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Usaban pescadores para llevar cuerpos a 'El Arbolillo', en Veracruz

  • Miguel Ángel León Carmona
En un predio de esta comunidad fueron hallados 47 restos humanos; los criminales no dejaron rastros terrestres, ni uno solo

Alvarado, Ver. “La maña comenzó a reclutar a pescadores en la región de Alvarado porque vieron que aquí no hay trabajo. Te daban una lancha camaronera y combustible para que la ocuparas toda la mañana, pero en la noche ya eras de ellos y te mandaban a traer cadáveres, a veces desde Boca del Río. Hoy ya sabemos adónde los venían a enterrar”.

Son las palabras de un lugareño de El Arbolillo, una pequeña comunidad de pescadores y jaraneros ubicada al sur de Veracruz, que a partir de hoy será recordada por albergar el tercer cementerio clandestino más numeroso de Veracruz; con 47 cadáveres que habrían sido trasladados en bolsas negras, con la complicidad del Golfo de México. 

El pasado jueves 16 de marzo de 2017, un convoy de la Secretaría Armada de México (Semar) arribó al municipio de Alvarado a custodiar un rancho situado sobre la carretera federal 180 Matamoros - Puerto Juárez. Las autoridades federales y estatales fueron advertidas que, en la parte trasera de ese predio, “debajo de cuatro palmeras” hallarían hileras de cadáveres inhumados. Y así fue.

Los anónimos no exageraron, pues los trabajos de exhumación llevaron 72 horas continuas a peritos de la Fiscalía General del Estado (FGE) hasta que la cuenta cerró 47. El predio de El Arbolillo terminó siendo más apabullante que las escasas tumbas que se aprecian en el panteón del pueblo, con apenas mil habitantes.

Un crimen que a pesar de su magnitud no dejó rastros terrestres, ni uno solo. No hubo reportes de gente desconocida que ingresara al predio por la entrada principal. El rancho de El Arbolillo a la fecha permanece en funciones, dos campesinos podan zacate en las inmediaciones.

El hallazgo se registró en la parte trasera del rancho, al pie de una laguna que desemboca en el Río Blanco, el más extenso en Veracruz. Elementos de la Marina respaldaron los señalamientos de los lugareños, pues refirieron que descubrieron un lugar donde encallaban lanchas, a unos metros de la zona acordonada.

“Esos cabrones se dan mañas, aunque a nosotros no nos sorprende. Ya hubiéramos acabado con ellos, pero ahora los derechos humanos los defiende y uno ya no puede hacer bien su chamba”, comparte un marino encargado de entrevistar a los visitantes.

Es el mediodía del sábado 28 de marzo, el lugareño mientras observa a lo lejos los trabajos de exhumación, insiste que los lancheros de su región desde 2014 comenzaron a ser contratados por elementos del crimen organizado. Explica que lo que empezó como tráfico de drogas, vía marítima, terminó trasiego de víctimas.

Los trabajos clandestinos que practicaban los pescadores, se daban de madrugada, en medio del sigilo que brindan las madrugadas y con el amparo del Golfo de México, y su extensión que se vuelve imposible de patrullar para los únicos responsables de ese territorio federal, que es la SEMAR.

“La gente mala se aprovecha de la falta de trabajo aquí en la zona y te agarran por hambre. Las órdenes principalmente era transportar droga desde Mandinga, Alvarado y ya luego cuerpos desde Boca del Río”, abunda el hombre quien remira a los cuatro puntos de la Rosa de los Vientos.

La trayectoria referida por el habitante dista de 44 kilómetros, partiendo del manglar de la comunidad de El Arbolillo hasta el Puerto de Veracruz. Los ilícitos se habrían cometido a pesar de la presencia de la Heroica Escuela Naval Militar, ubicada en la comunidad de Antón Lizardo, sitio al que acudió el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, el pasado 11 de agosto de 2016 con motivo de la ceremonia de graduación de cadetes. 

A lo largo de esa ruta, también existe por lo menos siete instalaciones consideradas De alta prioridad para la SEMAR, que son resguardadas por mar y tierra.

Fosas de Arbolillo y la relación con Colinas de Santa Fe

El 2 de agosto de 2016, las madres del Colectivo Solecito comenzaron labores de búsqueda en el predio anexo al fraccionamiento Colinas de Santa Fe, en el puerto de Veracruz, en dónde hasta la fecha se han inhumado 253 cadáveres. La violencia en la conurbación se mantuvo, puntualmente las desapariciones y homicidios dolosos. La pregunta que se hacían las buscadoras era, ¿adónde van a parar esos cadáveres?

El Fiscal General del Estado, Jorge Winckler Ortiz confirmó al cierre de los trabajos periciales en la fosa clandestina de El Arbolillo, la identificación de cuatro cuerpos, cuyas desapariciones se reportaron la zona Veracruz – Boca del Río, entre el 03 de septiembre y el 03 de octubre de 2016, cuando el colectivo Solecito ya tenía custodiado el predio de Colinas de Santa Fe y las fuerzas del orden operaban, vía terrestre, en las inmediaciones del cementerio clandestino. 

La afirmación del titular de la FGE, dijo, se logró gracias a credenciales de elector, departamentales y otras identificaciones de las víctimas.  El primero de los dos casos mencionados fue el de una familia queretana, (Dolores P., Javier S. y Karen S), quienes viajaron el 3 de septiembre de 2016 a Veracruz, a pasar un fin de semana a su casa de playa en el municipio de Alvarado.

De acuerdo con un familiar de las tres personas desaparecidas, (su hermana, su cuñado y su sobrina, de 19 años), los tres irían al Festival de la Cerveza el sábado 3 de septiembre, en el Malecón de Veracruz. La familia salió de su casa en Alvarado cerca de las 19 horas con 20 minutos y desde entonces perdieron comunicación satelital.

El segundo caso mencionado por Jorge Winckler Ortiz, fue el de Isaías J. H., de 29 años de edad, quien de acuerdo con la carpeta de investigación 1582/2016, desapareció el 06 de septiembre de 2015, también en Boca del Río, Veracruz.

Los cadáveres de estas cuatro personas fueron trasladados 54 kilómetros hasta el manglar de Alvarado, a pesar del operativo desplegado por elementos de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP), y la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).

Dichos planteamientos le fueron expuestos al lugareño que relató la colaboración forzada de los lancheros de la región con el crimen organizado. El hombre mira fijamente el río que está a espalda suya y a las fosas de Arbolillo y emite una última excusa, “por acá todos andamos espantados, nos sorprende tanta maldad, pero la mayoría sabe que no hay de otra que no oír, no ver, ni platicar nada”, dice, mientras a paso lento se retira del manglar sobrevolado por aves de rapiña.

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