4 años sin Cuco: el periodista niño, el prófugo del hambre, el adolescente sin adiós…

  • José Luis Ortega Vidal

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Para entender un hecho noticioso resulta estrictamente necesario analizar su contexto.

Además de los datos duros de una noticia, es necesario indagar, investigar, observar, vincular elementos como el área geográfica donde ocurrió; el ámbito cultural que lo rodeó; los antecedentes sociales, políticos, económicos que forman una cadena vital en torno suyo.

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En el Veracruz actual, la muerte de periodistas se ha convertido en un tema estructural.

No se trata de hechos aislados, aunque los 18 comunicadores muertos del año 2 mil a la fecha han sido victimados por causas distintas, en escenarios múltiples y con fechas y escenarios dispersos.

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Cuando Manuel Gabriel Fonseca Hernández (Cuco) empezó a convertirse en compañía cotidiana de la periodista Aracely Shimabuko, en Acayucan, habrá rondado los 8 ó 9 años de edad

Apenas concluyó la primaria. Su familia habitaba en una de las colonias marginales de la llamada Llave del Sureste y aquel niño salía a la calle en búsqueda, más que de un oficio, de comida.

Aracely se la proporcionó lo mismo que un empleo consistente en repartir una revista que la corresponsal –durante la década de los 90s y los principios del nuevo siglo- del periódico El Liberal, impulsaba por cuenta propia.

Con el tiempo Manuel Gabriel encontró alimento, cariño y las bases para convertirse en un reportero adolescente.

Lamentablemente, aquel niño y luego jovencito que de repartidor de revistas pasó a ser reportero policíaco, también encontró un final muy temprano y hasta hoy desconocido.

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La noche del 16 de septiembre del 2011, en el palacio municipal acayuqueño donde despachaba Fabiola Vázquez Saut, sus amigos y colegas reporteros lo vieron por última vez.

Al día siguiente, sábado 17, su familia lo vio salir a cobrar su semana en el periódico “El Mañanero”, editado en Oluta y propiedad del empresario y político Fernando Kuri Kuri, primo hermano de Fidel Kuri: dueño del club deportivo “Tiburones Rojos de Veracruz” y diputado federal electo por el distrito de Orizaba.

Desde entonces nadie sabe nada de Manuel Gabriel: el muchacho que pronto cumplirá 4 años de haber desaparecido, que este año cumpliría 20 años de edad y rondaría la década de haberse encontrado con el oficio del periodismo: su salida del hambre y su puerta a la desaparición…quizá a la muerte.

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La de Cuco es una historia que ejemplifica la necesidad de ubicar los contextos para su comprensión profunda, más allá de ser observados como meros hechos noticiosos.

Gabriel Manuel Fonseca Hernández fue un periodista precoz.

Fue, también un veracruzano, acayuqueño, sureño, víctima de la pobreza extrema; aquella que no te saca de la escuela porque –en sentido estricto- nunca estuviste ahí.

La suya, fue una circunstancia adversa desde todos los puntos de vista: nació, murió, desapareció pobre y tal vez ha muerto no sólo pobre sino olvidado por la justicia, por el andamiaje laboral presuntamente creado para la protección de la clase trabajadora, por el desarrollo social que -en teoría- es impulsado desde el Estado para el beneficio de todos...

Es tan noble el oficio de periodista que permite soluciones al hambre, así sea en condiciones de explotación como la que sufrió Fonseca Hernández y sufren cientos, miles de personas ligadas al gremio noticioso.

Es tan frágil este oficio que luce desprotegido cuando el escenario social sufre un vuelco y el hampa se convierte en autoridad policíaca y la autoridad policíaca se convierte en mafia, como ocurrió en el Acayucan del 2011.

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A este contexto, añadamos la condición histórica que permite a una clase empresarial enriquecerse vía el ejercicio político, en contraste con una niñez lejana de la escuela porque la panza es primero.

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A cuco le vimos repartir revistas, recorrer las calles de Acayucan con zapatos rotos, sortear el hambre propia y la de los suyos.

¿Cómo vivir sin haber podido decirle adiós?

Una sociedad incapaz de despedir a los suyos no tiene derecho a llamarse democrática, ni desarrollada, ni justa, ni histórica, ni un carajo…

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Moisés Sánchez, Armando Saldaña y Juan Mendoza han sido asesinados en el contexto de una vida vinculada al periodismo o dedicada a este oficio.

Los tres eran veracruzanos: primer dato clave de su contexto respectivo. En el caso de Armando Saldaña, vivía y ejercía su labor en una zona de Veracruz-Centro fronteriza con Oaxaca, dato importante a la hora de escribir su historia…