Este insomnio

  • Jafet R. Cortés

La madrugada  es un lugar salvaje, que oculta a la luz de la noche ideas que el corazón calla. El silencio funge como una caja de resonancia, multiplica exponencialmente el acecho de ciertos pensamientos peligrosos; escuchamos su respiración de cerca, mientras domina la imperiosa necesidad por no dormir.

A la luz de la noche, no poder conciliar el sueño plenamente, se vuelve un suplicio que solo se detiene algunos momentos mientras pestañeamos un poco. El desvelo, con naturalidad posterga los segundos, entre reflexiones que asaltan sin aviso ni cuidado, y el pecho que desprende un mandato por sobrevivir.

Todo tiene un lugar en el mapa y un sentido, aunque lo desconozcamos la mayoría de las veces a simple vista; todo tiene un lugar y un sentido, hasta la pérdida de sueño si buscamos ordenar las ideas nocturnas, darles piso.

En ocasiones la respuesta es tan sencilla como el exceso de cafeína, azúcares o comer algo pesado; otras devienen de un coctel más peligroso. Una mezcla entre preocupaciones, miedos, heridas; nostalgias torbellino e inseguridades; exceso de pensamientos y asuntos pendientes, que no necesariamente penden de un frágil hilo, sino de una resistente y voluminosa cadena.

La noche no es una ciencia exacta, y es difícil saber con certeza qué esperar de ella, aunque se intuya por su movimiento natural, una peligrosa tendencia cuando por más que queramos no podemos dormir.

A cierta hora se acumulan los desvelos; más de una historia nos asalta sin otra razón aparente más que sofocarnos; tomar precauciones se vuelve indispensable para sobrevivir. Diversos demonios nos llaman con insistencia; monstruos personalísimos que habitan debajo de la cama; criaturas de la noche que saben todos y cada uno de nuestros secretos.

La preocupación adquiere un peso -en ocasiones- desproporcionado e insostenible. Por más que intentamos dormir, el sueño no llega. Rechazamos recetas ajenas y propias, que fracasan -una a una- en nuestros ensayos por sobrevivir al desvelo.

El miedo, la preocupación, el apego, la ira y un sinfín de sentimientos, deambulan en forma de nostalgias cuando les recordamos con tristeza. La madrugada se vuelve el momento predilecto para convivir en soledad, promueve volátiles y peligrosas mutaciones; melancolías con filo que perpetúan el ahora, embriagándolo de futuro.

Qué tanto nos oculta la noche en aquel profundo e ilimitado bosque, repleto de secretos a voces y espejos sucios, ecos de nosotros mismos que representan nuestros más terribles y verdaderos miedos. Una encrucijada difícil, pelear contra las sombras de lo que fuimos, resistir ante las ansias expectantes de lo que seremos.

Se ilumina un camino entre todos, nos invita a continuar nuestro tránsito por la peligrosa noche, buscando descifrar el significado de este desvelo, esperando con ello hacer las paces con los numerosos monstruos que habitan en las sombras; entenderlos, y por fin conciliar el sueño. Dormir.

 

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