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Quería ser futbolista profesional; ahora roba gasolina

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“El Negro”, un joven que pertenece a una banda de "chupaductos", asegura que es un negocio solapado por autoridades

VERACRUZ. De niños los dos hermanos pasaban sus días jugando futbol y soñando entrar a Primera División. “Para eso se necesita suerte y palancas (recomendaciones)", dice "El Negro". Entonces tuvieron que canjear sus aspiraciones deportivas por las de ascender de rango en las bandas delictivas de Veracruz. Ahora él roba gasolina de los ductos de Pemex, y su hermano más chico es sicario.

"El Negro" pidió que le llamemos así en esta entrevista, aunque en realidad su apodo en la banda es otro. Él dice ser un “huachicol”, como se les conoce a quienes extraen combustible de manera ilegal para su venta en la zona de Veracruz y Puebla

“Andar de huachicolero es un poco menos arriesgado que si te metes a secuestrar o a levantar gente. Los huachicoleros les pasan gasolina a Los Zetas para que les den permiso de vender y no les hagan nada. Los Zetas cuidan a los huachicoleros. Les vienen tirando paro”, cuenta el joven de 19 años de edad.

Su grupo está conformado por 50 personas que se dedican exclusivamente a robar el combustible y venderlo en el corredor de la zona sur de este estado con el resguardo de la célula delictiva de la que su hermano “El Flaco”, de 17 años de edad, es cabecilla de un escuadrón.

La labor de “El Negro” es vigilar que cuando se esté extrayendo o transportando el combustible no se acerquen autoridades o alguien que pudiera delatarlos. A condición de no revelar muchos detalles aceptó hablar con E-Consulta Veracruz.

“Me invitaron a trabajar, me dijeron que me daban mil quinientos pesos por día trabajado como halcón, echando aguas nada más y así”, comenta mientras enciende un cigarro.

Es su día de descanso y pactó la cita en un bar de su confianza, donde nadie entra; así lo tiene encomendado el cantinero. Tiene frente a sí cervezas, cigarros y su celular que atiende cada tres minutos como si lo estuviera monitoreando. De fondo se escucha fuerte la música de banda. Es un joven lánguido, de manos ásperas, con diez vellos en su barbilla; dueño de una mirada militar, aunque con una voz ronca y aguda a la vez, como si una parte de él no dejara aún de ser niño.

Desde hace tres años -cuando entró en el negocio- ha observado cómo se trabaja para extraer el combustible.

“Hay gente que nada más escarba; otros van, hacen el orificio en los ductos y ya conectan la manguera. Los que ordeñan conectan las mangueras y las sellan para que no se les vote, después ya llega la gente con las pipas y los galones, y empiezan a cargar. Por lo regular en la noche”, explica.

Asegura que en un día provechoso su grupo abastece dos pipas con capacidad de 20 mil litros cada una. Es decir, logran un cargamento valuado en medio millón de pesos que habrá de distribuir en seis municipios, a lo largo de 30 kilómetros.

“Los huachicoleros que ordeñan ya saben cuándo no va a pasar el producto — el combustible — alguien les avisa y aprovechan para hacer el hoyo sin que hagan reguero”, dice.

Él junto con otros tres halcones se encargan de vigilar un radio de un kilómetro mientras se está realizando la extracción. Las vigilancias las hacen a bordo de motocicletas o vehículos particulares.

“Los halcones vigilan que no entren estatales, marinos y así. Con los municipales no hay pedo, porque les dan su mochada. Tenemos un grupo de Whats App y vamos reportando. Si los policías se nos llegan a pasar nos madrean, nos pegan con una tabla o a puro madrazo”, explica riendo.

Una vez terminada la extracción, los vehículos cargados son custodiados por dos carros, llamados punta y cola, uno va adelante y otro detrás. Posteriormente los litros de gasolina son trasladados a talleres mecánicos, bodegas y casas de seguridad para ser revendidos en las ciudades.

“Los huachicoleros tienen gente a quienes le venden. Hay revendedores que compran a los huachicoleros en seis pesos el litro, pero les dicen que si los agarran pues ya es su pedo… No te vamos a hacer el paro y no vayas a andar diciendo quiénes son los que estamos adentro y todo. Si no echan de cabeza a los patrones, los ayudan a sacarlos de la cárcel. Si ven que no aguantan la madriza, pues ahí los dejan”, cuenta “El Negro”.

“El litro de gasolina está a 10 pesos, por lo regular se vende en galones de 20 litros, que son 200 pesos. Los huachicoleros les venden a conocidos y así se va corriendo la voz. Al punto llegan taxistas y particulares. Los que van ya saben que les sale más barata la gasolina”, refiere.

- ¿Quiénes están en este negocio con los huachicoleros?

 - Pues casi todos. Los policías municipales le trabajan a Los Zetas porque son como sus halcones y luego hasta ellos mismos agarran gente y se las llevan a los patrones. Hasta les dan sus armas a Los Zetas para que anden trabajando, contesta riendo de nuevo.

La cadena de sobornos incluye a los oficiales encargados del tráfico. “Los tránsitos igual están con ellos, le pagan 5 mil pesos al mes al delegado. Ellos avisan si ven carros sospechosos, que no tengan placas de acá de la zona. Los paran, llegan Los Zetas a revisarlos y ya, si son contras se los llevan y los matan. Los estatales — elementos de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado — y la Marina ahorita no están aliados con los huachicoleros. Antes había estatales que sí les tiraban paro, les avisaban”, asegura.

Sobre su hermano habla poco. Recuerda que se inició como sicario a los 15 años cuando hasta su barrio llegó un hombre preguntando por el “chamaco más chingón para los madrazos”. Entonces los muchachos de pequeñas bandas dedicadas a pintar paredes o beber sobre la vía pública lo recomendaron.

