Corro como niña

  • Silvia Susana Jácome G.
¿Cuántos hombres en México podían correr a la velocidad con la que lo hacía Ana Guevara?

Circula por youtube un video en donde se le pide a un grupo de adultos –hombres y mujeres- que corran como una niña. Todas y todos lo hacen de manera afectada, con delicadeza, sin fuerza. Al final, se le pide a dos o tres niñas lo mismo. Corren con decisión, con energía, con fuerza, como lo haría cualquier niño.

Lo que demuestra el video es la idea equivocada que algunas personas adultas tienen de las mujeres. ¡Incluso algunas mujeres!

Todo esto viene a cuento por lo que ha sucedido con Ana Gabriela Guevara, medallista olímpica, poseedora en algún momento del récord en los 400 metros planos femenil, y campeona mundial de la especialidad. Así como en el video que he comentado, también hubo –en su momento- alusiones a lo mismo. En ese entonces no había Facebook, pero sí anuncios espectaculares; y recuerdo uno en particular que decía algo así como: “Gracias, Ana Gabriela, porque correr como niña ya no es un insulto”.

Y claro que no lo era, ¿cuántos hombres en México podían correr a la velocidad con la que lo hacía la sonorense?

Su trayectoria inspiró a muchas niñas a atreverse a practicar algún deporte. Hoy, podemos ver a niñas aprendiendo a boxear, jugando futbol o, incluso deportes tan rudos como el rugby. Antes de Ana Gabriela eso era inusual.

Quizá por eso es que lo sucedido recientemente con la actual senadora de la República ha provocado tantas reacciones. Todo comenzó hace unos días cuando Ana Gabriela circulaba en motocicleta por la autopista México-Toluca. Hubo un incidente de tránsito y cuatro sujetos descendieron de un vehículo y la golpearon hasta provocarle serias heridas en el rostro y el cuerpo.

Pero la violencia no terminó ahí. Cuando Ana Gabriela expuso en una conferencia de prensa lo que había sucedido, le llovieron todo tipo de insultos por las redes sociales, desde aquellos que decían que quería protegerse tras un cargo como senadora, hasta aquellos que dudaban de su condición de mujer o que le lanzaban epítetos como marimacho y otros peores que ni siquiera me atrevo a reproducir.

¿Qué provoca que en un país, en el que vivimos la violencia a diario, se genere esa reacción cuando la persona violentada es una mujer que destacó en el deporte femenil y que le demostró a muchos hombres que las mujeres tenemos las mismas capacidades –o casi- que ellos para destacar en estas disciplinas?

¿Qué lo provoca? Eso, justamente; que son mujeres que no se han quedado calladas, aceptando de manera sumisa el rol que históricamente el patriarcado nos ha asignado.

La propia agresión fue un acto de evidente machismo. ¿Por qué la golpearon? Por la sencilla razón de que es una mujer. Por lo mismo que a diario miles de mujeres en México son agredidas. En uno de los post más estúpido aparece la foto de otra mujer, visiblemente golpeada, y el comentario de un sujeto que dice: “Así dejé a mi vieja con una golpiza y no se anda quejando como tú”.

Indigna, y nos lastima como sociedad, que una mujer –cualquiera que sea, haya sido deportista o no, sea representante popular o no- sufra violencia. Pero tendríamos que encender las alarmas cuando vemos que una parte de la población, más allá de indignarse –o, por lo menos, de mostrase indiferente- la vuelve a violentar a través de burlas y descalificaciones.

En algunos países del Primer Mundo ya se está incluyendo el tema de género desde los primeros años de la educación formal- Algo así tendríamos que hacer. No podemos seguir confiando en las familias –muchas de ellas reproductoras de la violencia de género que tanto criticamos- para que eduquen a los hombres y esperar a que el día de mañana renuncien a esa violencia heredada. No; será el cuento de nunca acabar. Desde luego que hay familias que educan en la igualdad, pero son una minoría. Es hora de incorporar contenidos en los programas educativos; de limitar –nunca estaré por la prohibición, pero sí por la regulación- los contenidos misóginos en las canciones o en los chistes que emiten las televisoras, y poner el acento en construir una sociedad en donde ningún hombre se sienta con derecho de violentar a una mujer, ya sea mediante los golpes, los insultos o las descalificaciones.

Es hora, también, de dejar de pensar que alguien vale menos por el hecho de correr como niña; al contrario, inculquemos en nuestras hijas el gusto y la práctica del deporte, cualquiera que sea, en el entendido que no hay deportes para hombres o deportes para mujeres. Todos los deportes son para todas y para todos. Y en estos momentos no me queda más que mostrar mi solidaridad para con Ana Gabriela Guevara y reiterarle mi agradecimiento porque le permitió a muchas niñas darse cuenta que “correr como niña” dejó de ser un insulto. ([email protected])