“¡Vamos a la vida!”. El homenaje a Sergio Gonzàlez Rodriguez

  • María Teresa Priego-Broca
¿Y por qué, “Vamos a la vida”? Era una frase muy de Sergio...

El homenaje a Sergio González Rodríguez

MUSEO MEMORIA Y TOLERANCIA

(Parte 1)

“No me responden, pero quizá me escuchan”, Germaine de Staël citada por Cathy Fourez, como epígrafe a su texto para Sergio.

¿Y por qué, “Vamos a la vida”? Era una frase muy de Sergio, esa a la que Salvador Camarena en su hermoso texto: “Sergio, pensar la muerte desde la vida”, llamó: “Su grito de guerra”. Nos reunimos. Imaginaron el encuentro Lucía Melgar e Isabel Vericat, comparten la mesa (en el auditorio del museo) con Carmen Boullosa, Beatriz de León, Cathy Fourez, Edson Lechuga, Emiliano Ruiz Parra, Isabel Vericat, Lorena Wolffer. Las hermanas de Sergio, su familia, están presentes. No ha pasado ni un mes de la muerte de Sergio. Demasiado sorpresivo, doloroso, reciente.

El ritual de la memoria se abre. En colectivo. Un homenaje para un amigo querido que se ausenta, es también una manera de arroparse. La familia y las/los amigas/os se abrazan.

Conversamos. Su Hermana mayor, Magdalena, me cuenta como crecieron entre hermanos: “Sergio era mi bebé, el más pequeño”.

En la entrevista que le hizo Gerardo Lammers a Sergio y publicada en Confabulario, el escritor dijo: “Mi hermana Magdalena asume, por ser la mayor, el mando familiar, al lado de mi hermano Jesús”. Ella tenía 20 años, Jesús 15 y Sergio 8. El padre se regresó a Celaya. “Nos quedamos en la Ciudad de México como una comunidad de hermanos”. Es un muy buen lugar, el Museo Memoria y Tolerancia para celebrar a Sergio, como si se sumaran allí esas preocupaciones tan suyas: el horror ante la violencia, la deshumanización, la injusticia. Y el deseo de denunciar y entender. Denunciar y buscar salidas. Transformar.

Un: “He aquí lo que sucede, lo que nunca debería de haber sucedido, lo que no puede seguir sucediendo”. Esta “reseña”, será larga, le solicité a cada una/o su texto, y tuvieron la generosidad de compartírmelo. Nunca lo hago así. Deseo poder citar sus palabras con exactitud. Aprehenderlas. Conservar el ritmo, el olor, los sabores de esa tarde. Sus murmullos.

Este sentimiento de “comunidad” entre quienes lo celebraron con palabras y entre quienes lo celebramos escuchando. Lucía Melgar fungió como moderadora. Es ella quien primero, habló de Sergio, de su admiración y su respeto por él, de la amistad que fueron tejiendo y del trabajo que realizaron juntos. De cómo fue sencillo trabajar con Sergio: “Hay un cierto machismo en el medio cultural, y eso, Sergio no lo tenía”. Luchita es muy breve. Carmen Boullosa eligió recordar a Sergio leyendo partes de una entrevista (que nunca ha sido publicada en castellano), que le hizo para la revista WWB, guardo para el final de esta primera parte la intervención de Carmen, en la que retomo algunas de sus preguntas y las respuestas de Sergio.

“UN CRONISTA EMBLEMÁTICO DE LA BARBARIE”

Beatriz de León, nos habló de los 20 años que colaboró junto a Sergio en “El Ángel”, el suplemento de los domingos en Reforma: “Valoraba el aprendizaje al lado de figuras emblemáticas como Jaime García Terrés, Fernando Benítez o Carlos Monsiváis, pero estaba siempre atento a los jóvenes. Miraba a su alrededor, a su espacio y tiempo inmediatos para descubrir y compartir los nuevos rumbos de la cultura”. Estas virtudes de Sergio: su curiosidad, su respeto y su apoyo al trabajo de los jóvenes, es una de sus características que han sido muy señaladas en los textos escritos a su memoria. “Formado en el periodismo cultural y las letras, Sergio supo combinar tradición y vanguardia, arte y cultura popular…el mundo iba cambiando y Sergio estaba ahí para consignarlo, difundirlo, reflexionarlo y explicarlo”, dijo Beatriz.

