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El estafador de Grindr: Alejandro narra pesadilla en motel del puerto

  • Ángel Cortés Romero
Alejandro, del puerto de Veracruz, conoció a su cita a través de la aplicación
Desperté inquietado por los golpes insistentes en la puerta. Me sentía vulnerable, mareado. La cabeza me daba vueltas. Intenté levantarme, pero no pude. Esperé unos segundos mientras mis ojos enfocaban el cuarto. Afuera no dejaban de tocar la puerta una y otra vez. Caminé a abrirla como pude.
 
“Joven, ya se acabó su tiempo, son las 12:30”, me dijo la trabajadora del motel. En ese momento todavía no me daba cuenta que mi ligue de Grindr me drogó y me robó 30 mil pesos.
 
Aturdido, le contesté a la mujer que ya saldría. Entonces busqué mi cartera y mi celular, pero no estaban. Tampoco estaba Antonio, el chico con el que pasé la noche, o eso creo. Tenía que salir pronto del motel. Seguía sin saber lo que pasó. 
 
Mi nombre es Alejandro, soy un chico gay, de 28 años, del puerto de Veracruz, una ciudad como ninguna para que las personas de la comunidad LGBT+ vivamos nuestra sexualidad con desenfreno, perfecta para buscar pasar un rato con desconocidos en una aplicación. Así yo conocí a mi estafador de Grindr, el sábado 16 de julio de 2022. 
 
Salí a la avenida Rafael Cuervo, en Veracruz al día siguiente de aquella cita. La luz del día me golpeó en la cara. Mi cabeza reventaba de dolor y las piernas apenas me respondían. Ni siquiera pude tomar un taxi para llegar a mi casa. No tenía dinero ni en las bolsas de mis pantalones. 
 
Llegué a mi casa sólo a tirarme sobre mi cama. No recordaba nada, pero no me importó, solo quería dormir, me sentía muy mal. Desperté hasta el día siguiente, el lunes, justo a tiempo para ir a mi trabajo. Entonces empecé a recordar. Ahora sé que Antonio, si es que se llama así, me robó, y que no soy su primera víctima.
 
Un par de noches antes, el sábado 16 de julio, recibí un mensaje por Grindr, una aplicación móvil en la que chicos homosexuales como yo buscamos encuentros casuales con otros hombres. La fotografía de Antonio llamó mi atención. Es güerito, se veía bien, vestía ropa de marca.
 
 “¿Nos podemos ver?”, me preguntó después de algunos minutos de conversación. Con un poco de desconfianza le dije que sí.
 
Intercambiamos nuestros números y pasamos al WhatsApp, en donde hicimos una videollamada para ponernos de acuerdo para vernos esa misma noche. Ahí mismo me propuso tomarnos unos “drinks”, un vodka, me dijo, que él guardaba en su casa.
 
“Ay, no, el vodka me mata, si quieres compramos otra cosa”, recuerdo que le comenté. 
 
Nos vimos un poco antes de las ocho de la noche en el estacionamiento de Soriana Los Pinos, en la avenida Rafael Cuervo. El tráfico ya era intenso y comenzaba a oscurecer. Lo vi llegar con un short, una playera negra y una gorra. Se presentó. 
 
Era justo como se veía en la videollamada. Güerito, alto, más o menos, de brazos fuertes, un poco gordito, pero de buen cuerpo. Estaba bueno y olía bien. Su pelo corto lo escondía en la gorra que llevaba puesta. Por momentos se portaba extraño. Miraba a todos lados, como si alguien lo estuviera viendo.
 
 
Entramos de prisa al supermercado para comprar una botella de ron, agua mineral y unas cocas. Excitado por verlo, yo solo quería llegar al motel. Fuimos a uno en la colonia Playa Linda. Me extrañó que pidiera toda la noche. Sin embargo, sólo nos rentaron la habitación por cuatro horas. Sería un buen rato, pensé.
 
Cuando entramos a la habitación puso música y me pidió que lo dejara preparar los tragos, que sabía hacerlo muy bien, porque fue bartender. Mientras servía las bebidas, me platicó que tiene 22 años, que es de Poza Rica y estudia una carrera en línea en la Universidad del Valle de México (UVM). Caí en su trampa. Le creí todo. 
 
Sé que con otros chicos a los que también contactó por Grindr se presentó como Marco, Josué y otros nombres que ya no recuerdo. Tiene varias identidades. A veces dice que tiene 25 años, que es de Puebla o de Ciudad del Carmen
 
Me dio la primera copa, todo bien. A la segunda comencé a sentirme mareado, vulnerable. Me sentía casi inconsciente, pero no dejaba de hablar. Después de la tercera copa ya no recuerdo nada. Ahora sé, por lo que he hablado con otros chicos, que Antonio me drogó con escopolamina.
 