“El jefe de plaza lo quería subir a trabajar. Le dijo, métete chamaco o si no te mato. Yo no me meto en sus desmadres porque la neta está más cabrón. A él le vale madres”.

Hace tiempo que el más joven de los hermanos no practica futbol, no obstante, su oficio le reditúa una mejor paga que a cualquier jugador de Tercera División Profesional en Veracruz, que promedia en los cinco mil pesos mensuales.

“El Flaco” recibe 10 mil 500 pesos quincenales por tareas que se resumen con cuatro verbos: secuestrar, cobrar, torturar y asesinar. 

“A veces — a sus víctimas — les echa agua y les da toques; los encuera; los sienta en hormigueros; les pega, de todo. A algunos los degüella o les mete un madrazo en la cabeza con la parte de atrás de un hacha. Y ya, ahí quedan”, cuenta mientras sorbe el caldo de camarón que le han llevado hasta su asiento como cortesía.

Han pasado casi 60 minutos, unas seis cervezas, el doble de cigarrillos y las puertas permanecen intactas desde que comenzó la conversación. Entonces invita a los reporteros a ir a un punto donde se vende gasolina y da aviso al grupo que los cuida de que estarán en la zona.

“Ahorita los contras son los del Cártel Jalisco Nueva Generación; son los que quieren entrar acá y con ellos se agarran seguido. A veces se roban gente. Los contras vienen a matar a Los Zetas, a los que son bien conocidos o a los que ya tienen bien puestos (identificados)”.

El centro de venta

Frente a un taller mecánico se aprecia una fila de seis vehículos que esperan turno.  Llegaron hasta ahí para cargar combustible “del barato”. Hay tres taxis, dos autos de colores oscuros y parabrisas polarizados cuyo precio debe superar los 400 mil pesos. También hay una camioneta marca Ford con las siglas institucionales de algún municipio veracruzano.

Del taller mecánico se asoma un sujeto de unos 40 años de edad y pide al taxista, el primero de la fila, que se estacione frente a un auto desvalijado y en aparente proceso de compostura. El conductor y el dueño del negocio intercambian saludos, billetes y una sonrisa.

Tras un chiflido del dueño aparecen tres muchachos de la talla de “El Negro”. Uno carga una manguera y un galón con capacidad de 20 litros. Los otros dos se reparten en cada esquina de la cuadra. Al este uno de ellos vigila desde una escuela preparatoria, al oeste el otro hace el mismo ejercicio parado frente a un parque de juegos.

El dueño del taller mecánico inserta la manguera en el carro desvalijado y abastece el bidón con gasolina. Posteriormente succiona un poco de combustible con la boca para filtrar el huachicol en el vehículo de transporte público.

“Hay varias mañas para ocultar la gasolina, algunos la esconden en bodegas, otros en tambos o como este bato, en carros descompuestos, los llenan hasta la madre de gasolina para que nada más cuando lleguen los clientes, de ahí saquen el producto”, cuenta “El Negro”.

Los taxistas son clientes potenciales en la zona. Un ruletero de aquel lugar compartió a este medio que ahora los dueños de los taxis les exigen al final de la jornada comprobantes de las gasolineras para evitar que carguen en los puntos clandestinos.

“Los dueños del taxi te piden facturas, tienen temor de que les vaya a pasar algo, pero al chile me vale madres, quien carga soy yo y solo así me alcanza. Esta madre – el tanque de gasolina -- es de 40 litros, lo que hago es que le echo 30 litros de huachi y 10 de la buena, para que se compense la cosa”, dijo el taxista entrevistado.

“El Negro” insiste en que el producto no se vende a cualquiera. “Si tú vas y no te conocen, te preguntan quién te dijo y luego le marcan a esa persona y le piden las señas del carro. Si vas solo, nada más no te venden”.

De pronto al taller mecánico llega una segunda patrulla municipal de la que descienden tres elementos; saludan al dueño del negocio y mientras son abastecidos de combustible hacen otro saludo a los sujetos que permanecen en los vehículos de lujo, “los patrones”, asegura “El Negro”.

“El día que Los Zetas quieren gasolina le piden al patrón de los huachicoleros, siempre deben de tener gasolina para la hora que ellos quieran. Y si no tienen pues los cagan o los putean, les pegan una madriza o se los llevan un rato a su casa”.

Asegura que existe un “mandamiento” entre los huachicoleros: “’no ser panochón’”. “Es la gente que es mamadora, que nada más se dedica a estar tomando o va a los bares a mamacear. Se crecen de que chambean de huachicoleros, llegan a los bares y dicen yo trabajo ahí y se quieren lucir para llamar la atención, nada más para que los respeten. Supuestamente jalan más viejas, pero nada más les hacen caso porque ven que tienen dinero”, y suelta la carcajada.

Los mandos hacen recomendaciones a sus halcones. “Les advierten que si andan tomando no anden de panochones. Si eres Zeta o huachicolero, pues no andes diciendo, les dicen los patrones”.

Sobre los castigos dice que si no hacen caso los entregan con autoridades y con los contrarios. “Algunos aparecen madreados, otros no, pero pues ya es su pedo”.

El último hallazgo relevante de combustible robado en Veracruz se registró el 17 de enero de 2017 en el rancho El Faisán, ubicado en el kilómetro 51 de la carretera Veracruz – Cuitláhuac. La fiscalía aseguró 80 mil litros de combustible en 58 pipas de las cuales 38 estaban reportadas como robadas y 14 tenían el número de serie remarcado. Al “Negro” se le pregunta si estuvo enterado de aquella noticia, donde no hubo detenidos. “Simón”, contesta con una última carcajada sin dar más detalles. 

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