Su relato era tan vívido, que una se imaginaba las mesas, las computadoras, los debates. Llegó a la famosa lista de Sergio, la de los libros del año. “Por más de 20 años los autores buscaban con emoción su nombre en la lista, o con temor, pues la última lista estaba reservada al peor libro del año…hubo un autor que por varios años consecutivos se ‘colocó’ en esta categoría. Luego, llegó la lista en que Sergio declaró desierto el peor libro del año, pero aclaró entre paréntesis: ‘Es que fulano no publicó nada’”. Nos reímos, ese humor oscuro de Sergio. “Apostaba por la información y el conocimiento para motivar el cambio en un país tan estragado por la violencia…narrar el horror contemporáneo se convirtió para él en un reto intelectual y un camino para denunciar y reflexionar”.

Citó una declaración de Sergio posterior a la publicación de “Huesos en el desierto”: “Cuando vas a donde vive la familia de una víctima y te cuentan con sus propias palabras lo que ocurrió, estableces dos líneas muy poderosas: la racionalidad que puedes dar a un relato de adversidad y el testimonio vivo y directo de las cosas. Cuando escuchas estos relatos de quienes lo vivieron de primera mano todo cambia. Ahí desplazas tu interés intelectual y tu racionalidad hacia una zona que es absolutamente trágica, impactante y conmovedora”… Y al final le agradeció a su compañero y amigo: “Gracias, Sergio, por esos años compartidos dentro y fuera de las páginas de ‘El Ángel’”.

“¿CUÁL ES EL PLAN?”

El bellísimo texto de Cathy Fourez. Íntimo. Delicadísimo. “Querido Sergio:
Siempre que llego a México me preguntas: ¿Cuál es el plan?
En trece años, planes hubo muchos”. Nos cuenta, Cathy como se conocieron por un amigo en común. Era el 2004. Cathy estaba por un tiempo en México trabajando su tesis de doctorado. “A partir de aquel recorrido se fue delineando tu biblioteca ambulante, sin fronteras genéricas, en perpetuo proceso de espera de eclécticos mundos de papel para entrar vorazmente en la realidad, y así desficcionarla y reimaginarla”.

Es casi como si Sergio estuviera allí, en una butaca, escuchando ese “tú”. Tan amoroso, tan pegado a la piel. “Nunca olvidaste que un libro es también un refugio, un lugar de hospitalidad, un cuerpo que uno puede habitar”. Cuenta un paseo por París junto a Sergio y Lucía Melgar: “Mientras Lucía, tú y yo íbamos a cenar, en la Rue de Rivoli, de repente ambos armaron para mofarse de lo pomposo del mundillo de la literatura la trama tolstoiana de una novela sin escritor, sin historia, y cuya única protagonista, una especie de Big Sister cibernética con las facciones de Ana Karenina, no tenía en sí ni principio ni fin como el libro de arena de Jorge Luis Borges. Así suenan las historias de tus cuentos y de tus novelas; no sabemos cuándo empezaron e ignoramos cuándo se terminan o si pueden terminarse quizás porque la muerte tal como la vida están siempre en acción, alegre y siniestramente”.

Espero que muy pronto se publique completo el texto de Cathy. Casa uno de los textos. Miro los rostros de las hermanas de Sergio, de su sobrino. Robo otro tramo de las palabras de Cathy esa tarde: “Un día, de la Gandhi de Quevedo te llevaste cinco ejemplares de ‘Infecciosa’... ‘Híjole Sergio, ¿Para qué te compras tus novelas?’, y tú con el plan de ‘ya vámonos’ con tu abrigo a la Bruce Springsteen ‘¡Caray, para que se vendan!’. Seguramente estás inmortalizando con tu almidonada camisa de cuadros, tus gafas a todo dar, tus dedos malabaristas y tu celular mágico las mesas de homenaje y los altares de tus libros en el Sótano”.

Y ese hermosísimo final: "En Sergio González Rodríguez conviven muchos Sergios vitales, el de la epistolar correspondencia electrónica, el de las comidas acompañado a veces por una orden extra de espías, el de las rockolas tequileras, el de trotamundos... convertidos ahora en bellas memorias vivas que van a descansar donde nacieron. El poeta Leopoldo María Panero, que habita como tú una parte de la literatura de Roberto Bolaño, esperaba ‘buenas noticias del desastre’, personalmente, las espero de ti y en estos momentos, al terminar mi estancia en la Ciudad de México, ando estúpidamente con la esperanza huérfana de que me digas: ¿Cuál es el plan?”

Regreso al epígrafe que cita Cathy: “No me responden, pero quizá me escuchan”. Estoy segura. La escucha. Los escucha. ¿Hablé de arropar? La belleza de la escritura de Cathy nos arropa. Nos trajo mucha alegría. Imaginé ese paseo alrededor de París y de esa extravagante Ana Karenina. Imaginé a Sergio mimado y feliz caminando entre Lucía y Cathy. Y un vino… y al “trotamundos” ausente físicamente. Es ineludible. Y dispuesto a pasear de nuevo con su adorable amiga francesa por las calles del centro. De librería en librería. Planeando la próxima conferencia de Sergio en Lille.

