El rescate de Narciso “Chicho” Elvira: la imprudencia que puso en peligro su vida

  • José Luis Ortega Vidal

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Alrededor de las 17:00 horas del viernes 10 de julio, periodistas del sur de Veracruz –invitados desde Los Tuxtlas hasta Las Choapas- departían con el gobernador Javier Duarte de Ochoa.

El Centro de Convenciones de Coatzacoalcos era la sede de la comida privada a la que acudieron unos 100 comunicadores.

En algún momento del convivio, alguien ubicado en la mesa principal donde se hallaban también el titular de la SIOP, Tomás Ruiz González y el titular de Comunicación Social, Juan Octavio Pavón, soltó el dato: en el transcurso de ese día se realizó un operativo policiaco en Chiapas y se detuvo a una banda de secuestradores.

Al grupo de delincuentes se le vinculó con secuestros cometidos en Veracruz y específicamente con el plagio de un empresario de Los Tuxtlas, región conformada por los municipios de Catemaco, San Andrés y Santiago Tuxtla, en el sur montañoso de Veracruz.

En poco tiempo liberarán al secuestrado, se afirmó.

Callado –sospechoso también- Ranulfo Márquez, el poderoso Secretario de Desarrollo Social de Veracruz, observaba y escuchaba todo, en la mesa contigua a la principal.

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Para las 18:00 horas la versión dada a conocer en la mesa principal –o en la contigua- del encuentro entre periodistas y autoridades estatales circulaba ya entre reporteros que degustaron carne de Chinameca, agua de horchata, frijoles y café.

El resto de la tarde y antes del cierre de edición, el dato estaba ya en todas las redacciones.

Nadie publicó la historia completa al día siguiente por una sola razón: el operativo de rescate del poderoso empresario de los Tuxtlas culminó durante la madrugada del sábado y los detalles de la historia se difundieron mediante un boletín oficial en el transcurso de aquel día.

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De este modo se supo que la víctima se hallaba en una casa de seguridad en Catemaco y sí, en efecto, se trataba de un empresario pero no es nativo de Los Tuxtlas, sino vecino de Tlalixcoyan, Veracruz.

Se trata, en concreto, del beisbolista Narciso “Chicho” Elvira, quien jugó con los Dodgers de Los Angeles, en las Grandes Ligas de Estados Unidos y lanzó un juego sin hit ni carrera en la liga de béisbol de Japón, en el año 2000.

El pelotero fue secuestrado el 16 de junio en el municipio de Lerdo de Tejada, donde tiene un rancho dedicado a la siembra de caña.

Finalmente, Elvira regresó a casa sano y salvo, como consecuencia de un trabajo eficaz de la policía antisecuestros: federal y estatal, se entiende.

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Surge, sin embargo, una pregunta:

¿Fue prudente informar a periodistas que se desarrollaba un operativo oficial de rescate sin que éste hubiese terminado?

¿No pudo haber ocurrido que –dada la naturaleza del trabajo periodístico- se esparciera, como se espació, la versión?

¿Ante la repartición del dato que –en sentido estricto- fue fuga de información privilegiada sobre un operativo antisecuestro en proceso, no se puso en riesgo la vida de la víctima, en este caso de Narciso “Chicho” Elvira?

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Queda claro que sí, que se violó un protocolo elemental de seguridad.

¿Por simpatía con los periodistas? ¿Por demostrar que se trabaja con eficacia?

Para la obtención de estos dos objetivos existe –entre otros- el mecanismo del boletín, que el sábado se difundió y el domingo se publicó.

Compartir información secreta que se circula en altos niveles de gobierno -porque los cuerpos de seguridad deben informar oportunamente a sus jefes- es un tema violatorio de la Ley, del sentido común y de la seguridad de las víctimas.

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Afortunadamente, en este caso, todo resultó con éxito.

Sin embargo, Javier Duarte debe –mínimo- regañar a quien actuó de manera imprudente en torno a un tema sumamente delicado, como lo es la realización de un secuestro, el combate oficial al mismo y la culminación de una investigación compleja en contra del poderoso crimen organizado.

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A otro nivel, en una dimensión mucho más amplia y profunda que igual refleja el papel y la circunstancia entre protagonistas del poder, ayer amanecimos con la noticia de que el mismo sábado 12 de julio Joaquín “El Chapo” Guzmán se fugó del penal de alta seguridad de Almoloya de Juárez, en el estado de México.

La noticia no es un tema menor, porque rebasa lo estrictamente policiaco y se convierte automáticamente –por el contexto del reo y la coyuntura de país- en un problema de Estado, derivado de una falla estructural del gobierno que encabeza Enrique Peña Nieto; en este caso en materia de seguridad, de procuración y de aplicación de justicia.

Prueba de ello es la difusión mundial que ha tenido esta noticia desde ayer mismo y las críticas que en el mundo recibe el Presidente mexicano que sigue en París, sí, pero en medio de tremendo, penoso, lamentable, muy costoso aguacero.