Cartas de amor

  • Alma Espinosa

El amor es una de las sensaciones que convierte nuestro cuerpo en un costal de euforia, con ganas de hacer locuras y de una necesidad indescriptible de gritarle a todos, en especial a quien se ama, el gran sentimiento que nos llena.

Cada uno elegimos cómo expresar el amor y a veces las palabras y los abrazos no nos alcanzan. Cuántas veces hemos escrito mensajes que se los lleva el mar o que se conservan en papel. Los escribimos y los dejamos ir, pero no siempre ha sido así. Hay cartas bellísimas que parecieran conservan el aroma del perfume o el olor al papel y la cera, aun cuando las leemos muchos años después.

No se necesita estar enamorado para leer cartas, solo hace falta dejarse ir, sonreír e imaginarse la ansiedad de los amantes al esperar el correo. Como la descrita por Gustave Flaubert en una de sus cartas escritas a Louise Colet, que comienza así:

“Hace doce horas todavía estábamos juntos, y ayer, en este mismo instante, te abrazaba. ¿Te acuerdas? ¡Qué lejano parece! Ahora la noche es suave y cálida; puedo oír al gran tulipanero de debajo de mi ventana su­surrando al viento, y cuando asomo la cabeza veo la luna reflejada en el río. Mientras escribo, tengo delante tus pequeñas zapatillas; me quedo mirándolas.

”Aquí, encerrado y solo, he dejado a un lado todo lo que me diste. Tus dos cartas están en la bolsita bordada y las voy a releer en cuanto haya lacrado la mía. No te es­cribo en mi papel de carta habitual, este tiene un margen negro y no quiero que nada triste pase de mí a ti. No quiero provocarte nada más que alegría, y rodearte de una dicha tranquila e interminable, para compensarte un poco por la desbordante generosidad del amor que me has dado…”

Otro gran escritor que es capaz de hacernos imaginar lo difícil que ha de ser elegir un vestido de novia a larga distancia o sonreír de manera cómplice al leer cómo es capaz de describir la belleza de su amada al tiempo que le dice en broma que es fea, es Juan Rulfo. Su amor a Clara Aparicio y su sentido del humor se mezclaban en tan solo unas líneas:

“… Y es que la modista no sabe que Ella es rete lista (trucha y media). Pues bien, niñita fea y horripilante, la cosa es así: el vestido no puede ir menos escotado de como está porque tiene unos fruncidos muy raros; pero para que ni se vea tan así va a llevar gasa desde allí donde tú lo viste hasta el cuello. Es decir, que igual como están las mangas va a ir el cuello hasta el bordado del vestido que comienza en los hombros, y que después de una vuelta muy simpática y luego vuelve a subir al otro hombro. Por atrás es más o menos igual. Además, unas cosas como manchitas blancas que tú y yo hemos de haber visto son perlas (falsas de mucha falsedad) y las florecitas son cuentas azules bordadas, tanto en la cabeza como en el velo y en algunas partes del vestido como en los puños…”

En otra de sus tantas cartas, Rulfo le dedicaba estas palabras a Clara: “Odiada mujercita… Me dices que a veces piensas  que ya no volveré. Y yo te digo que si existe para mí un único refugio, el primero y el último refugio que me queda, eres tú. Y hacia allí iré de cualquier modo, en cualquier momento, ya sea bueno o malo, hacia allí, donde tú estás, porque donde tú estás, criatura horriblemente fea, está lo único que me puede consolar o hacer mejor.”

No hay pretexto más válido que el amor para sentarse a escribir una carta. Nada como el ejercicio de la escritura para descargar el alma y transmitir lo que sentimos, que por la rutina del día a día se congestiona en nuestra garganta y no nos permite ser felices.

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Alma Espinosa

Es originaria del Distrito Federal y desde hace más de una década radica en Xalapa. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Estudió la especialidad en la Enseñanza de la lengua y la literatura en la Universidad Pedagógica Nacional Unidad Xalapa, donde actualmente es docente. Es egresada de la maestría en Literatura mexicana por la Universidad Veracruzana.

Actualmente cursa el diplomado para la Profesionalización de mediadores de lectura por la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco. Es mediadora del Programa Nacional Salas de Lectura del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Ha impartido talleres relacionados con el tema de la lectura y la escritura, y desde hace dos años es una de las mediadoras que dirige la sala de lectura Equinoccios.

Como periodista ha trabajado en el Instituto Mexicano de la Radio, el periódico U2000. Crónica de la educación superior, y el Departamento de Prensa de la Universidad Veracruzana. Fue gestora cultural en la USBI Xalapa. Actualmente colabora en el área de Comunicación Social del Instituto Veracruzano de la Cultura.