En Oaxaca, balas en vez de tierra
- Aquiles Córdova Morán
El día sábado, 14 de diciembre, una camioneta de transporte público con once personas a bordo (cuatro hombres adultos, cuatro mujeres y tres niños) que se dirigían al tianguis semanal en la ciudad de Tlaxiaco, en la Mixteca Alta oaxaqueña, uno de los más grandes y concurridos de todo el país, fue emboscada en un punto de su ruta conocido como Tres Cruces, todos sus pasajeros fueron acribillados con armas largas de grueso calibre y, a continuación, incendiado el vehículo en que viajaban. Los hoy occisos eran originarios de La Paz Yosoñama, una pequeña comunidad perteneciente a Santo Domingo Yosoñama que se destaca por su firme convicción antorchista y por su inquebrantable decisión de no abandonar, por ningún motivo y bajo ninguna circunstancias, las tierras heredadas de sus antepasados y que hoy reclama como suyas un pequeño núcleo radical de San Juan Mixtepec, en nombre de cuya población habla y actúa y cuya representación se atribuye.
Según la información telefónica que el Procurador de Justicia de Oaxaca dio al Ing. Gabriel Hernández García, Presidente del Comité Estatal Antorchista en ese estado, que coincide en lo esencial con la recabada por el Comité Seccional Antorchista de la Mixteca Alta oaxaqueña, no hay duda de que el bestial crimen fue cometido por el pequeño núcleo ideológicamente desquiciado al que hago alusión renglones arriba (no por “el pueblo” de Mixtepec, como les gusta expresarse a ellos), con la clara intención, 1°) de impedir que se llegue a un acuerdo negociado entre las partes sobre el diferendo por mil 800 has. de terrenos de bosque y cultivables, entre la gente de Mixtepec y las comunidades de Santo Domingo Yosoñama, como lo han venido planteando y persiguiendo estas últimas, encabezadas por el antorchismo oaxaqueño; y 2°) sembrar el terror y el desaliento entre la población, debilitar su unidad y su decisión de lucha y orillarlos así a renunciar a la defensa de su patrimonio.
Este es el lugar y el momento de recordar que la masacre que ahora denuncio no es el primer crimen cometido por el núcleo armado de Mixtepec contra la población inerme de Yosoñama. El 30 de mayo de 2010, ese mismo grupo secuestró y retuvo en su poder, por más de 90 días, a 39 campesinos de Yosoñama, mismos a los que torturó manteniéndolos atados de pies y manos, constantemente vendados, privados de sueño y de alimento adecuado, y que no dejó en libertad, a pesar de todas las denuncias y gestiones que entonces se hicieron ante la opinión pública y el gobierno del estado, sino cuando los secuestrados comenzaron a morir a causa de los malos tratos. El día 7 de agosto de ese mismo año de 2010, fueron baleados Simón Antonio Santos y Filemón Antonio José; de ellos, el primero resultó muerto y el segundo recibió heridas tan graves que lo dejaron inválido para toda la vida; el 24 de octubre del mismo año, cayó asesinado Pedro Guzmán González; el 23 de octubre de ese fatídico 2010, fue secuestrado Isidoro Hernández José, del que ni de su paradero ni de su cadáver, en el peor de los casos, se sabe nada hasta hoy. Finalmente, para concluir este breve pero cierto y macabro recuento, hay que subrayar que el día 24 de diciembre de 2010, justo en vísperas de la Navidad, fue ferozmente destrozado a tiros el líder histórico de la Mixteca Alta oaxaqueña, cabeza visible de los comuneros de Santo Domingo Yosoñama y miembro, además, de la Dirección Nacional del Movimiento Anorchista, el entrañable luchador social Miguel Cruz José.
Entre uno y otro de estos arteros crímenes, no cesaron nunca (ni cesan hoy) las balaceras intimidatorias sin objetivo preciso, que sólo buscan, obviamente, mantener el clima de tensión y de pánico entre la población indígena de Yosoñama; la exhibición frecuente de gente fuertemente armada en la zona del conflicto y, paralelamente, en una pinza perversa, campañas mediáticas denunciando asesinatos, balaceras, incursiones vandálicas con incendio de casas, perpetrados, según eso, por gente de Yosoñama contra la “población pacífica” de Mixtepec. En abierto contraste con lo que ocurre cuando, como en el presente caso, las víctimas son de Yosoñama, cada una de estas falsas acusaciones ha provocado de inmediato grandes y aparatosas movilizaciones de la policía estatal y del ejército, que han tenido que reconocer que todo han sido viles infundios con propósitos poco claros pero indudablemente aviesos, como la actual emboscada y masacre de gente inocente. Ninguno de los crímenes resumidos, ni otros que hemos tenido que dejar fuera por razones de espacio, ha merecido la mínima atención por parte del gobierno de Oaxaca. Hoy hay 11 personas asesinadas y calcinadas brutalmente, sin otra culpa que la defensa de las magras tierras que heredaron de sus mayores, y no es pecar de suspicaz predecir que este nefando crimen correrá la misma suerte que los anteriores. Ya lo anuncia así la forma amañada en que se ha enviado la noticia a los medios: ocultando cuidadosamente la procedencia y filiación política de las víctimas y las de los casi seguros asesinos para proteger a éstos últimos
Pero para los antorchistas oaxaqueños y para los indígenas de Yosoñama no todo ha sido en vano; piensan que algo nuevo, que una importante lección les ha dejado su lucha: ahora conocen mejor al enemigo al que se enfrentan; saben bien que éste no está solamente en Mixtepec, sino también incrustado en el gobierno del estado y aun en alguna dependencia federal relacionada con el conflicto agrario. En efecto, han comprobado que quien fuera el responsable directo y públicamente confeso del secuestro de los 39 campesinos antes mencionado, el entonces Presidente Municipal de Mixtepec, un sujeto llamado Leonel Sánchez Martínez, es hoy, nada más y nada menos, que el representante de SEDATU (Secretaría a la cual corresponde resolver el conflicto agrario entre Yosoñama y Mixtepec) en Oaxaca, es decir, que la iglesia quedó, literalmente, en manos de Lutero. Saben también que uno de los “negociadores” en el conflicto por parte del gobierno oaxaqueño, es el antropólogo Carlos Moreno Dervez, cuya abierta parcialidad y protección hacia los asesinos de Mixtepec es de todos conocida. La virulencia y gratuidad del asesinato de los 11 inocentes calcinados y la fecha escogida para su ejecución (justo cuando tanto SEDATU como el gobierno de Oaxaca se han comprometido a resolver el litigio por vía de la negociación), hablan de que los asesinos tienen información oportuna y precisa de las negociaciones, es decir, que hay filtración de información hacia una de las partes violando la obligada discreción de los negociadores oficiales. SEDATU está informada, al más alto nivel, de quién es su representante en Oaxaca; el Gobernador de Oaxaca conoce la parcialidad y deslealtad de su “negociador”; y sin embargo, ambas instancias mantienen en sus cargos a tales funcionarios. La ganancia de Yosoñama y sus dirigentes es, pues, que ahora saben mejor a quien se enfrentan, y eso los capacita para preparar y reorientar mejor sus esfuerzos en busca de justicia social (y de la otra). Que así sea.