¡Vivos los queremos!

  • Luis Gerardo Martínez García

El grito desesperado de miles de estudiantes

se escucha con eco en las paredes de aulas vacías.

¡Vivos se los llevaron; vivos los queremos!

Esa es la plegaria, el reclamo, la exigencia.

Vivos los queremos se grita a los cuatro vientos

como un bumerán que escuchan quienes quieren.

Oídos sordos dan vueltas sin voltear a verlos,

los estudiantes sueñan justicia. Sueñan despiertos,

sueñan a gritos sus pensamientos.

 

Frase sin sentido, cita sin rumbo, grito enmudecido.

Así es vista por algunos la razón del estudiante.

Sigue latiendo el lamento desgarrador de todos

esos que tocaron la sensibilidad social

y trastocaron el pensamiento de otros.

¡Vivos se los llevaron; vivos los queremos!

lamenta la manta que mienta

al presunto culpable o culpable inmune.

 

Vivos los queremos reza el poema,

Vivos es la opción; única opción, porque la vida no se negocia,

porque la vida no se toca, se respeta la del otro y la propia:

Exigencia que da vuelta al mundo desde los desaparecidos.

El joven comparte el sentir a su modo, y a modo responden aquellos.

El escritor hace lo propio, vive, padece, exhibe, censura, defiende, publica...

En la profundidad del alego sólo se repite: vivos los queremos.

 

¡Vivos se los llevaron; vivos los queremos!

Gritan los países, su gente y sus gobiernos

(aunque éstos se retracten porque es políticamente correcto).

Gritar es incorrecto, se lee en los pasillos de la escuela;

cuestionar es impropio, se le señala al estudiante.

Así lo criaron, así lo crearon, así lo censuraron.

Incorrecto es salir a las calle a decirlo

Sólo es permitido lo que algunos quieren ver.

 

Están desaparecidos, mas no solos.

La esperanza muere a lo último, dice el abuelo.

¡Vivos se los llevaron; vivos los queremos!

Mil maneras de denunciar, una de demostrar

la existencia de millones ante el occiso,

el incrédulo, el nefasto, el verdugo.

 

Cada paso, cada letra, cada cifra, cada lamento

abren la puerta a la vida, y destapan la cloaca,

modus vivendi ya intolerable.

Voces irreconocibles e irreconciliables

invitan a otros y a otros, y a otros

identificados conversan, dialogan, coinciden

en aquello ya insoportable, indescriptible, inexplicable.

 

Ríos de gente caminan las calles.

Indignados inundan plazas públicas.

La fronteras se borran, el reclamo se acentúa.

Cuestionados por sus cuestionamientos,

cuestión natural del incuestionable.

Páginas llenas de palabras, todas ellas llevan el mensaje

no divino, sí sagrado:  ¡Vivos los queremos!