Edgar Sosa

  • Silvia Susana Jácome G.
Un ser humano excepcional, no había cumplido los 40 años cuando truncaron su vida.

Lo conocí en los talleres de capacitación que el Fondo Mundial y otras ONG’s mexicanas impartieron hace algunos años como parte de la respuesta al VIH/SIDA. Un chavo comprometido, sensible, respetuoso, preparado, como tendrían que ser las y los activistas por los derechos sexuales. Me cayó muy bien y en alguna ocasión vimos la posibilidad de impartir algunos talleres en sus instalaciones; de hecho se hizo el intento, aunque no fructificó.

Hace poco más de un mes, cuando se anunció su desaparición, me llené de tristeza, pero había una esperanza; la esperanza de que anduviera por ahí y que en cualquier momento apareciera. Hoy, se anuncia el hallazgo de su cuerpo. Qué tristeza, qué dolor, qué rabia. Uno más, como Agnes Torres hace poco más de dos años, como tantas y tantos otros.

De acuerdo a las informaciones disponibles, el cuerpo presentaba señales de tortura y traumatismo craneoencefálico, señales que apuntan a un posible crimen de odio por homofobia, uno más de los muchos que año con año se siguen repitiendo sin que se tomen las medidas para prevenirlos ni, tampoco, para hallar a los culpables y, mínimamente, brindar justicia a las víctimas.

El infierno comenzó el 24 de febrero. Ese fue el último día en que se le vio. Esperaba el autobús en San Vicente Chicoloapan luego de impartir un taller en la Universidad de Chapingo, en el Estado de México.

A partir de ese momento sus familiares, amistades y activistas iniciaron una incansable búsqueda, pero sin éxito y con muy poca colaboración por parte de las autoridades.

Poco más de un mes después, el 28 de marzo, fue localizado el cuerpo de Edgar Sosa Meyemberg cerca de El Salado, en Iztapalapa; se aplicaron las pruebas de ADN y el 8 de abril se confirmó que ese cuerpo correspondía a Edgar.

Pero, ¿quién era Edgar Sosa? Quienes hemos estado cerca del activismo por los derechos de la diversidad sexogenérica y de la respuesta al VIH/SIDA lo conocimos muy bien. El día de su desaparición se desempeñaba como Director de Desarrollo en una de las ONG’s más reconocidas en temas de educación sexual y VIH: Acciones Voluntarias sobre Educación, mejor conocida como AVE de México.

Ingresó a la organización cuando apenas contaba con 17 años y, pese a su juventud, en todo momento se desempeñó con profesionalismo y con un compromiso incondicional. Fue ponente, facilitador y especialista en diversos foros, congresos y cursos y talleres de capacitación tanto a nivel nacional como internacional. Un ser humano excepcional, no había cumplido los 40 años cuando truncaron su vida.

Por las condiciones en que fue hallado el cuerpo, se sospecha que su muerte fue resultado de un crimen de odio por homofobia, apenas a unos días de que el Estado mexicano decretara el 17 de mayo como Día Nacional de la lucha en contra de la Homofobia. Y es que, hay que decirlo, los gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón se habían negado a unirse a esta conmemoración que se lleva a cabo en distintos países con la intención de impulsar medidas encaminadas a reducir -y eventualmente eliminar- la homofobia.

El crimen perpetrado en contra de Edgar Sosa se suma a muchos más. Se estima que en sólo cinco años –entre 2003 y 2008- se cometieron 337 homicidios en contra de personas homosexuales, lesbianas, travestis y transexuales, por el sólo hecho de vivir con una orientación sexual o una identidad de género no convencionales. Todavía está fresco el doloroso recuerdo del asesinato de Agnes Torres, activista transexual que estudió en la Universidad Veracruzana y que fue ultimada en el estado de Puebla en marzo de 2012.

Juan Luis Álvarez Gayou, uno de los más reconocidos sexólogos mexicanos, y pionero en esta disciplina en nuestro país, ha dicho lo que pareciera una obviedad pero que conviene recordar: nadie nace homofóbico. La homofobia se aprende.

¿Y en dónde se aprende a ser homofóbico?, ¿qué abona a la homofobia? Son, desde luego, muchos factores. Uno de ellos el machismo que se vive en casa, en donde se tiene la falsa creencia que para ser hombre hay que evitar todo aquello que pueda asemejarse al mundo de las mujeres. Otro de los factores son los innumerables mensajes que se transmiten a través de los medios de comunicación y que, con apariencia de chistes inofensivos, van generando una imagen devaluada de las personas homosexuales. Para no ir muy lejos, hace unos días se le preguntó a Ricardo Pélaez, director deportivo de la Selección Mexicana de futbol, si se permitirá a los jugadores del Tri tener sexo durante el Mundial. El directivo dijo que sí, y de inmediato sacó su chistecito, “siempre y cuando no sea entre ellos”.

¿Qué más abona a la homofobia?, las condenas múltiples y reiteradas que ciertas iglesias lanzan en contra de las personas homosexuales y su permanente rechazo a que estas personas gocen de todos los derechos, como el matrimonio. Son esas iglesias que ante los crímenes perpetrados en contra de Edgar Sosa, de Agnes Torres y de tantas y tantos otros activistas por la diversidad sexogenérica, guardan el más absoluto silencio, pero que cuando se empieza a debatir en torno al matrimonio entre personas del mismo sexo, por ejemplo, alzan inmediatamente la voz.

No serán la solución inmediata, desde luego, pero sin duda representarían un avance importante en la lucha contra la homofobia si se toman dos medidas muy concretas: que se tipifique el delito de crimen de odio (así como se tipificó en algunas entidades, como Veracruz, el feminicidio) y si, en congruencia con el Día Nacional de la lucha en contra de la Homofobia, las entidades declaran el 17 de mayo como el Día Estatal de la lucha en contra de la Homofobia. ([email protected])