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Gonzalo: campesino que se gana la vida desenterrando cuerpos en fosas

  • Inés Tabal G.
Gonzalo forma parte del colectivo Solecito de Veracruz, trabaja como jornalero forense

Veracruz, Ver.- Gonzalo Gómez García no estudió Antropología Forense, pero ha encontrado más cuerpos que cualquier especialista de esta disciplina. El hombre bonachón que creció rodeado de vacas y caballos, ha ayudado a encontrar más de 100 restos humanos en distintas fosas clandestinas en Veracruz.

De semblante serio, brazos fuertes y piel curtida por el sol, forma parte del colectivo Solecito de Veracruz.

Hace siete años se unió con la promesa de encontrar a uno de sus amigos que fue secuestrado por integrantes del crimen organizado, y que hasta ahora se encuentra desaparecido.

Pero Gonzalo no forma parte de las víctimas directas que integran el colectivo, él desempeña un oficio que se creó hace seis años en un estado con la necesidad de encontrar a sus desaparecidos.

 

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Los jornaleros forenses hacen el trabajo que las autoridades no han podido hacer en Veracruz, donde hay 7 mil 262 desaparecidos, según datos de la Comisión Estatal de Búsqueda de Veracruz (CEB).

Gonzalo es un jornalero forense o desenterrador, como también le llaman; él observa la tierra, sabe si el sitio fue alterado, si el monte fue removido o si alguien más estuvo antes en ese lugar, conoce si una planta o árbol es medicinal o tóxico.

 

"Cuando tú depositas un cuerpo en un terreno y haces un hoyo, rompes con la textura de la tierra, entonces cuando tú llenas ese hoyo al momento lo dejas abultado, y cuando el cuerpo se infle o haga su erupción va a quedar hueco o a su nivel, pero se va a marcar. La flora misma te marca; si acaba de reventar el cuerpo en los alrededores, quizás, este verde la hierba y ese punto este secó", cuenta Gonzalo.

 

De acuerdo con el hombre de 40 años, la tierra le enseña muchas cosas, buscar fosas clandestinas en Veracruz es adentrarte a todo tipo de terrenos, dunas arenosas, manglares húmedos, lugares boscosos y superficies con piedras.

"La tierra guarda muchos secretos", dice Gonzalo, pero en Veracruz la tierra también guarda fosas clandestinas, 608 para ser exactos, de acuerdo con los datos más recientes de la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas (CNBP). 

Veracruz es el estado con más fosas clandestinas en el país, le sigue Tamaulipas, con 528 y Guerrero, con 459, estas tres entidades concentran 33 por ciento del total de las fosas que hay en el país.

En México, desde 2006 a septiembre de 2021 se han encontrado 4 mil 806 fosas clandestinas con 8 mil 202 cuerpos exhumados.

Mientras que en lo que va del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, se tiene contabilizado mil 971, con 3 mil 259 cuerpos exhumados.

De las 608 fosas que hay en Veracruz, 156 fueron localizadas en un predio de Colinas de Santa Fe, al norte del Puerto de Veracruz, en 2016.

En ese lugar se encontraron 298 cráneos y más de 22 mil 900 restos óseos, de acuerdo con el colectivo Solecito.

 

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Gonzalo y Guadalupe Contreras fueron los dos jornaleros que iniciaron la búsqueda en ese predio hace seis años.

Lupe, como le llama de cariño Gonzalo, fue traído por integrantes del colectivo desde Iguala, Guerrero, esto luego de que su caso se hizo famoso por buscar a su hijo, Antonio Iván Contreras Mata, quien desapareció el 13 de octubre de 2012.

Gonzalo aprendió de Lupe todo lo que sabe; a buscar con varillas largas que clavan hasta lo más profundo de la tierra para encontrar algún olor, alguna marca en el suelo, en los árboles, alguna botella tirada que no pertenece a ese sitio y que pueda indicar si ahí estuvo alguien o enterraron a una persona.

"La primera vez que encontré un cuerpo fue en Colinas de Sata Fe. Yo recuerdo que demoré para poder dormir, yo escuchaba que me hablaban, que me gritaban, que me pedían ayuda. Fue un shock, porque te da alegría, tristeza, escalofríos y la verdad lo vine a asimilar después de seis meses", cuenta.

Ese día ya no entró a la zona de fosas, se quedó en los campamentos para entender lo que había sucedido, pensó que quizás ese cuerpo podría ser su amigo.

Después de docenas de fosas clandestinas y restos humanos encontrados, admite que se acostumbró. Describe como una satisfacción poder darle a una familia el descanso de saber dónde están los restos de sus seres queridos.

 

Un oficio de mucho riesgo

Desde el 2016 hasta la fecha se encontraron diversas fosas clandestinas en lugares como Arbolillo, Alvarado, La Guapota del municipio de Úrsulo Galván, Río Blanco y los más recientes en Mata Ortiz, ubicada en el municipio de Medellín de Bravo, a 30 kilómetros del puerto de Veracruz

En casi todos esos lugares Gonzalo ha estado, "no es una persona que me he pasado por la nariz, son un motón", dice con sarcasmo.

Durante todo ese tiempo asegura vivió muchas cosas, algunas amenazas por parte de personas del crimen organizado y peligros a los que se expone en las búsquedas, también a las inclemencias del tiempo que poco a poco deterioran su salud.

 

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"He tenido problemas, he recibido amenazas, me ha dado golpes de calor por el cambio de temperatura, tengo afectaciones en la nariz por andar oliendo a tanto cuerpo", dice.

 

Asegura que es un trabajo demandante, por el cual se mantiene alejado de su familia, pues los puntos de búsqueda se encuentran en algunas ocasionas a fuera de la ciudad.

Admite que a veces el sueldo no alcanza, él gana 2 mil pesos a la semana que madres del colectivo Solecito juntan gracias a ventas de comida y bazares, con eso mantiene a sus tres hijos y su esposa, mientras que los fines de semana realiza trabajos de albañilería para conseguir más dinero para su familia.

De ordeñar vacas a encontrar cuerpos

Gonzalo nació en la Ciudad de México, pero desde los cuatro años sus padres lo trajeron a vivir a Veracruz, en el municipio de Medellín, tras una crisis económica que atravesó su familia decidieron mudarse.

A la edad de siete años fue entregado a una familia para que trabajara en la ordeña de vacas y diversos trabajos de campo, a cambio de ropa, comida y techo.

De sus tres hermanos solo uno pudo estudiar, Gonzalo no tuvo esa oportunidad, pese a que intentó aprender, admite que las letras no eran lo suyo.

 

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"Yo me la pasé trabajando para apoyar a mis padres, no tuve estudios, no tuve nada". 

 

Todos esos conocimientos hicieron que aprendiera todo lo que sabe del campo, esa experiencia le valió para ser reconocido por muchos expertos forenses.

"Siempre me crie en la libertad, en el campo abierto, yo vivir en la ciudad me asfixia. Mi vida fue el campo", dice Gonzalo mientras señala la casa donde se hospeda durante la semana de búsqueda de fosas clandestinas.

Gonzalo solamente espera encontrar a su amigo, sabe que una vez cumpla esa promesa podrá retirarse del oficio, mientras tanto seguirá en su búsqueda.

 

 

 

FP