Veracruz, Ver.– Desde que fue deportado a México en mayo de 2025, tras 20 años de residencia en Estados Unidos (EU) como migrante, Víctor Moya Ruiz enfrenta serias dificultades para encontrar empleo. La burocracia mexicana le ha puesto trabas para obtener los documentos que necesita para trabajar formalmente.

El “sueño americano” de Víctor, de 50 años, originario de Oaxaca y criado entre el municipio de Córdoba, Veracruz, y la Ciudad de México, terminó a mediados de marzo de 2025, cuando fue detenido por una infracción vial.

Conducía un automóvil en una avenida de la ciudad de Newman, Georgia —estado del sureste de Estados Unidos— cuando la policía lo detuvo por dar una vuelta indebida. Como no tenía licencia de conducir, que nunca pudo tramitar por su condición de indocumentado, fue arrestado y llevado ante la corte. A pesar de pagar la multa correspondiente, permaneció detenido.

“Ahí empezó todo el calvario porque al pedirme la licencia, pues no tenía. Me llevaron a la cárcel. Estuve como cuatro días encerrado. Supuestamente me impusieron una multa, la cual se pagó, pero no me dejaron salir”, relató.

Víctor llegó a Estados Unidos en 2005, a los 30 años, con una visa de trabajo por ocho meses. Al finalizar el plazo, decidió quedarse y así pasaron dos décadas.

Durante ese tiempo trabajó en diversos oficios: como albañil en la construcción, en campos agrícolas y en proyectos de infraestructura como redes de drenaje y agua potable. Vivió en Carolina del Norte, Carolina del Sur y, más recientemente, en Georgia, donde fue detenido.

Lo que comenzó como una simple infracción vial terminó en su deportación. La policía de Georgia lo entregó a las autoridades migratorias, quienes lo trasladaron al Centro de Detención Stewart, a cargo del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), utilizado para albergar a inmigrantes detenidos.

Víctor pasó mes y medio en ese centro. Su estancia, dijo, fue “como un infierno”, debido al trato recibido y las condiciones de vida compartidas con migrantes de todo el mundo.

“Sí, como un infierno. Te lo digo porque yo lo viví. Ahí ves de todo: personas que piden asilo político hasta gente como yo”, contó.

Según relató, los internos usaban uniformes de distintos colores, según el nivel de “amenaza” que representaban para el ICE. A él le asignaron el color caqui, reservado para los considerados de baja peligrosidad, a diferencia del azul, que portaban los internos catalogados como de “alto perfil”.

El trato de los custodios y la calidad de la comida eran deficientes.

“La comida es un asco, te dan lo que les da la gana. Te despiertan desde las 6:00 de la mañana para hacer fila para el desayuno. Son muchos bloques, mucha gente. Te dan papa y verduras que quién sabe desde cuándo tienen ahí refrigeradas. No te dan café, solo agua”, narró.

Los productos extra —galletas, frituras, café en polvo, leche— tenían un costo dentro del centro. Para adquirirlos, los internos necesitaban que alguien desde el exterior hiciera depósitos en una cuenta para tener crédito disponible.

“La mayoría de los custodios te tratan mal. La mayoría son personas de color, pero los más racistas son los blancos. Los morenos te insultan y te hacen ver menos”, señaló.

Antes de su deportación, Víctor tuvo la opción de permanecer temporalmente en Estados Unidos pagando una multa de siete mil dólares, más otros cuatro mil al abogado defensor. Decidió no hacerlo, pues no existían garantías de permanecer legalmente por mucho tiempo.

“Te pueden sacar, pero uno sabe que a los seis o siete meses van a ir por ti. No te garantizan que te vas a quedar”, explicó.

A inicios de mayo de 2025, esposado, abordó un avión en Georgia que lo llevó a Florida y de ahí a Tapachula, Chiapas. Con apoyo del gobierno federal tomó un autobús hacia la Ciudad de México, pero pidió bajarse en Fortín de las Flores, Veracruz, donde tiene familiares que lo recibieron.

Antes de ser deportado, las autoridades estadounidenses le advirtieron que tiene estrictamente prohibido ingresar a Estados Unidos durante los próximos 10 años.

“A mí me impusieron 10 años para no regresar. Que si volvía, me iban a meter a la cárcel esos 10 años”, dijo.

Actualmente, Víctor vive en San Luis Potosí, donde busca trabajo. Ya no desea volver a Estados Unidos.

“Tengo 50 años, ya hice lo que tenía que hacer allá. Ya mi hija es profesionista. Quiero pasarme mis últimos días, hasta que Dios me lo permita, tranquilo aquí en México”, expresó.

Desde su regreso, enfrenta dificultades para conseguir empleo. Considera necesario que el gobierno federal otorgue facilidades a ciudadanos deportados como él para integrarse laboralmente.

“Nos piden experiencia, pero si no nos dan la oportunidad... Yo entiendo que quizá piensan que venimos queriendo ganar lo mismo que allá, pero no. La gente consciente sabe que no vas a ganar lo mismo. Ganas poco, pero gastas poco. No queremos que nos ayuden económicamente, solo queremos trabajo. Traemos la experiencia, solo pedimos empleo, en la industria o donde sea”, comentó.

La tramitación de documentos importantes, como el número de seguridad social y los registros ante el SAT, también es costosa y complicada.

“Que nos den facilidades, porque hay gente que no trae dinero, y para hacer un trámite es un dineral. A mí me salió en más de cuatro mil pesos solo conseguir mi acta de nacimiento”, lamentó.

Finalmente, agradeció a sus amigos en Estados Unidos, quienes le enviaron el dinero que guardó en casa y lo obtenido por la venta de su camioneta.