 
La escopolamina o burundanga, como la conocen en algunos antros a los que suelo ir, es una droga que algunos sujetos echan en las bebidas de las mujeres para abusar de ellas o de otros hombres a los que les vacían sus cuentas bancarias.
 
Justo eso fue lo que Antonio me hizo. No tengo pruebas, pero estoy seguro que mientras la droga iba haciéndome efecto, me hizo confesar mis contraseñas. Vació mis cuentas, se llevó mi cartera y mi iPhone. Haciendo cuentas, creo que me robó cerca de 30 mil pesos. Me dejó más pobre que nunca.
 
Los empleados del motel lo vieron salir alrededor de las 10 de la noche. Tiene lógica, porque los últimos movimientos en mi aplicación móvil del banco se registraron a las 22:17 horas. Todavía se atrevió a contestarle el teléfono a algunos amigos a quienes yo les mandé mi ubicación
 
Intenté denunciar a Antonio en los juzgados de Rafael Cuervo, pero la acusación no procedió porque no tengo su nombre completo ni su domicilio. Si acaso, pude levantar una denuncia por el extravío de mi credencial, para que nadie haga inadecuado de mi identidad.
 
ANTONIO TENDRÍA MÁS VÍCTIMAS
 
La historia de Alejandro se registró durante las últimas horas del sábado 16 de julio de 2022 en la zona de la colonia Playa Linda, en el puerto de Veracruz. Ahora el joven que su historia no es la única, pues otros jóvenes vivieron hechos similares.
 
Uno de ellos es Ángel Rojas, un joven que se identifica en Twitter como @iangelrojas, quien asegura que Antonio lo drogó con burundanga para violarlo y robarle 10 mil pesos y un iPhone la madrugada del pasado 24 de julio.
 
 
De acuerdo con Ángel Rojas, Antonio le escribió a la 1:00 de la mañana a través de la aplicación de citas Grindr cuando se encontraba a 400 metros de él, en Klandestino, un bar ubicado en la colonia Ortiz Rubio, en el puerto de Veracruz.
 
“Hable con el vato y le dije que viniera a Klandestino, estaban mis amigos y estaba chido, me dijo que no y que mejor me veía en el centro de Veracruz, yo la verdad estaba muy escéptico, porque su perfil no se me hacía conocido y mientras más hablábamos más raro se ponía”, dice en un hilo de Twitter.
 
Ángel aceptó ir a verlo a la zona centro de la ciudad, en donde Antonio le propuso comprar una botella de vodka en un Oxxo, el más barato que encontró. El joven le dijo que no tomaría, porque esa bebida le provocaba vómito.
 
La pareja se fue a un motel, en donde Ángel se metió a bañar inmediatamente para quitarse el cansancio y el olor al cigarro. Cuando salió, Antonio ya le había servido la bebida en un vaso, del que comenzó a tomar sin saber que lo estaba drogando.
 
“Platicamos sobre cinco minutos más y él me dijo que se iba a meter a bañar, que es lo último que yo recuerdo antes de sentirme mareado y caer en la cama sin conocimiento”, relata.
 
De acuerdo con la víctima, despertó alrededor de las 11:00 de la mañana del pasado domingo 24 de julio, confundido por la droga, tambaleándose, con asco, dolor en el cuerpo, en el que tenía moretones en las piernas, brazos, espalda y muslos. Sus cosas no estaban.
 
Ángel llamó a sus papás, quienes lo llevaron con un médico que confirmó que fue drogado con escopolamina y que fue violado.
 
Debido a que la historia que el joven compartió en su cuenta de Twitter se hizo viral, otros usuarios comentaron que sus conocidos vivieron hechos similares con un hombre que les robó sus pertenencias y vació sus cuentas bancarias con la misma operación, en Veracruz.
 
 
De acuerdo con Jazz Bustamante, activista de la comunidad LGBT+ en Veracruz, hombres gays y mujeres trans son blanco de personas que se dedican a robarles y abusar sexualmente de ellos luego de un primer contacto en alguna aplicación móvil.
 
 
En entrevista, la activista da una serie de consejos a personas que liguen con desconocidos a través de apps como Grindr:
 
1. El primer encuentro siempre debe ser en un lugar público.
 
2. Procurar que la batería del celular esté cargada y lleva alguna herramienta de defensa personal, como gas pimienta, una navaja u otro objeto.
 
3. Mantén activo tu GPS y envía tu ubicación a más de un familiar o un amigo. Indícales que, si después de tres horas no saben de ti, traten de comunicarse contigo.
 
4. No aceptes que el primer encuentro sea en tu casa o en la de tu ligue. Mucho menos vayas a dormir con él o ella. 
 
5. No bebas nada que te ofrezca tu ligue, a menos que esté sellada. Sin embargo, eso tampoco es garantía. Mejor lleva tu propia bebida, ya sea un agua o refresco.
 
 
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