A 45 años de Stonewall

  • Silvia Susana Jácome G.

Tengo ante mí, gracias a la magia de Google, la portada de un ejemplar del periódico Alarma! La cabeza dice: ¡Más “mujercitos!” y como cintillo: ‘¿Qué pasa, ya nadie quiere ser hombre?; festines secretos de invertidos’. Abajo, la fotografía en blanco y negro de dos personas travestis que fueron aprehendidas en la ciudad de Reynosa. El periódico corresponde a alguna edición de 1968

Puedo ver, también, y gracias a la maravilla de Facebook, un cartel por demás interesante. Aparece una mujer transexual sonriente y rodeada de su familia. El texto dice, en letras grandes: “Me llamo Norma y soy una mujer Trans”. A continuación, en letras más pequeñas: “Esta es mi familia, nosotros platicamos, convivimos, nos queremos y nos respetamos. Mi familia es una enorme satisfacción en mi vida y hago todo lo posible por cumplir mis responsabilidades. Yo, como tú, soy parte de esta ciudad, y soy feliz”. Más abajo aparecen los logotipos del Gobierno de la Ciudad de México y del Consejo del Distrito Federal para Prevenir la Discriminación (Copred). El cartel es parte de una campaña que se ha lanzado hace unos días en la capital del país.

El contraste es enorme y da cuenta de todo lo que se ha avanzado en esta materia en medio siglo. Imaginemos cómo se habría sentido una chica transexual de unos 10 años de edad que viera la portada del Alarma! en aquellos ayeres. Se habría sentido un ser despreciable, pervertido, enfermo. Y habría tratado de ocultar, por todos los medios, su condición transexual para no ser objeto de escarnio y violencia; todo ello, a costa de un enorme sufrimiento y frustración. Hoy, una chica de 10 años que vea el cartel del Gobierno del DF se dará cuenta que puede ser una mujer transexual y que eso no es impedimento para ser feliz. Su expectativa de vida será muy diferente.

Grandes cambios en poco menos de 50 años que pueden ser muchos para la vida de un ser humano, pero que es un suspiro en la historia de la humanidad; apenas dos generaciones.

¿Qué detonó estos cambios? Muchos factores, desde luego. Pero uno de ellos, de suma trascendencia, fue lo que ocurrió el 28 de junio de 1969 –el pasado sábado se cumplieron 45 años- en el bar de Stonewall, en Nueva York. Este bar era lugar de reunión de gays, lesbianas, bisexuales, travestis y transexuales; cotidianamente había redadas y las personas llevadas ante la autoridad ya sabían que tenían que pagar una multa y/o pasar una noche de arresto. En la Ciudad de México existía un lugar conocido como El Torito para tales asuntos.

Terminaba la década de los 60. Años de revueltas estudiantiles, de luchas intensas por parte de los movimientos feministas y antirracistas; apenas el año anterior, en los Juegos Olímpicos del 68, dos atletas de color –Tommie Smith y John Carlos- levantaban el puño enfundado en un guante negro en el pódium mientras escuchaban el himno de los Estados Unidos. Contagiados por los aires de libertad, ese 28 de junio de 1969 las y los asistentes al bar de Stonewall decidieron que ya no más, y se resistieron a la redada, lo que provocó disturbios que duraron varios días. A partir de entonces empezaron a surgir organizaciones defensoras de los derechos humanos de gays, lesbianas, bisexuales, travestis, transgénero, transexuales e intersexuales (LGBTTTI) y al año siguiente se organizó  en Estados Unidos la primera marcha, entonces llamada del orgullo homosexual.

En México tendrían que pasar nueve años para que se replicara el evento –en ocasión de la conmemoración de los diez años de la matanza de Tlatelolco- con apenas unos cuantos asistentes y ante la mirada despectiva de militantes de izquierda. Apenas este sábado se llevó a cabo en la Ciudad de México la XXXVI Marcha del Orgullo LGBTTTI con miles de asistentes y con el contingente trans encabezando el evento.

No es casual. Un numeroso grupo de organizaciones de derechos humanos unieron fuerzas para exigir modificaciones a la llamada Ley de Identidad de Género que permite a las personas transexuales modificar sus documentos legales para adecuarlos al género desde el que se expresan. Y el pasado viernes –un día antes de la Marcha- el Jefe de Gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera, presentó ante la Asamblea Legislativa del Distrito Federal una iniciativa de reformas para facilitar el trámite y prescindir de costosos peritajes y de juicios que hasta ahora se tienen que llevar a cabo para lograr las modificaciones, lo que ha provocado que, desde 2008 en que se aprobó la Ley, menos de 200 personas hayan podido acceder a estos beneficios.

De aprobarse la iniciativa de Mancera –consensada con las organizaciones de la sociedad civil- el caso se reducirá a un trámite administrativo, lo que reducirá sensiblemente los costos y evitará que peritajes externos determinen el género de la persona.

A la par de esta iniciativa, el Gobierno del Distrito Federal lanzó la campaña que dará mayor visibilización a las personas trans, en un ámbito de respeto y de garantías a sus derechos humanos.

Es una muy buena señal la que se manda desde la Ciudad de México. Ojalá que la Asamblea Legislativa apruebe las reformas y se facilite el trámite para miles de hombres y mujeres transexuales que son indocumentados en su propio país. Pero, más allá de las buenas acciones que ubican a la capital de la República como una ciudad progresista y de avanzada, sería de esperar que otras entidades –como nuestro Veracruz- impulsaran leyes encaminadas a garantizar los plenos derechos a todas las personas, sin importar su orientación sexual o su identidad de género.

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