'Pinta la revolución', en el Palacio de Bellas Artes

  • María Teresa Priego-Broca
¿Cómo ser sólidos hacia adentro, con las ventanas y las puertas abiertas?

“Yo solía pensar que era la persona más extraña en el mundo, pero luego pensé, hay mucha gente así en el mundo, tiene que haber alguien como yo, que se sienta bizarra y dañada de la misma forma en que yo me siento. Me la imagino, e imagino que ella también debe estar por ahí pensando en mí. Bueno, yo espero que si tú estás por ahí y lees esto sepas que, sí, es verdad, yo estoy aquí, soy tan extraña como tú”.

Frida Kahlo

Frida Kahlo, “Autorretrato en la frontera entre México y Estados Unidos”.

Ahora hablamos de “nacionalismo”, con una intensidad que quizá tuvimos olvidada, por mucho tiempo. Pero, qué significa para cada quien? ¿Acaso el “nacionalismo” en su versión exacerbada no podría significar  responderle  al tirano del norte, con algo parecido a lo que él hace: muros, fronteras, discriminación. Cerrarnos a las bellezas de la vastedad del mundo, a la libertad de la creación y de sus imaginarios. Al libre tránsito de las personas. Miramos hacia los ojos de nuestra historia. Para aprender y proyectar futuro. Justo en este momento de cuestionamiento, de búsqueda, ¿de parteaguas? ¿Cómo reforzarnos hacia adentro, en el respeto a la pluralidad, a esa vasta heterogeneidad inscrita en “la mexicanidad”? ¿Cómo ser sólidos hacia adentro, con las ventanas y las puertas abiertas?

En este contexto, el Instituto Nacional de Bellas Artes nos ofrece un espacio para la reflexión y la belleza: 200 obras de artistas mexicanos (o que trabajaron en México), creadas entre 1910 y 1950. Murales, pinturas, fotografías, revistas, dibujos caricaturas. Cuarenta audios y 27 películas. Podría ser una casualidad: el momento político y la exposición de obras a las que difícilmente tenemos acceso, porque forman parte de colecciones privadas. Obras que narran la búsqueda singular de cada artista, y la búsqueda, en muchos de ellos, de “un proyecto de Nación”. La búsqueda de las raíces y los diálogos que cada una/o entabló, a su manera, con las corrientes artísticas y literarias de su época, hacia adentro y hacia fuera de México. Muralismo, surrealismo, estridentismo.

Diego Rivera, “Retrato de Martín Luis Guzmán”.

La exposición se divide en cinco núcleos: “Modernismo y mexicanidad”, “Pinta los Estados Unidos”, “En la ciudad”,  “Pinta la Revolución”, “Alegorías oscuras”. “Los tres grandes del muralismo”, por supuesto: Rivera, Orozco, Siqueiros. El maravilloso intimismo de Frida Kahlo, los ídolos de María Izquierdo.  Saturnino Herrán,  Francisco Goitia, Manuel Álvarez Bravo, Rufino Tamayo, el Dr. Atl, Roberto Montenegro, Tina Modotti,  Henri Cartier-Bresson, Adolfo Best Maugard, Carlos Mérida… Con respecto a las películas, dado que una no puede permanecer en el museo por varios días, es bueno llevar un cuaderno para anotar los títulos, e intentar verlas después. Recuerdo, por ejemplo, en el caso de la exposición de Bruno Traven en el Museo de Arte Moderno, que pude encontrar  la mayor parte de las películas creadas a partir de sus obras, ya en acceso libre en youtube.

 

Una exposición comienza ese día que le dedicamos, ese paseo, ese viaje. Cada obra, cada detalle de la obra, y se va con nosotros, como si la guardáramos en un morralito, hecho de sensaciones y de memoria. Una obra de Kahlo, como “Autorretrato en la frontera entre México y Estados Unidos”, nos remite necesariamente a sus diarios, a esas otras obras que imaginó y trabajó en los Estados Unidos. A su nostalgia por México. ¿Y la apasionada historia de amor entre la pintora y escritora Nahui Ollin y el Dr. Atl? La manera en la que él supo captar esos ojos inmensos, felinos. El refugio que construyeron en el ex convento de La Merced. Los ojos de Nahui, que fotografió Edward  Weston, que pintó Rivera. Que pintó ella misma.

Dr. Atl, “Retrato de Nahui Ollin”.

Lydia Camacho, directora general del INBA: “Es una muestra interactiva donde los espectadores podrán conocer detalles de cada artista y sus obras, además podrán recorrer una maqueta que sitúa los lugares donde se reunían los estridentistas, muralistas, surrealistas y los integrantes del grupo de los Contemporáneos en el Centro de la Ciudad”, la geografía poética de toda una época de efervescencia en la Ciudad de México. Y salir con el mapa a buscar las calles, los cafés, las habitaciones donde vivieron, soñaron, transformaron, esos pintores, escritores, fotógrafos, poetas, dibujantes, caricaturistas. 

Quizá es el momento para leer o releer a los Contemporáneos, dos tabasqueños entre ellos (ustedes disculpen, mis admiraciones originarias): Carlos Pellicer y José Gorostiza. El primero que habla de esa tierra suya, que es más agua que tierra, el segundo que habla del ser humano “sitiado en su epidermis”, en la cotidiana lucha por ser libre. Salvador Novo, Gilberto Owen, Xavier Villaurrutia… Podríamos leer “Elevación y caída del estridentismo”, de Evodio Escalante. Para entender mejor, para entender un poco más. El arte nos jala, nos sorprende, nos enseña, nos salva.  Las distintas artes se entremezclan. En psicoanálisis, “la escucha flotante”, es aquella que permite al analista mantenerse en un estado de sensibilidad y apertura que lo lleve a “escuchar”, en las palabras que le son dichas, lo que el analizante intenta decir, sabiéndolo o no. Vamos a Bellas Artes, vamos con nuestro cuaderno de notas, y con “la mirada y la escucha flotantes”. ¿Qué es “la mexicanidad”? A cada quien le toca construir su respuesta.

@Marteresapriego

@OpinionLSR

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María Teresa Priego-Broca

Es Tabasqueña. Feminista (tendencia retro). Lectora. Palabrera. Divanera compulsiva. Letras por la Universidad de Monterrey. Maestría en Estudios de lo Femenino por la Universidad Paris 8. Integrante del Comité editorial de Debate Feminista. Integrante del equipo fundador del Instituto de Formación y Liderazgo Simone de Beauvoir.