Para quienes son amantes de la lectura y de las grandes obras literarias, con el simple hecho de haber leído el encabezado de esta columna, le pudo causar inquietud de encontrarse con un análisis, crítica o comentario respecto de la obra de la escritora chilena Isabel Allende, publicada en el año 2002 y cuyo target lo encuentra en lectores adolescentes. Sin embargo, no es así.
En este sentido, se trata de una ciudad donde también se alojan bestias de diversa índole; por un lado, se encuentran quienes no comprenden el daño que causan a un ser humano al arrebatarle a un ser querido de la manera más vil, quitándole la vida; por el otro, quienes a pesar de tener la encomienda de controlar la seguridad de una ciudad, son incapaces de poder hacerlo, ya sea por falta de preparación, ineficacia o complicidad; pero también, no se escapan quienes fueron electos por la ciudadanía para cumplir con una gran encomienda: el bienestar y la seguridad de los habitantes de dicho territorio.
En primera instancia, se encuentran esos individuos que sin mayor remordimiento arrebatan vidas; por el otro, quienes se dicen los guardianes del orden y, finalmente, los funcionarios que encabezan un ayuntamiento y que son los responsables de lo que dentro del territorio suceda y de dar solución a diversas situaciones.
En Martínez de la torre, uno de los principales municipios de la entidad veracruzana, por su capacidad económica, conviven a diario con el resto de los individuos, bestias de este tipo, y no con la cualidad que le da el sentido literario, refiriéndose a un monstruo o ser fantástico, si no al que le da la RAE, "Persona ruda e ignorante, ya que se necesitan estas dos “grandes cualidades” para no comprender el dolor que se causa a la gente con tanta violencia y, de la misma forma, no saber la manera en poder darle solución a esta problemática, aunque cada día que pase más personas continúen siendo afectadas.
La vida ya no es fácil en esta selva, haciendo referencia nuevamente a la novela de Isabel Allende; Martínez de la Torre es un municipio joven y de progreso, sin embargo, en los últimos años, la delincuencia, la inseguridad y el crimen organizado han robado la tranquilidad y la felicidad a muchas familias que han pasado por el dolor de perder a un ser querido.
Las cifras son alarmantes, y más en un municipio cuyo reconocimiento pasó de ser de “la capital mundial de los cítricos”, debido a la gran calidad de dicho producto de exportación en los más grandes mercados del mundo, a ser “la segunda ciudad con más secuestros en el año 2020 en Veracruz” solo después de Córdoba, ubicándolo entre los 10 municipios con más secuestros en la entidad (con 6 al momento) según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).
Vivir y convivir en este municipio, ya no es fácil, se esfumaron entre las bestias, la paz y la tranquilidad necesarias para generar el bienestar. No hay día en que no se anuncie en los medios impresos y digitales de la zona un hecho violento que alarme aún más a la sociedad. La nota roja activa a diario las notificaciones de facebook de los martinenses para informar sobre algún acontecimiento trágico de este tipo, siendo la única interrogante ¿Quién habrá sido ahora? ó ¿A quién le tocó?, esperando entre la angustia y la zozobra no escuchar en el reporte los generales de algún familiar.
Así transcurren los días en Martínez de la Torre, un municipio cuya ciudad principal lleva el mismo nombre, y que pasó de tener un ambiente tranquilo, lleno de vida, al igual que el de muchas ciudades de la entidad, a ser un municipio con alto índice delictivo, extorsiones, violencia, secuestros y asesinatos; y para no variar, cuerpos policiacos y de seguridad que en lugar de “proteger y servir a la comunidad”, lo único que hacen es sumarse al problema y no brindar alguna solución.
Esta es otra ciudad, no la de Isabel Allende, sino la de individuos que se encuentran aún cercanos a su origen ancestral y no al del humano civilizado. Por un lado, están quienes no se cansan de lastimar la calma y tranquilidad de los martinenses, por el otro, quienes en lugar de ser agentes de cambio y solución, brindando seguridad, simplemente parecen ser simples espectadores y, finalmente, quienes a diario se suman a la lista de perder a un ser querido o, lo que es peor, perder la vida a manos de un desconocido en esta ciudad de las bestias de la cual soy testigo diariamente.