Veracruz, Ver.— José Manuel Saavedra Gómez llegó a dormir al edificio en ruinas que se localiza en el cruce de la calle Cortés con avenida Guerrero, en la colonia centro del puerto de Veracruz, hace dos días. En el lugar viven personas en condición de calle y con problemas de consumo de inhalantes.

El hombre – delgado, de piel morena y una barba que apenas sobresale – pidió asilo porque se quedó sin dinero, sin embargo, niega que alguno de los inquilinos del inmueble abandonado sea asaltante, como creen algunos de los vecinos de la zona centro del puerto de Veracruz.

José Manuel, de 45 años, viajó de Acayucan, municipio ubicado en el sur del estado, hasta el puerto de Veracruz para visitar la casa de su madre. En el camino se quedó sin un solo peso. 

Sin tener a donde ir, llegó a un edificio abandonado que se ubica a unas cuadras del mercado Hidalgo y pidió que le dieran asilo un par de noches mientras junta dinero para localizar a su madre.

“Tengo dos días que me dieron asilo ellos, pero nada más, les dije que ya me voy porque tengo familia y pues nada más me quedé de momento. Vine de viaje y no tenía dinero, entonces ellos me dieron posada dos días y les dije que les iba a dar para el refresco, pero que me apoyaran”, dijo en entrevista.

Al rechazo que vecinos y transeúntes sienten por el edificio debido a que es habitado por personas en condiciones de calle, se suman los montones de basura que las personas dejan en el inmueble abandonado, pues es utilizado como depósito.

Los desechos, el mal olor y lo inseguro que se ve, principalmente durante las noches, debido a la falta de vigilancia, es lo que más les preocupa a los vecinos que a diario pasan por ahí, sin embargo, para José Manuel no hubo de otra que pedir que lo dejaran dormir un par de días.

“Me vine de allá (Acayucan) y me quedé sin dinero, pero para no pedirle dinero a la gente porque piensan que por la situación en la que está uno, pues piensan que uno quiere robarles y no es así”, comentó.

El edificio, localizado en la esquina de calle Cortés con avenida Guerrero, quedó, en el abandono hace, por lo menos, cinco años. Las puertas y las protecciones desaparecieron con el paso del tiempo, lo que facilitó el acceso a personas en situación de calle y con problemas de consumo de inhalantes. 

Según José Manuel, en su breve experiencia, pudo notar que sus ocho inquilinos son gente inofensiva, que, si bien tienen problemas de consumo de drogas, como inhalantes, no se meten con los transeúntes.

El hombre explicó que los habitantes del edificio se ganan la vida a través de la venta de material reciclable e insistió en que no son asaltantes como la gente cree.

“No, la verdad, no (asaltan), ellos trabajan y recogen PET, plástico, se dan a la tarea de sobrevivir para sacar lo de su comida, venden PET, latas, cartón y pues si se da cuenta ahorita ya se fueron a vender”, expresó.

José Manuel se irá cuanto antes del edificio abandonado para llegar a la casa de su mamá y comenzar a buscar un trabajo estable, no sin antes agradecerles a los inquilinos que lo hayan dejado pasar dos noches en el interior del inmueble.