El espejismo de la igualdad

  • Mujeres Que Saben Latín

Estela Casados González /

El artículo 4º de la Constitución de nuestro país nos dice que hombres y mujeres somos iguales ante la ley, que tenemos los mismos derechos desde que nacemos. Efectivamente, existe una serie de convenciones internacionales e instrumentos legales nacionales en donde queda asentado lo anterior a partir de leyes maravillosamente redactadas que incluyen una perspectiva de género desde el ámbito legal.

Ya en los hechos, el respeto a los derechos de las mujeres no es tan efectivo ni tan maravilloso. Es otra cosa. Somos tratadas vejatoriamente en las instancias en donde se imparte justicia. Si bien es cierto que el grueso de la población es maltratada en esos espacios, no podemos negar que las mujeres somos doblemente maltratadas: primero, porque como ciudadanas no contamos con un respaldo político que aceite los engranajes que permitan funcionar a la maquinaria que nos apoyará para la obtención de justicia. Segundo, por el simple hecho de ser mujeres.

Lo mismo pasa en el ámbito político, donde nos representan mujeres y hombres cuya mayor preocupación no reside en representarnos, en donde los problemas que nos atañen se banalizan con una rosa y con reconocimientos “sacados de la manga” a aquellas que son más visibles y/o que dan más lata.

En el ámbito laboral, la situación va por el mismo camino. Muchas continúan ganando menos que sus compañeros de trabajo, esto es frecuente en la industria manufacturera, por mencionar alguna.

Y seguimos preguntándonos qué falta para que las ciudadanas entremos al diálogo de los iguales, para que, en vez de rosas, se otorgue respeto a los principios de igualdad por los que tanto se ha luchado desde hace siglos.

Amelia Valcárcel, filósofa feminista española, brinda su punto de vista sobre esta situación. Llama espejismo de la igualdad a la condición política global en la cual mujeres y varones nos encontramos bajo la creencia de que somos iguales. En esta lógica, dicha igualdad ya no necesita ser argumentada o puesta en revisión, pues aparentemente poseemos las mismas oportunidades.

Por lo tanto, se piensa, la situación social es justa y no necesitamos moverla hacia ningún lado. Todo el mundo sabe que somos iguales y el resultado es la distribución de espacios y poder que poseemos el día de hoy y a eso se le llama “igualdad”.

Este peligroso espejismo nos hace pensar que ya hemos logrado todo en el ámbito público e invisibiliza el hecho de que en realidad no somos iguales y que hay nuevas y sofisticadas formas de violencia hacia las mujeres.

 

En este sentido, Amelia Valcárcel nos pregunta “¿cuál es la violencia que se ejerce contra alguien al cual se le pide lo mismo para que obtenga menos?”. Nos dice que hay una violencia de desprecio a las mujeres.

Obviamente, ese desprecio no solo se observa en la violencia física, psicológica y verbal o en los feminicidios. Cada vez que se realizan ejercicios de planeación sin tomar en cuenta a la perspectiva y necesidades de las mujeres, que se les niega su estatus de ciudadanas y el acceso a la justicia, estamos presenciando violencia institucional ejercida por las diversas instancias que forman al Estado.

¿Cómo desvanecer ese espejismo? Si somos consientes de que estamos frente a él habremos dado el primer paso que nos permita hacer visible esta situación. Con este propósito hay que conocer y difundir nuestros derechos, ello permitirá acercarnos al horizonte de la igualdad.