Fue en 1978, en la Ciudad de México, cuando se llevó a cabo la I Marcha LGBTTTI, entonces llamada “del orgullo gay”.
Yo acababa de salir de la universidad y me habría gustado asistir. Pero estaba escondida en el más profundo de los rincones del clóset, con miedo, mucho miedo. Miedo a que la gente me identificara , miedo a sufrir agresiones o a que la prensa amarillista de la época me llamara mujercito, lilo o con cualquier otro calificativo infamante. Y ahí permanecí –en el clóset- durante muchos años.
Si en ese entonces alguien me hubiera pedido que imaginara el futuro, seguramente habría pensado en autos voladores, películas en tercera dimensión y, en una de esas, hasta en viajes tripulados a Marte. Pero jamás habría imaginado que en 2014 el Estado mexicano decretara el Día Nacional de la Lucha contra la Homofobia, y que funcionarios, funcionarias y representantes populares hicieran pronunciamientos –y establecieran compromisos- encaminados a garantizar los derechos de las personas gays, lesbianas, bisexuales, intersexuales y transexuales.
El evento conmemorativo, y que congregó a estas personas, se llevó a cabo un día antes, en las instalaciones de la Biblioteca de México en el Distrito Federal.
Estuvieron la senadora Angélica de la Parra; la Subsecretaria de Asuntos Jurídicos y Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación (Segob), Lía Limón García; el Magistrado Presidente de la Sala Regional de Toluca del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), Juan Carlos Silva Adaya; y el Representante en México de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Javier Hernández Valencia; así como la Directora General de Censida, Patricia Uribe; y el presidente de Conapred, Ricardo Bucio, entre otras personalidades. Todos, y todas, establecieron compromisos que hace apenas algunos años habrían sido impensables. Ricardo Bucio, por ejemplo, dijo que a partir de ahora compete al Estado mexicano combatir la homofobia. Y Limón García destacó el compromiso del Gobierno de la República para trabajar y reforzar las acciones de política pública contra la homofobia.
No faltará quien diga que el evento fue sólo un pretexto para tomarse la foto y hacerle creer a la sociedad que se está trabajando en este sentido sin que, llegado el momento, se haga nada al respecto. Pudiera ser. Pero aun así, es un avance; y nos permite otra lectura. Si se piensa que manifestarse en público en favor del combate a la homofobia les genera una buena imagen ante la sociedad, esto, en sí mismo, es ya un avance. Hoy, es rentable políticamente ponerse del lado de los derechos de la población LGBTTTI. Antes no era así.
Baste recordar que, pese a las peticiones que se le hicieron al entonces presidente Felipe Calderón en el sentido de decretar el Día Nacional de la Lucha contra la Homofobia, el mandatario salió con un tímido, timorato y ambiguo Día de la Tolerancia y el Respeto a las Preferencias.
Otro dato. La conmemoración no se queda en un acto simbólico y en discursos cargados de buenas intenciones; de ninguna manera. Establece compromisos a todas las dependencias federales para que de acuerdo con sus atribuciones impulsen programas y acciones tendientes a combatir la homofobia.
Por donde quiera que se le mire, el hecho es un parteaguas en la lucha a favor de los derechos para todas las personas, sin importar su orientación sexual o su identidad de género.
Cierto, es apenas un paso importante, pero hay que reconocer que hay un largo trecho por recorrer. Pese a que el presidente de Conapred haya señalado que ahora compete al Estado mexicano combatir la homofobia, eso no significa que las organizaciones de la sociedad civil habremos de cruzarnos de brazos. Por el contrario, tendremos que redoblar esfuerzos y estar vigilantes de que las palabras se traduzcan en acciones.
Otro enorme pendiente, sin duda, es que estas acciones, que se llevarán a cabo en las instancias federales, aterricen en los estados. No con simulaciones como la del diputado Cuauhtémoc Pola que exhortó al gobernador de Veracruz a que se impulse en nuestro estado las acciones emanadas del Día Nacional de la Lucha contra la Homofobia. El asunto no va por ahí; con o sin la anuencia de Javier Duarte, el gobierno federal hará su chamba, en Veracruz y en toda la República. Lo que hubiera sido digno de encomio sería que el exhorto fuera para que el gobernador decretara el Día Estatal de la Lucha contra la Homofobia y, en consecuencia, instruyera a las instancias estatales a emprender acciones en este sentido.
Luego de escuchar a las y los funcionarios federales, y a la senadora Angélica de la Parra, da tristeza voltear al panorama veracruzano y darnos cuenta que no hay –al menos hasta ahora- personajes valientes que pese a las presiones de los grupos conservadores impulsen cambios de verdad, no tímidos esfuerzos que no ayudan a solucionar de fondo la problemática que se vive en la entidad y que la coloca entre las diez que han vivido mayores índices de crímenes por homofobia en los últimos 15 años.
Pero hay buenas noticias. La Universidad Veracruzana ha levantado la mano y se ha puesto a favor de los derechos de las personas LGBTTTI. Así lo demuestra el homenaje que este jueves se le va a hacer –merecidamente- a Agnes Torres Hernández, mujer transexual, egresada de la Facultad de Psicología y activista por los derechos humanos que fuera víctima de un crimen de odio por transfobia en marzo de 2012. El reconocimiento incluirá la entrega de un documento a nombre de Agnes (sin importar que su nombre oficial haya sido diferente) con su foto en su expresión femenina –tal y como luciera durante los últimos años de su vida- y firmada por la Rectora Sara Ladrón de Guevara.
Como decíamos, falta un enorme camino por recorrer, pero avanzamos y, como expresó Conchita Wurst cuando se le pidió un mensaje a los gobiernos homofóbicos que aún subsisten en el mundo… ¡somos imparables! ([email protected])