, un nuevo ecosistema de gobernanza.

En definitiva, el gobierno que llegue a tomar el poder en Veracruz, debe considerar este concepto para su propia existencia y con el afán de inaugurar un reluciente vínculo entre ciudadanos e instituciones.

Un Estado tan dañado como el veracruzano, requiere de instituciones abiertas, de procesos incluyentes y colaborativos. El camino no es fácil, pero sí lo suficientemente fértil y con la coyuntura idónea, para instaurarlo de manera efectiva.

En el ecosistema del que hablamos, el carácter frío y violento que pudiera atribuirse a los datos (a la propia era que vivimos), por ejemplo, tiene un contrapeso cuando los ciudadanos hacen las veces de mediadores para la construcción de soluciones, estas tendrían que ver con modelos inéditos como alternativas para mejorar diversas áreas.

Ya lo dicen algunos expertos: el proceso para configurar espacios de consulta pública no es fácil; las tensiones siempre están presentes.

Imagine usted la idea de sentarse con autoridades en una mesa para debatir soluciones en relación al problema de la movilidad urbana o la calidad del transporte público; sin duda alguna los intereses de ambas partes serían opuestos (la necesidad de mejor transporte público con modernos vehículos, no podría coincidir con los intereses económicos del amigo concesionario del funcionario público), pero en algo deben armonizar para lograr la asociación que se traduzca en cambios de las formas de gestionar los asuntos públicos.

Un ecosistema requiere de sinergias; hace falta sensibilizar a los actores del espacio público. Con el tiempo, la brecha podría ser más angosta.

¿Qué piensa usted?, le invito a que me deje sus comentarios por mención o DM en mi cuenta de Twitter @EduardoBarrios_, allá hablamos #DeTodoEnDigital