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Tras adornar el Vaticano y Cancún, artesano regresa a decorar Teocelo

  • Carlos Caiceros
Sinue Hernández y su familia confeccionan medallones que decorarán los hogares del pueblo para las fiestas

“Devastado”, así fue como Sinue Hernández Chima regresó de Cancún a Teocelo, a inicios de la pandemia. Él mismo describe ese frustrante sentimiento.

No sabía qué le deparaba el destino, pero su fe y sus ganas de salir adelante le ofrecieron otra oportunidad en su tierra natal, donde ahora es una de las personas más solicitadas para adornar las casas del pueblo.

Y es que el hombre es un referente artesanal en la elaboración de adornos para la fiesta patronal del Santo Entierro, que tendrá lugar a finales de este mes en Teocelo.

 

Del Vaticano a Cancún, artesano regresa a Teocelo para decorarlo

 

Sinue también estuvo hace algunos años en el Vaticano, donde incluso tuvo la oportunidad de acudir a una audiencia con el Papa Francisco y cuenta lo que considera como un milagro que el Santo Padre le hizo. Su fe se fortaleció incluso más y con ella por delante, se prepara para las fiestas patronales.

 

ARTESANO INTERNACIONAL

Experto en trabajos con fibra de vidrio, caucho, papel maché, madera y otros materiales, el hombre de 33 años tiene 16 ejerciendo el oficio que aprendió al salir del bachillerato, fecha en la que también se casó con Araceli.

Sinue tuvo como maestro a José Luis Zacarías, artesano del municipio, del que afirma, es la persona a quien le debe “todo” lo que sabe.

En 2013 el estado de Veracruz fue el encargado de realizar la Navidad Mexicana en el Vaticano. Él junto a otro grupo de artesanos cruzó el océano para elaborar un pie de árbol, que medía 12 metros de alto.

Ahí tuvo una de las experiencias religiosas más conmovedoras de su vida. Su hermana menor, Luz del Carmen, había sido diagnosticada con leucemia varios meses antes de su viaje en diciembre de 2013.

 

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Cuando supo que viajaría al Vaticano llevó consigo una fotografía de su familiar, aun sin saber si tendría o no la oportunidad de ver al vicario de Cristo.

El 11 de diciembre, en una audiencia pública, Sinue tuvo la fortuna de verlo y saludarlo. Ahí le presentó su fotografía y le pidió la intercesión.

“Cuando lo pasé a saludar, al acercarle la mano y todo le dije que me hiciera un favor y me dijo que sí. Llevaba una mochila a un lado y le dije que traía la foto de mi hermana a la que le detectaron leucemia, ‘por favor bendígala’”, pidió.

“Entonces puso su mano sobre la foto y me dijo ‘ve con Dios que tu hermana se va a curar’. Y después de ocho años, mi hermana ya tiene 14 y en los estudios que le han hecho, sale que ya no tiene cáncer en su organismo. Es un milagro”, cuenta.

 

EXILIADO POR LA INSEGURIDAD

El artesano, quien también hace escenografías y decoración de eventos, cuenta que después de su regreso del Vaticano, continuó con su trabajo en Teocelo, pero a raíz de los hechos de violencia que para ese año y los siguientes azotaban a Veracruz, tuvo que dejar el estado, amenazado por la delincuencia.

 

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“Las personas de aquí se fueron con finta de que nos habían pagado bastante dinero porque estuvimos trabajando nueve días; una vez que regresamos al pueblo, el señor con el que trabajaba fue víctima de extorsión por grupos delictivos que le pedían cierta cantidad de dinero porque si no iban a atentar contra la vida de sus familiares.

 

“Incluso contra la vida de nosotros porque pensaban que habíamos ganado euros cuando en realidad el gobierno nos llevó como artesanos y solo nos pagó el viaje y nos dieron viáticos. Ya el Papa nos dio unos recuerdos y ese fue nuestro pago”, lamenta.

