Elecciones: elemento superficial de un fondo constituido por el voto pensante

  • José Luis Ortega Vidal

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Samuel Pérez García: filósofo, poeta, activista político, presentó el domingo 1º de mayo su libro: ¿Pensar o acatar?

El provocador título de la obra, consistente en una serie de breves artículos de lenguaje y argumentos muy sencillos, llama de inmediato a su lectura, a pesar de la profundidad de los temas abordados.

La obra se divide en cuatro capítulos; a saber: Pensar o acatar; El discurso sobre la pobreza; De economía política y Pensemos nuestra circunstancia.

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Samuel Pérez García es maestro en la Universidad Pedagógica Nacional -Campus Coatzacoalcos- y líder del partido MORENA en Cosoleacaque.

De hecho, su libro se presentó en la sede del partido de izquierda en la tierra de Los Cojolites.

Prácticamente, la media centena de integrantes del público que acudió son militantes de MORENA y muchos tuvieron la oportunidad de participar dando su opinión sobre lo que escucharon de parte de los presentadores y del propio autor.

Menciono estos detalles por honestidad intelectual.

Estoy convencido de que un periodista debe siempre contextualizar sus argumentos, sean sobre el tema que sean.

De otro modo, se corre el riesgo de que el lector lea o escuche una versión sesgada, comprometida, vendida y por definición falsa acerca de determinado acontecimiento.

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Para mí, lo esencial de la presentación del libro ¿Pensar o acatar? es la reflexión colectiva que allí se generó.

Ubico tal pensamiento en el ámbito político que los veracruzanos estamos viviendo de cara a los comicios del 5 de junio venidero.

El subtítulo de la obra escrita por Samuel Pérez se plantea: “Ideas para reflexionar nuestra práctica política”, es decir, se dirige particularmente a militantes o aspirantes a militar en una agrupación política, pero no es ajeno a un acercamiento del público en general, aquel que gusta de la política pero no de la militancia o al ajeno a ambas circunstancias.

A diferencia de los impulsores de partidos o de organizaciones políticas que luchan por el poder (esto es de promotores de la militancia) tengo una confianza que casi se convierte en acto de fe en la sociedad civil.

Ambos elementos: la militancia y la sociedad civil consciente y organizada me parecen esenciales para el desarrollo de nuestra sociedad.

La diferencia es que la figura de los partidos políticos -de izquierda, centro o derecha- luce hoy muy desgastada, superada.

De algún modo ha cumplido su papel histórico y requiere renovarse; mientras que la sociedad civil está ahí, en pañales, ingenua, dispersa, ignorante de su deber y del papel que está llamada a jugar en la construcción de su propio futuro.

En más de un Claroscuros he planteado la necesidad de construir un voto pensante y lo he definido como aquel en el que el ciudadano se asume como dueño de sí mismo, al entender que el poder le pertenece y que la clase política sólo está de paso por la estructura de gobierno que se ha diseñado para el bienestar de todos y no para el beneficio corrupto de unos cuantos.

No es fácil entender esto.

Samuel retoma en su obra la frase del Subcomandante Marcos que desde la revuelta de Chiapas planteó la obligación de "mandar obedeciendo".

Esto no es un discurso de izquierda, aunque lo parezca.

Se trata de un pensamiento humanista de largo alcance que requiere una reflexión  individual y colectiva, lo mismo que la idea -expuesta por Pérez García- de que obtener el triunfo de un gobierno no significa alcanzar el poder.

Un gobierno es temporal, el poder es un fenómeno histórico; estructural, en mi opinión: de largo alcance y rodeado, ciertamente, de muchos más elementos que una simple Presidencia.

Por tanto, discurrir sobre la lucha social que implica la búsqueda de justicia, libertad, equidad, desarrollo, va más allá de lo ideológico y penetra el terreno de la consciencia.

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Ayer, 3 de mayo, dio inicio la campaña de los aspirantes a diputados locales por Veracruz.

30 puestos son disputados por 268 participantes.

Punto aparte son las diputaciones plurinominales.

Para éstas los partidos presentarán sus listas a mediados de mayo y suman 20, de modo que el Congreso Local se compone por 50 Legisladores.

En teoría esos diputados son independientes.

Sin embargo, acaban siendo cómplices del poder ejecutivo, como es el caso del Congreso Local actual de Veracruz con relación a Javier Duarte de Ochoa.

Nuestros diputados no asumen el papel que les corresponde no por ignorancia sino por conveniencia, por cinismo.

El lunes 2 de mayo nos hemos topado con el hecho significativo de que la lucha por la gubernatura ya no es entre dos sino entre tres: los primos Yunes –Héctor y Miguel Angel- y Cuitláhuac García.

No detallo aquí nombres de partidos porque observo en esta parte de la lucha política, es decir en la electoral, la de candidatos y organizaciones partidistas, la superficialidad de una realidad que esconde un elemento mucho más importante e ignorado: el del voto pensante.

México no vive una democracia.

Veracruz tampoco.

Todos: hombres y mujeres de poder y sociedad civil: formamos parte de un espectáculo triste bañado de pseudo encuestas, luchas por intereses personales, corrupción, manipulación, demagogia, complicidad que incluye a empresarios, políticos, medios de comunicación y partidos políticos, impunidad, injusticia y pobreza.

Esto no cambiará con las elecciones así pasemos un milenio llevándolas a cabo.

Mucho menos con un gobierno de dos años.

Es vergonzoso que los candidatos expongan una serie de compromisos con el afán de ganar votos, mintiendo absolutamente porque el primero de diciembre venidero lo que recibirá el próximo gobernante de Veracruz será una administración saqueada, un estado en ruinas, una sociedad huérfana y harta y una cadena productiva desecha.

Lo único cierto es que viviremos dos años para armar un nuevo relevo gubernamental.

Nomás.

He aquí la necesidad de ver más allá de la superficialidad.

Las campañas son falsas, por definición, y las actuales lo son de manera escandalosa.

El voto pensante busca cambiar eso: convertirnos en ciudadanos conscientes a los que no sea posible engañar y exijan y sean testigos de la aplicación de justicia y el freno a la impunidad.

Esta circunstancia lastimera cambiará con ajustes generacionales: enseñando paso a paso, a quienes nos sigan, a pensar, a razonar, a empoderarse ellos mismos no sólo convirtiéndose en candidatos de lo que sea –si es su deseo- sino, fundamentalmente, a construir su propia condición de seres libres pensantes, alejados del acatamiento, instalados en la reflexión autocrítica de su propio destino.

A ser, alguna vez, seres sociales en el más amplio significado del concepto, y no sólo en partícipes de una masa que se emborracha de palabras vanas en plazas públicas donde el orador original del Zoon Politikón aristotéllico se ha convertido en un patético payaso que reparte basura y escucha aplausos mientras promete robar, robar, robar hasta el absurdo...