¿Coaching ontológico?
- Fidencio Aguilar Víquez
Según el Manual de Consultoría política (Santiago, Ortega y Carpio, Madrid 2016) un(a) candidato(a) requiere de un coach ontológico (1). Aunque los consultores parten de las emociones del político (que denominan inteligencia emocional), en realidad pretenden ir más allá de la misma, planteando lo que califican como «eudemonía» política moderna. Se trata de un conjunto de virtudes que querrían rescatar el pensamiento clásico griego (Sócrates, Platón y Aristóteles) para adaptarlo y adoptarlo a la política de nuestros días.
Como en todo uso del lenguaje, hay equívocos que sólo se previenen con un buen juego analógico, es decir, comprendiendo que se trata de términos que significan, en parte, algo igual y, también en parte, algo distinto. El coaching ontológico hay que mirarlo con tales ojos. Primero, ver qué quieren decir los consultores políticos y, segundo, comprender sus límites y abusos. La tesis es atractiva si se parte de una teoría o doctrina de la felicidad (que es lo que significa «eudemonía»), que concierne a la vida de la «ciudad», según los griegos.
Los consultores políticos citan la personalidad de Sócrates y las tesis de Platón y Aristóteles para plantear la necesidad de los políticos de encarnar en sí mismos un conjunto de virtudes que los muestre atractivos para sus pretensiones de gobernar a la «polis». Vivir según la razón, de acuerdo a la verdad y al bien, realizando el fin de la naturaleza humana, es la coherencia que, de acuerdo a los mencionados consultores, necesitan realizar en sus personas los políticos para mostrarse como personas atractivas a los electores.
Para tales efectos, de acuerdo a los consultores, los políticos, ya como candidatos, requieren del coach ontológico. Hay cinco puntos que destacan para el manejo de las emociones del político: 1) La inteligencia emocional basada en la «eudemonía» política moderna; 2) El coaching ontológico ya mencionado como proceso de transformación y de crecimiento personal; 3) El coaching ontológico como medio para desarrollar la inteligencia emocional del político; 4) El papel del coach en ese proceso; y 5) Algunas situaciones típicas del mismo.
Lo que llama mi atención de entrada es que los consultores destaquen la racionalidad de los griegos y deriven el asunto de la misma hacia la llamada «inteligencia emocional», sin que expliquen la conexión entre la razón, la virtud y, precisamente, la parte de las virtudes morales (que identifican con las emociones). Pero insisto, hay que ver qué es lo que quieren decir para ver el alcance de sus planteamientos. La conexión entre «inteligencia emocional» y «eudemonía» la plantean en las creencias y valores que asume el (la) candidato(a) (2).
Desde luego, no se trata de una discusión filosófica, que incluso un estudiante de Filosofía puede entablar en el aula, pero valdría la pena señalar que cuando aparecen esos tres filósofos, que la historia ha puesto de relieve, los asuntos públicos dieron un giro que fue más allá de la palabra y de la retórica de los políticos de entonces: los sofistas. En efecto, no se trata solamente de la retórica y de la persuasión para convencer a los demás, sino de la virtud (areté: fuerza) que encarna quien hace uso de la voz y que propone para la «ciudad».
La virtud dará a la «ciudad» la capacidad de formar buenos ciudadanos y buenos ciudadanos harán una «ciudad» virtuosa. En la «ciudad» el ser humano realizará su humanidad mediante la justicia, la fortaleza, la templanza y, como conductora, la prudencia, la phrónesis. De ahí que la más grande virtud que debe tener quien conduce a la «ciudad» es precisamente esta: la prudencia. Prudencia para sostener la justicia y el bien de todos los ciudadanos, porque ese es el fin de la «ciudad». La política va más allá de la palabra.
Pero volvamos a los consultores políticos. El coaching ontológico que proponen es desarrollar en los candidatos y candidatas un proceso de transformación y crecimiento personal, donde las competencias emocionales, el hacer, el pensar y la comunicación mantengan una unidad en la persona de éstos. Es una suerte de sinónimo de integridad del político. Sin embargo, el énfasis de los consultores es en el aspecto emocional, cuando, según sus mismos presupuestos, debería ser sobre todo racional. He aquí un punto crucial.
Desde luego, es importante para candidatos y candidatas saber dónde se sitúan, por qué están ahí y, sobre todo, qué rumbo quieren darle a sus propuestas (incluso a sus vidas). Pero el tema de la virtud —sobre todo en los momentos de decadencia política— va más allá del manejo emocional. La virtud tiene que ver tanto con lo personal como con lo colectivo. Sobre todo, con los elementos prepolíticos como la confianza y la credibilidad, con el deseo de bien y de justicia que no se reducen a recursos retóricos, sino a la vida de la sociedad.
No sé si a este tipo de coaching se pueda llamar ontológico, para mí sería psicológico, puesto que busca más bien un equilibrio emocional del candidato o candidata. Equilibrio que les permita mirar con altura, estar a la altura y tomar las mejores decisiones. Ese sería el papel del coach. Incluso, en los momentos más álgidos de una campaña política, o del maremagno político del momento, el político —con la ayuda del coach— puede hacer un paréntesis para escuchar la realidad y escucharse a sí mismo, incluso, ser él mismo fuera de máscaras.
Hay tres momentos, según los consultores, en que el político requiere del coach: 1) Cuando necesita pensar en sí mismo (para no desconectarse de quién es, de su vocación, de sus convicciones profundas); 2) Cuando requiere mirar la relación con su partido político y el puesto que ocupa en él; 3) Cuando necesita reflexionar sobre su relación con los ciudadanos. No son asuntos fáciles. Necesita un espacio de soledad y de meditación. El coach es el profesional que le ayuda en esas tareas. Desde mi óptica ese es el valor del texto citado.
(1) J. Santiago Barnés, M. G. Ortega Jarrín y J. A. Carpio García, Consultoría política, Universidad Camilo José Cela/ Centro Internacional de Gobierno y Marketing Político, Madrid 2016, pp. 68-70.
(2) Ib., p. 69.
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Doctor en Filosofía por la Universidad Panamericana y autor de numerosos artículos especializados y periodísticos, así como de varios libros. Actualmente colabora en el Centro de Investigación Social Avanzada (CISAV).