 

Su refugio lo encontró en Cancún, donde pese a desconocer todo lo relativo con la hotelería, apostó el inicio de una nueva vida allá, sin saber que su experiencia sería bien valorada.

“Yo no me imaginaba que este trabajo iba a ser bien reconocido. Yo llegué a un hotel y platiqué lo que sabía hacer, me comentaron que les agradaba mucho la idea de que algo así sucediera en sus instalaciones.

 

“Allá los hoteles cuentan con un teatro donde todos los días se presentan shows; allá tenía un cargo de escenógrafo. Llegué como todos, lavando trastes por la falta de experiencia en hotelería. A los dos meses les demostré todo lo que yo sabía hacer”, rememora emocionado.

 

Una vez conocidos sus dotes de artesano, la dirección del hotel donde laboraba permitió que pidiera todo lo que iba a necesitar para montar su taller, incluso le pagaron cursos y estudios referentes a los espectáculos, con lo que su experiencia se amplió y uno de sus mejores episodios de vida iba avanzando.

Sin embargo, cinco años después de esa nueva vida, llegó la pandemia de covid-19, que golpeó a todos los sectores pero especialmente al turismo y ocio. Sinue tuvo que devolverse a Teocelo.

“Al cerrar todos los hoteles, a los que somos empleados nos finiquitaron y ya no nos dieron fecha de regreso. Entonces al no tener entradas me vi en la necesidad de volver aquí de donde soy, aquí nos ayudamos entre todos”, dice al enfatizar que, de no haber sido por la pandemia, difícilmente habría vuelto a su tierra.

Y no es porque no quisiera, sino porque su trabajo se estaba consolidando y ahora podía combinarlo con materiales nuevos y con la tecnología, lo que ya no se pudo concretar.

Pero el hombre no se desespera. Sabedor del arraigo de las creencias religiosas en su municipio, retomó la elaboración de medallones con la imagen del Santo Entierro, la fiesta que se hace durante el último fin de semana de enero en Teocelo.

 

LA FIESTA EN HONOR AL SANTO

De esta celebración, recuerda los relatos de su abuelita, quien le contó que la imagen que ahora adora el pueblo fue encontrada en una cueva a la que inicialmente no le tenían tanta fe, pero con el paso del tiempo, se convirtió en la insignia de todo un pueblo, tanto que ahora es la representación de la crucifixión durante los festejos de Semana Santa.

 

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“Ya van más de cien años y hay historias de que una vez se le quebró un dedo y le salió sangre. Hay bastantes historias que han logrado hacer que en toda la región gente de distintas partes vayan a visitarlo y pedirle un milagro; hay personas que han llegado a atestiguarlos”, revela.

 

El Santo Entierro, ubicado en la Iglesia de la Asunción no tiene como tal una fecha exacta de celebración, sino que se registra en el último fin de semana de enero, congrega a miles de creyentes donde lo que más se pide es salud.

Las creencias de su pueblo, de su propia familia y las ganas de ser partícipe de esta celebración, convierten a Sinue en uno de los artesanos más buscados del pueblo.

 

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“Yo lo hago más que nada para apoyar al pueblo, para que luzca mejor. Es un trabajo que por otras partes es bien pagado, pero aquí es más como un apoyo para que el pueblo resalte, renazca y llamar más turismo y se reactive la economía”, dice.

 

Y al oficio se han integrado su esposa y sus hijos, no solo para no perder la tradición, sino para inculcar a sus hijos que cuando la posibilidad de un trabajo se pierde, siempre puede haber oportunidad para empezar de nuevo.

“Veníamos de Cancún devastado y yo me preguntaba cómo le iba a hacer aquí donde también la pandemia está pegando” y entonces se le ocurrió volver a retomar su oficio de hacer artesanías para decorar las casas.

Sinue es un hombre motivado y creyente de Dios. Gracias a ello y su esfuerzo, sigue llevando comida a su mesa para su esposa e hijos, esa es parte de su satisfacción.

 

“Yo pongo mi fe en este Santo y sé que no me va a abandonar”, dice convencido.