• Xalapa

“Querer es poder”: Verónica, mujer bolera de Xalapa

  • Isabel Ortega
Verónica sonríen y confirma que la pandemia la obligó a buscar otras opciones de trabajo

Ocasionalmente usa su toalla de mano para limpiar el sudor de su frente y rostro, Verónica Flores confirma que es la primera mujer de Xalapa que tiene como oficio bolera.

El calor que le da en la espalda y el esfuerzo de bolear el calzado la hacen sudar, mientras cuenta que hace cinco meses decidió cambiar de trabajo. Dejó el trapo de cocina, que usaba al limpiar casas, por su caja con jabón y tintas, que le permite realizar un oficio ligado a “hombres”.

Acompañada de su pareja, otro bolero que se instala en la jardinera ubicada en la avenida Lucio esquina Tamborrel, cuenta que es madre de cuatro niños. Las edades van desde 17, 14, 12 y 11 años, lustrar zapatos le permite tener más tiempo para ellos.

“Dicen que el querer es poder, no es una cosa difícil, pero, digamos, también tiene sus detalles. No me costó mucho desempeñarlo; simplemente en los colores hay que poner atención, porque hay colores que manchan.

 

“Sí me costó un poquito aprender a mezclar el que color que sale de café y miel, tuve que aprender para combinarlo”, platica mientras sigue afanada en la limpieza de un calzado.

 

Verónica sonríen y confirma que la pandemia la obligó a buscar otras opciones de trabajo, pues cuando realizaba limpieza en las casas el horario superaba las ocho horas y el pago era no mayor a 150 o 200 pesos.

 

 

El aislamiento social llevó a algunas personas a estar más tiempo en su casa y no necesitar de alguien para limpiar y ordenar las viviendas.

Tenía entre tres o cuatro casas para limpiar en la semana, y al salir a trabajar dejaba mucho tiempo solos a sus hijos, “me llamó la atención en practicar este trabajo y me gustó, porque me mando yo; salgo de mi casa a la hora que yo pueda y me adapto con los horarios para mis hijos”.

En la mañana, dice, le da tiempo de cocinar la comida de sus hijos, va por dos de ellos a la escuela y los encamina de regreso a casa, donde los mayores los alimentan y les apoyan con la tarea.

Pasado el medio día se traslada de la colonia Revolución al Centro; el camión se hace más o menos 40 minutos, y de la una en adelante se acomoda con otra docena de boleros que acostumbran a estar en la calle Lucio, entre Abasolo y Tamborrel.

Verónica se distingue entre la mayoría de los hombres por el esfuerzo que hace, no sólo para “ganarse” los clientes, sino para que el par de zapatos queden impecables. A cinco meses confirma que ya tiene clientes habituales que acuden frecuentemente a bolearse su calzado.

“Cuando hay trabajo de mediodía para la tarde, se atienden a 16 o 17 personas” cuenta, y confirma que la inversión para la compra de tintas, jabón y otros insumos es poca, por lo que la boleada, es más rentable que limpiar casas.

 

 

El costo por lustrar dos zapatos es de 20 pesos; aun no tiene calculado el tiempo que le lleva dejarlos impecables, pues depende de que tan sucios llegue, del clima y hasta del horario en el que se los lleven a la esquina de Lucio y Tamborrell, pero confirma que se “enamoró” de su nuevo oficio que le da tiempo de estar al pendiente de su familia.

No todos los días son buenos, pero hay días en los que si se gana hasta 250 pesos; cuando al limpiar casas no sacaba más de mil pesos a la semana, “Con eso de las clases que empezaron ya, llego a mediodía”.

Dice que por nueve años trabajó en casas, así encontró una forma de mantener a su familia; se encontró con su nuevo oficio por su “pareja” que fue quien le enseñó y le ayudó a adquirir sus implementos y con quien comparte la esquina de la jardinera.

Comenta que no deben pagar al municipio por estar ahí; sin embargo, al principio le costó un poco hacerse de clientela, pues quienes piden una boleada son hombres y no tomaban muy en serio que ella pudiera lustrar su calzado.

 

“Al principio no era común o normal ver a una mujer boleando. Yo no he visto a más, en el parque son puros caballeros, y al principio, tanto hombres y mujeres ponían resistencia pues es raro ver (limpiando y pintando zapatos) a una mujer”.

 

Cuenta que la gente pensaba que por su inexperiencia no iban a quedar bien o los iba a echar a perder, “pero ahorita gracias a Dios, ya viene gente conmigo”.

 

 

 

 

FP