Huir para ser feliz

  • Ana Alicia Osorio
María y Laura tuvieron que huir. Dejar todo lo conocido y volver a empezar su vida

Ana Alicia Osorio / Testigo Púrpura

María y Laura tuvieron que huir. Dejar todo lo conocido y volver a empezar su vida como pareja y como madres.

Poza Rica, al norte del estado de Veracruz, dejó de ser el lugar donde crecieron, se conocieron y enamoraron, para ser el sitio donde no podían continuar viviendo pues si lo hacían corrían riesgo de sufrir más violencia o perder a su hijo para siempre.

María y Laura no son sus nombres reales, pues los suyos consideran las pueden poner en riesgo. Su historia la cuenta Jésica Herrera Báez, a quien conocieron en el difícil proceso de juntar a su familia.

Sus problemas iniciaron cuando María y Laura decidieron vivir juntas y llevar consigo al hijo que María había procreado.

La familia de María, contó Jésica, se opuso y para evitarlo comenzaron una serie de recursos legales donde argumentaban a su favor que María, la mamá del pequeño, era lesbiana.

“Si una mujer sola no puede maternar, mucho menos dos mujeres lesbianas, entonces la familia es la que se siente con el derecho y el deber de maternar a ese niño porque creen que no somos propicias para eso”, afirmó Jésica.

El dinero que ganaba la pareja trabajando en una fonda se iba directamente a pagar los gastos de abogados y juzgados que significa un juicio por la custodia y aún cuando lo ganaron tuvieron que continuar en litigio porque la familia de María se negaba a entregárselos.

“Ya teniendo ella a su niño hay nuevamente un intento de secuestro por parte de la familia, entre que te pido perdón, les echaron un coche encima, un taxi encima

 (…) cuando mi amiga va al encuentro con la madre se lo intentan robar en ese momento y ya es cuando ellas deciden ya salir de Poza Rica”, contó Jésica.

 

La violencia una constante

 

María y Laura ahora habitan en otra ciudad donde trabajan y cuidan a su hijo. Pero la necesidad de mudarse y volver a comenzar en otro lugar no sólo la han tenido que vivir ellas.

Según Sarahí de los Ángeles Soto Cruz, integrante de la Colectiva Lesbofeminista Las Nihuilas, es constante que las lesbianas decidan emigrar en busca de frenar la violencia y la discriminación que viven en su ciudad de origen, debido a su orientación sexual.

“Muchas queremos o deseamos salirnos de ahí para ser y sentirnos más libres en otros lugares y dejar de esconderte y recibir ciertas actitudes (…) hay ocasiones que prefieres eso a quedarte en un mismo lugar a vivir una violencia que quizá ya no aguantes, o te empiecen a aislar muchísimo”, afirmó.

Sin embargo, dijo la lesbofobia continúa aún en aquellas ciudades grandes que eligen para vivir, aunque logran salir de la violencia que les hizo preferir mudarse.

“La intolerancia hacia la diversidad sexual se expresa en exclusión educativa, bullying, despidos injustificados, negación de servicios de salud y estigmas. Sus consecuencias inciden en ruptura familiar, abandono, invisibilidad, violencia y, en casos extremos, hasta la muerte por suicidio o crímenes de odio”, señala la Comisión Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred). 

Ese rechazo se refleja en la Encuesta Nacional sobre Discriminación realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, donde encontraron que en el estado de Veracruz el 79.1 por ciento de las personas no están de acuerdo en que dos personas del mismo sexo vivan como pareja.

La cifra inclusive es mayor a la nacional y se encuentra entre los cinco estados donde existe un mayor rechazo.

La encuesta no diferencia entre el rechazo a las personas lesbianas y homosexuales, por lo que no se contemplan acciones específicas para cada grupo.

 

De la calle al consultorio

 

“Cuando empezaba a salir del closet tenía mi primera pareja, andábamos juntas en la calle y pasaban carros y gritaban términos como marimachos, machorras, lesbianas y siempre con un tono despectivo”, narró Daniela Jerónimo García, integrante de la Resistencias Vúlvicas Colectiva Lesbofeminista.

Para ella, las miradas, susurros y gritos en las calles es quizá la forma de discriminación más frecuente que viven, pero no es la única.

En las facultades de la Universidad Veracruzana también ha encontrado rechazo por su orientación sexual. Desde mujeres que creen que por el hecho de ser lesbiana va a intentar acosarlas, hasta los maestros que la exponen ante todo el grupo con comentarios despectivos.

La discriminación y la falta de información, aseguró, llega hasta lugares tan íntimos como los consultorios de los ginecólogos.

“Nos ha tocado que nos digan pues ciertas cosas como que no necesitas ir al ginecólogo, que todavía en realidad eres virgen porque no tienes relaciones sexuales con hombres”, afirmó Sarahí de los Ángeles.

"Es muy incómodo estar abierta de piernas, que te estén revisando y te estén mal mirando o haciendo comentarios de que te dicen que estás mal”, añadió.

Por eso, señaló, ha buscado ginecólogas feministas que tengan mayor conocimiento sobre la diversidad sexual. Pero no todos los problemas que enfrentan por su orientación son tan fáciles que solucionar.

“A veces hay formas que puedes ignorarlo o decirles algo, pero hay situaciones de riesgo y más con la situación de riesgo que ya existe (…) alejarte, pero te vas con un sentimiento muy feo de violencia, de que te han violentado”, contó.