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Camila, ser madre soltera entre carencias y violencia económica

  • Iraís García
Camila, originaria de Veracruz, sufre violencia económica por parte de José, su expareja, quien no le pasa pensión alimenticia

Veracruz, Ver.- Cada fin de quincena, Camila cuenta cada peso de su cartera y trata de estirar al máximo lo que hay en su alacena. De su imaginación, crea una variedad de historias para que su hijo, de cinco años, no se dé cuenta de las carencias que hay en casa.

Ella es una de las 8.2 millones de mujeres que son madres solteras en México y que lideran su hogar, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). La historia de Camila, además, está plagada de varios tipos de violencia que se ejercen contra las mujeres.

Hace seis años, Camila tenía un empleo que le encantaba y percibía un salario muy por encima de lo común. Nunca pensó en dejar de trabajar hasta que supo que estaba embarazada. Sabía que el tiempo y la dedicación que le requería su trabajo serían incompatibles con la maternidad – cosa que, asegura, jamás le pasaría a un padre de familia-.

Habló con su pareja, José, quien hasta entonces se portaba respetuoso, atento y que siempre buscaba sorprenderla. Desde que comenzaron su relación, el hombre afirmó que estaba separado de quien supuestamente ya era su exesposa, pero seis años después Camila descubrió que era una mentira y, sobre todo, una estrategia para que no pudiera obtener una pensión alimenticia para su hijo.

De acuerdo con datos del INEGI, en México el 67.5 por ciento de las madres solteras no reciben pensiones alimenticias para sus hijos y sólo una de cada 10 mujeres que demanda a su expareja la consigue. 

Camila y José decidieron que ella dejaría su trabajo durante los primeros años de vida de su hijo, ya que en México las licencias de maternidad son muy cortas, de doce semanas únicamente. El promedio de tiempo de semanas que se otorga por parte de países miembros de la OCDE es de 32.2 semanas.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) establece que el permiso de maternidad mínimo debería ser de 14 semanas remuneradas. Por ejemplo, en Venezuela otorgan 26 semanas y en Cuba 18. Pero esto solo está contemplado para las mujeres que tienen un trabajo formal, pues para todas las mujeres que están en un empleo informal la situación es aún más compleja. 

 

UN INFIERNO JUNTO A JOSÉ

Camila dejó su trabajo. Los primeros meses fueron complejos porque José no ayudaba en los cuidados del bebé, su argumento era que tenía que dormir, pues debía trabajar al otro día, así que la joven se hacía cargo de todo. Una noche, el cansancio de ella fue tal que no despertó a pesar del llanto del bebé, la despertaron los gritos y movimientos bruscos de su expareja. 

Cuando abrió los ojos, él estaba al pie de la cama con el pequeño en brazos, gritándole que era una mala madre por no haber escuchado el llanto del menor, por lo que él tuvo que interrumpir su descanso para atender al pequeño. 

Entonces llegó la pandemia de la covid-19 y las cosas empeoraron. José trabajaba en el sector turístico, por lo que sus ingresos se redujeron de forma considerable. Ella seguía trabajando como ama de casa, lo que provocó una serie de reclamos de parte de José, pese al acuerdo que tenían. 

Camila sabía que José tiene dos hijas más; una de ellas era parte de la dinámica familiar, la otra, más pequeña, no. El argumento de su expareja era que la madre de las niñas no le permitía visitarlas. La niña tampoco sabía de la existencia de su hermano.

Muchas veces, Camila le pidió el acta de divorcio, pero siempre hubo muchos pretextos de por medio. Primero, que no tenía para pagar el abogado, después, que quería sacar la visa y sería más fácil si iba con la madre de su hija y la menor como familia. Más tarde dijo que el abogado no tenía tiempo de atenderlo y así pasaron meses. 

Una noche, en plena crisis por covid- 19, él llegó y le dijo: "tengo que ir a cuidar a mi otra hija, dejaré de dormir aquí, su mamá no quiere que ella venga para acá". Ella no lo podía creer. Comenzaron a pelear, él agarró sus maletas y se fue. 

El plazo que habían pedido con el banco para no pagar la hipoteca estaba por vencer, pero José se fue y no volvió, con el argumento de que su otra hija no podía saber de su existencia.  
La casa está a nombre de Camila, pues era la que tenía un mejor historial y a la que le autorizaron el crédito hipotecario. Eso permitió que él pudiera irse sin hacerse responsable del pago

 

RESURGIR ENTRE LA VIOLENCIA

Durante las visitas que José hacía a su hijo, los pleitos entre él y Camila iban incrementando de intensidad, hasta que un día él le escupió en la cara mientras ella cargaba a su hijo

Otro día, simplemente la empujó, ella perdió el equilibrio y comenzó a caer hacia el ventanal. En un arrebato, José la sostuvo para que no rompiera el vidrio luego de caer tras él. Cuando estuvieron a salvo, siguió gritándole. Su hijo estaba ahí, llorando asustado. 

José se compró un auto de lujo, edición especial, pero argumenta que no es económicamente capaz de pagar una escuela privada con horario extendido para su hijo, lo que permitiría que Camila pueda trabajar. En la zona donde viven, las escuelas y las guarderías son muy costosas, por lo que ella no puede pagarla y salir a buscar un empleo

Cada mes les da un apoyo que él llama pensión, que es solo de una cuarta parte de lo que paga de mensualidad de su auto.  

Ahora, Camila sabe que tiene otros gastos: paga la universidad privada de su hija mayor, la mensualidad de unos terrenos que están a nombre de él y sigue viviendo con la madre de su otra hija, su todavía esposa. Pues nunca "pudo" divorciarse. 

Camila ahora vive en un pequeño cuarto de su casa con su hijo con todas sus pertenencias apiladas en maletas y cajas. 

El resto de la casa lo renta para la plataforma Airbnb. Es la única manera que encontró para no perder su casa, así puede sacar para pagar la hipoteca, aunque a veces el dinero no es suficiente, sobre todo en los meses que turísticamente son considerados temporadas bajas

Ella está incursionando en el ambiente de bienes raíces, es el único trabajo en donde le permiten llevar a su hijo y trabajar desde casa, sin embargo, no tiene un sueldo base y aunque ya han pasado un par de meses, no ha logrado vender una propiedad, por lo que prácticamente sigue sin un ingreso

El poco dinero que le da José como pensión alimenticia lo hace rendir un mes, ha tenido que dejar de comprar los alimentos que están más caros y buscar otras alternativas. 
La violencia económica afecta a 47.3 por ciento de mujeres como Camila, que están separadas o divorciadas, mientras que afecta al 28.1 por ciento de las mujeres casadas.