Regreso al epígrafe que cita Cathy: “No me responden, pero quizá me escuchan”. Estoy segura. La escucha. Los escucha. ¿Hablé de arropar? La belleza de la escritura de Cathy nos arropa. Nos trajo mucha alegría. Imaginé ese paseo alrededor de París y de esa extravagante Ana Karenina. Imaginé a Sergio mimado y feliz caminando entre Lucía y Cathy. Y un vino… y al “trotamundos” ausente físicamente. Es ineludible. Y dispuesto a pasear de nuevo con su adorable amiga francesa por las calles del centro. De librería en librería. Planeando la próxima conferencia de Sergio en Lille.

“LA GRIETA”.

FRAGMENTOS DE UNA ENTREVISTA

(Gracias a Carmen por permitirme transcribir esta parte de su entrevista).

CARMEN: “Cuando me acerqué a pedirte una colaboración para este número de WWB, comentaste que estás convencido de que la situación por la que pasa México no puede leerse como un asunto de “malos” y “buenos” – los criminales atacando a los inocentes-, sino en otro marco”.

SERGIO: “La situación mexicana de hoy es mucho más que una película de buenos contra malos. Y, desde luego, hay en ella malicia y muchas otras cosas negativas. Estoy convencido de que el medio literario mexicano padece un trauma frente a la historia del presente en el país. Un ámbito que estaba allí, pero que era secundario frente a la oferta cosmopolita del supermercado global. De pronto, algo terrible se reveló de cuerpo entero: Yo le he llamado “la grieta”. Y regresaron al uso cotidiano palabras ya muy distantes: sangre, plomo, guerra, policía, ejército, asesinados, muerte, peligro, daño, terror, silencio. Todo desgarramiento profundo implica un episodio traumático. Y registra un duelo, que en este caso tiene dos grandes vertientes: la certeza frente a las ilusiones perdidas y el proceso de asimilación de una realidad indeseable. Conviene recordar que un proceso de duelo suele constar de cinco fases: incredulidad; negación; depresión; culpa; resignación. Frente al presente la literatura mexicana se ubica apenas entre las dos primeras fases: entre la incredulidad y la negación. Quizá está ya en el umbral de la depresión (esto lo ejemplifica el caso del escritor Javier Sicilia que reacciona con la decisión del silencio poético ante el asesinato de su hijo). La mayoría de los libros más significativos que recuperan el tema de la violencia, el crimen o el delito en México son narrativas de ficción de cariz paródico o distanciado mediante alguna retórica parabólica, en el mejor de los casos. En ellas se plantea una distancia incrédula y evasiva frente a la realidad a partir del “humor”. Está ausente el sentido de lo trágico que maneja en su momento, por ejemplo, Martín Luis Guzmán”.

CARMEN: “¿Y la poesía mexicana ha optado también por esta opción?”

SERGIO: “Me parece que no, pues hay excepciones valiosas la poesía mexicana ha permanecido más abierta a las contradicciones de la actualidad, la supervivencia y el sentido trágico. Y no me refiero para nada a la sacralización de dicha crisis por vía del lenguaje poético. Al contrario: la mejor alternativa en términos formales a lo paródico y el silencio se halla quizás en la propuesta de poetas emergentes que enfrentan la violencia explícita o encubierta desde un lenguaje renovado, potente y lúcido: Feli Dávalos, ‘Morir mejor’; Juan Carlos Bautista, ‘El horroroso caso’; Balam Rodrigo, ‘Bitácora del árbol nómada’ o Claudina Domingo en ‘Tránsito’. Son poetas jóvenes que han vivido y crecido bajo una curva descendente: la involución mexicana. Y cada uno la retrata de una manera personal”.

CARMEN: “Publicaste hace un par de años ‘El hombre sin cabeza’. ¿Cuál es la relación que tienes con este libro, a raíz de la debacle en que estamos sumidos? ¿Asientes, reescribes, cambias, confirmas?”

SERGIO: “Para bien o para mal me tocó jugar un papel ingrato con el libro que citas, al igual que con otro anterior: ‘Huesos en el desierto’. El papel de Casandra, aquella figura mítica que fue castigada por Apolo con una condena: sería una profetiza infalible, pero nadie le creería. Mis libros anticiparon mucho tiempo atrás la tragedia que el país vive ahora. Y muchos creyeron que exageraba yo. Ojalá me hubiera equivocado. Con mis libros quise darle una estatura a la literaria a una situación en las que otros veían, y ven aún, un simple escenario de nota roja. Me interesaba hacer la historia de un presente difícil, su génesis y complicaciones, algo por desgracia sujeto en los hechos a un impulso oscuro. El tiempo me ha dado la razón”.