Especismo

  • Maricarmen García Elías

El especismo es la discriminación moral de los individuos por pertenecer a otra especie. Es un tipo de prejuicio muy similar al sexismo y al racismo e igualmente injusto. El término aparece escrito por primera vez en inglés ("speciesism") en 1970 por el psicólogo Richard D. Ryder, posteriormente es popularizado por distintos pensadores anglosajones que denuncian la explotación que sufren los animales no humanos. Hoy día, gracias a la labor de difusión de los defensores de los animales, es un sesgo moral cada vez mejor conocido en todo el mundo.

La mayoría consideramos que tener un color de piel u otro, nacer hombre o mujer o cualquier diferencia en nuestro aspecto no debe influir a la hora de respetar la vida, la libertad o la integridad física de los demás. Consideramos nuestra vida como importante y deseamos vivirla en libertad y sin sufrimiento independientemente de qué aspecto tengamos. De la misma manera debemos concluir que la especie a la que pertenecemos no nos dice nada de nuestros intereses básicos para ser respetados

En general, todos los animales, humanos y no humanos, compartimos la capacidad para sentir. Queremos evitar la muerte y no deseamos que nos dañen o nos encierren. Esto es lo realmente relevante a la hora de respetar a los demás. Quizá no nos identifiquemos con la vida de una vaca o una gallina, pero para ellas su vida es importante en el mismo sentido básico que lo es para nosotras la nuestra.

Sin embargo, pese a que este razonamiento parece muy sencillo, en la práctica a las personas nos cuesta mucho cambiar nuestra vida y superar el especismo (o el sexismo, o el racismo, o la homofobia por ejemplo). El problema es que la presión de la sociedad y de la educación que hemos recibido es enorme. La idea de que debemos respetar la vida de los animales en el mismo sentido que respetamos la vida humana es muy nueva y pasará mucho tiempo y habrá que trabajar mucho hasta que se popularice.

Los hábitos mentales que heredamos de la cultura son difícilmente superables, ya que llevan siglos repitiéndose y haciéndose cada vez más sutiles. Los adelantos que se han hecho en contra del sexismo o el racismo nos ayudan a comprender cómo trabajan los prejuicios sociales y hasta qué punto están latentes en todas las facetas de la sociedad. Así sabemos que el propio lenguaje, entre otros muchos ámbitos, ya delata por ejemplo una estructura social discriminatoria con la mujer. En el caso del especismo sucede exactamente lo mismo.

Autoras como Joan Dunayer han tratado este tema del especismo en el lenguaje en profundidad; el propio vehículo de comunicación que es nuestro lenguaje ya establece extrañas diferencias entre los individuos de la especie Homo Sapiens Sapiens y los de otras especies animales. Evitamos referirnos a nosotros como animales. Otra manera en la que el lenguaje manipula esencialmente la consideración moral de los demás animales es mediante la cosificación. A través del lenguaje convertimos a los animales en cosas, en un "algo" en vez de en un "alguien". El uso del género neutro en muchos idiomas es un ejemplo. Así también el lenguaje gastronómico, el que se utiliza en los laboratorios de experimentación o en los mataderos transforma a los animales en objetos a ser procesados, olvidando que detrás de esos cuerpos hay un ser que sufre y desea vivir.

Carol Adams es otra de las autoras que ha estudiado la cosificación y fragmentación que sufren los demás animales, en lo que ella denomina construcción social de los cuerpos comestibles. A este respecto Adams identifica este proceso con el que convierte a las propias mujeres en meros objetos de consumo sexual. Los pasos son los mismos: cosificación -> fragmentación -> consumo. Sin embargo, somos animales y lo somos en el mismo sentido que un atún o un cerdo es un animal. Pero nos suena raro que nos lo digan, de hecho se considera un insulto.

Esa diferencia,   delata que nos consideramos otra cosa distinta a animales, pero, en lo esencial somos iguales a los animales: nuestros cuerpos están construidos de las mismas sustancias, percibimos el mundo y buscamos vivir nuestras vidas plácidamente; si nos dañan, sufrimos. Esto es posible ya que, en general, los animales tenemos un sistema nervioso centralizado que nos permite sentir.

Está claro que la superación del especismo no se consigue sólo con estos análisis semióticos, pero nos sirven como punto de partida para comprender que la manera en la que nos pensamos a nosotros mismos y a los demás, la forma en la que jerarquizamos el mundo, se expresa y refuerza con la manera en la que nos expresamos.

Según vayamos avanzando hacia un mundo más igualitario, nuestro lenguaje irá adaptándose. Pero también, expresarnos hoy de una manera equitativa respeto a los demás animales ya ayuda a quien habla y a quien escucha a pensar sin discriminación.

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