De todo en digital

  • Eduardo Barrios

No sabía cómo comenzar esta nueva experiencia con los compañeros de E-Consulta Veracruz, después de un rato me decidí por ser honesto y comenzar por lo esencial, dándoles la bienvenida a este espacio de reflexión, sí, básicamente de reflexión, ¿sobre qué?, sobre diversos temas que considero pueden llegar a ser de su interés: tecnología, política, gobierno, redes, periodismo, educación. Así pues, sean bienvenidos.

Este primer texto vamos a dedicarlo al asunto del éxito (muy deseado) y el fracaso (rehuido) en un contexto de buenos deseos y ganas de iniciar bien un año, como si la vida se detuviese por tan solo unas horas y después de las doce volviéramos en un sueño abstracto a ser bebés con las mismas oportunidades frente a la vida. Parece que el primer caso siempre viene acompañado de la disrupción, la segregación y la admiración que a su vez ocasiona un efecto de separación de los demás, digamos un aislamiento.

Ya se enterará usted por qué le hablo de lo subalterno en otros textos.

En el segundo caso (el fracaso) elevemos al cuadrado el aislamiento y la segregación. Parece, que de manera general, todos hemos vivido o por lo menos experimentado una sensación de no pertenecer. Muchos sufrimos durante años y hacíamos lo imposible para compartir normas o códigos de convivencia. Nos acercábamos como no queriendo la cosa con esos grupos populares para no sentirnos solos, para evitar el fracaso. En mi caso procuré alejarme.

¿Pero quién puede vivir episodios de éxito si no es con algunas dificultades (llamémoslas fracasos)? Lo decía Séneca: “Jamás consideres feliz a alguien que dependa de la felicidad”.

¿Debemos aterrorizarnos de nuestros fracasos?, ¿eso nos acerca al éxito?, no lo creo. En esa dicotomía (de las que estamos hechos los seres humanos y contra las que muchas veces luchamos) no se reduce la batalla por sentirnos tranquilos con el avance de nuestras vidas, por lo menos satisfechos.

En Latinoamérica, digamos en México, tenemos una gran trayectoria en eso de los fracasos, acaso por ello a figuras presidenciales no se les ocurra otra cosa más que encomendarse a los santos para evitar catástrofes ante la inminente amenaza del más grande huracán del que tenga registro la humanidad.

Fórmulas para asumir las derrotas tenemos para exportar, podríamos ser potencia mundial. Claro que esto constituye a la par que una desventaja en un escenario donde se aprende del “fracaso”, que después no lo es más, sino una especie de acción “ojo de hormiga” para repetir el proceso y con ello dejar pasar la corrupción argumentando demencia e inexperiencia en las crisis, también constituye una oportunidad para aprender del error, una gran oportunidad.

Bien, pues deberíamos comenzar a comprender y convivir más con los procesos, antes que con hechos consumados o decretos que no llegarán sin atravesar por aquel. Ambos, son momentos. Seamos lo que nos haga sentir bien, recordando siempre sumar compañeros de interpretación del mundo y evitando en la medida de nuestra posibilidad repetir errores argumentando demencia, en todo caso, asumir que lo hicimos, pese a que sabíamos lo que podría ocurrir. No hay fórmulas mágicas.