Cómplices silenciosos

  • Jorge A. González

Mediáticamente los medios de comunicación y las redes sociales se han concentrado en un solo nombre: Javier Duarte de Ochoa.

Un funcionario público que frente a las narices de todos, y me cuento entre ellos, nos tomó el pelo de una manera descarada.

Con tiempo, pasó sus iniciativas, decretos y reformas de ley. Hizo varias donaciones de terrenos e inmuebles patrimonio de los veracruzanos a asociaciones civiles dudosas y a empresarios afines a él.

Y como acto final, cual espectáculo, un día apareció en televisión nacional para informar que pediría licencia al cargo de gobernador.

“Quién pide y quién otorga una licencia al cargo para no regresar”, lo lamentable es que sí existe esta figura jurídica.

Y hoy nos dimos cuenta que esta figura legaloide te permite fugarte, escapar y huir libremente por la puerta de enfrente.

Duarte de Ochoa no corrió, no sacó las maletas a escondidas, no escapó por la ventana, ni tuvo que usar un disfraz.

El aun gobernador con licencia tuvo, y le dieron todo el tiempo del mundo para preparar su “graciosa” partida.

Tan privilegiado fue, que en cadena nacional se despidió de todos los veracruzanos afirmando que en su "vida fue un alto honor haber gobernado Veracruz".

Días después desapareció de Veracruz con su esposa e hijos; en silencio, sin escándalo y sin persecución.

Su ayudantía, sus asistentes, sus secretarios de despacho, la Fiscalía, la Secretaría de Seguridad Pública, los diputados de su partido no saben dónde está hoy ¿Ustedes les creen?

Un hombre, una mujer y dos niños no pueden desaparecer de la noche a la mañana sin que se pueda pronunciar la palabra: complicidad.

Toda persona que oculte información de una persona perseguida por la justicia es cómplice, todo aquél que sabe de qué manera se fue Duarte es tan culpable como él; y todo aquél que ayuda a escapar a un delincuente tiene responsabilidad penal.

Si las leyes se aplicaran en México y en Veracruz, todos los funcionarios cercanos al gobernador con licencia no entrarían en una sola  celda, comenzando por el gobernador interino, el Fiscal y el Secretario de Seguridad Pública.

Pero hay quienes son tanto o más culpables del quebranto de Veracruz que el propio Duarte de Ochoa y su gabinete.

Ellos han guardado silencio. Han bajado la voz. Han agachado la cabeza. Sus actitudes ya no son retadoras, ni prepotentes.

Ahora han tomado una actitud aparentemente consciente, pertinente, de sorpresa y hasta de reclamo.

Me refiero a los diputados locales del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y partidos aliados.

Aunque usted no lo crea, a una semana de abandonar el Congreso, los legisladores locales se van a marchar sin castigo y sin reprimendas.

Esos diputados se van a levantar como en un accidente automovilístico del que sales ileso y sigues caminando como sin nada hubiese pasado, dejando el desastre atrás.

Los vigilantes, los inspectores,fiscalizadores;  los que derogan, reforman, hacen y deshacen leyes se van –igual que Duarte- por la puerta de enfrente.

Esos mismos representantes del poder legislativo -supuestamente autónomo- que levantaron la mano a todo lo que les envió el ejecutivo estatal hoy están libres de pecado.

Esos mismos que durante tres años ensordecieron, reventaron sesiones y dejaron hablando solos  a los diputados Fidel Robles Guadarrama del PT (+), Julen Rementería del Puerto del PAN, Ana María Condado y Cuauhtémoc Pola del PRD, esos mismos que se van; dicen ellos: "con la frente en alto".

Nunca antes la palabra “aprobado” hizo tanto daño a los veracruzanos, palabra que salió primero de la boca de la diputada -ahora funcionaria federal- Anilú Ingram Vallines, en su momento Presidente de la Mesa Directiva del Congreso del Estado de Veracruz.

Luego de la boca de la legisladora Octavia Ortega Arteaga quien quedó en su lugar, ambas bajo las órdenes de un personaje que fue quien tiró el cerillo en la paja seca para iniciar el incendio.

Jamás tendrían que olvidar los veracruzanos el nombre de Juan Nicolás Callejas Arroyo (Coordinador de la Bancada del PRI), el daño que le ha hecho a Veracruz es y será irreversible.

El también Presidente de la Junta de Coordinación Política era el vínculo fiel e inseparable entre el poder ejecutivo y el legislativo, que en teoría deben funcionar de manera autónoma.

Callejas Arroyo fue el artífice de empujar todas las iniciativas que lastimaron al pueblo de Veracruz.

El maestro, como le decían casi con reverencia, y a quien le abrieron un acceso especial en el inmueble del congreso para que no se fatigara; ese mismo hombre pudo decir que no, pudo negarse, pudo apelar a la razón; pero cuando la conciencia está vendida, eso es imposible.

El 4 de noviembre todos esos diputados que levantaron la mano se van con su dinero, su culpa y vergüenza, si es que la tienen.

La oposición no pude promoverles un juicio político porque ellos

desgraciadamente tienen mayoría en el pleno, lo desecharían en menos de un minuto como lo hicieron con tantas iniciativas contrarias al gobernador.

Callejas y su banda se van libres. Con las bolsas llenas de dinero. Sin que nadie los moleste y los cuestione. Sin castigo y con una sonrisa en el rostro. Así es la política. Así es Veracruz.

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