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Tras accidente en Oteapan, despiden con música a Magdalena y Amayrani

  • Fluvio Cesar Martínez
Madre e hija fallecieron en un accidente automovilístico el pasado lunes 22 de agosto

OTEAPAN, VER.– Las campanas de la iglesia católica sonaban cada vez más fuerte en el centro de Oteapan, anunciaban al pueblo la despedida de dos de sus habitantes, se trata de Amayrani Domínguez y su mamá la señora Magdalena Flores, quienes fallecieron en un accidente carretero el pasado lunes por la noche y este miércoles 24 de agosto fueron sepultadas.

La noche del lunes 22 de agosto, cuando regresaban a Oteapan chocaron con otro vehículo particular en el tramo carretero Chinameca-Chacalapa, y murieron de forma instantánea.

Tras ser veladas, el cortejo fúnebre partió en punto de las diez horas desde donde era su domicilio en la calle Vicente Guerrero del barrio El rincón.

Una fila de casi un kilometro era formada por familiares y amigos de las dos mujeres, caminaron detrás de los dos féretros por las calles Vicente Guerrero, Centenario y parte de la carretera transístmica hasta llegar al camposanto, bajo un sol radiante.

Detrás del tumulto, se escuchaban las canciones interpretadas por una banda de músicos locales, quienes no dejaban de tocar hasta que los cuerpos fueron sepultados.

Las lágrimas no se hacen esperar y entre los acompañantes se hace un nudo en la garganta, al ver como los familiares dicen adiós a Amayrani y su mamá.

Magdalena deja en vida a dos hijos varones, que con una flor se despiden de su madre y su hermana.

Coronas y arreglos florales fueron colocados a un costado de las lápidas; madre e hija fueron sepultadas juntas, ante un ambiente de tristeza y lágrimas, donde los cuestionamientos a Dios por su muerte no se hacen esperar.

MAGDALENA UNA MUJER QUE ALENTABA A LOS DEMÁS Y DE BUEN ÁNIMO

Con 51 años, Magdalena Flores Olan, se decía habitante de Oteapan, aunque era originaria del estado de Tabasco, pero desde muy joven llego a este municipio sureño donde formó su familia.

Magda, como era conocida, dio a luz a tres hijos, dos varones y Amayrani, quien murió a su lado.

Luz María Morales, fue jefa y amiga de Magda; incluso la nombró directora del sistema DIF municipal de Oteapan, durante la pasada administración, pues asegura que contaba con los valores y carisma para desempeñar el puesto.

“Desde que nuestros hijos eran pequeños la conozco, y creo que todo nuestro municipio sabe que era una persona que siempre traía chispa y contagiaba de su entusiasmo; ella fue base fundamente de nuestra administración porque era una gran guerrera y hoy nos deja un gran vacío”, dice con lágrimas la ex presidenta del DIF.

También la reconoce como una madre que lucho por sacar adelante a sus tres hijos, y “a pesar de su trabajo no los descuidaba”.

Magda era amante del baile y la diversión, y siempre se le veía sonriendo a los que ya consideraba sus paisanos en Oteapan.

Frente a su tumba, la señora Luz y un grupo de amigas le lloran y agradecen lo que vivieron a su lado.

Habían acordado que este viernes saldrían a bailar para celebrar su cumpleaños, pero Magda ya no llegará.

AMAYRANI, SIEMPRE FUE UNA GRAN AMIGA Y AYUDABA A QUIEN PODÍA

A escasos dos metros del sepelio, vestida de negro y cubierta con una sombrilla, se encuentra Astrid Martínez, que en silencio llora por su amiga Amayrani.

Creció junto a ella y compartieron muchas vivencias, incluso a ambas se les vio marchando por las calles de Oteapan en los últimos años al llegar el 8M.

“Era muy positiva, siempre traía una sonrisa que alegraba a los demás. Lo que me gustaba de ella es que ayudaba a todo los que podía; y la vi la semana pasa y fue la ultima vez y eso duele”, lamenta Astrid. 

Astrid se queda con las palabras de aliento que siempre le dio Amayrani, dice que no quiere llorarle y prefiere rendir un homenaje a su persona con mucha alegría, aunque es difícil no derramar una lágrima.

Amayrani de 28 años era Licenciada en educación y trabajaba como maestra en esta región, trabajo que compartía con las redes sociales donde transmitía para dar tips de belleza y de emprendedurismo.

Su esposo, con quien se casó el año pasado, no da crédito a la sepultura, por lo que ni siquiera toca la tumba, solo mira fijamente como desciende a la tierra.

Tras concluir el sepelio, la familia agradece a los oteapanecos por acompañarlos en este transe doloroso, y uno a uno comienzan a retirarse, mientras los albañiles terminan de sellar las tumbas y colocan las flores.

Atrás quedaron los sueños de una madre y su hija, que será recordadas con cariño en el pueblo de Oteapan, que hoy lloran su partida.

 

ys