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El viacrucis de Rufina para presentar una denuncia en Veracruz

  • Miguel Ángel León Carmona
La mujer y su hija sólo perdieron recursos en la búsqueda de la justicia que no les pudo proporcionar la Fiscalía de Veracruz

El viacrucis de Rufina Hernández para conseguir justicia inició este 14 de junio a las 9:43 horas, cuando a su hija Guadalupe, de 16 años, un taxi le arrolló el pie derecho y el conductor se dio a la fuga. 

Rufina, su hija y su sobrina pidieron al conductor del taxi XL-1972 que las llevara hasta el bulevar Europa, en el Fraccionamiento Monte Magno, una zona de alta plusvalía en Xalapa. Las tres se dirigían a domicilios diferentes donde trabajan como empleadas del hogar.

“Todo comenzó mal”, recuerda Rufina, cuando el ruletero puso un semblante de molestia porque, a su parecer, había cobrado poco por el servicio de las tres mujeres. “Empezó a acelerar muy alocado y se enfrenaba a cada rato”.

De acuerdo con cámaras de video obtenidas por E-Consulta, a las 9:43 el taxista se estacionó frente a la Plaza Monte Magno. De la unidad apenas pudo descender Rufina; cuando su hija lo intentó el hombre aceleró y provocó que saliera disparada al pavimento y una de las llantas le pasó por encima de su pie.  

En la grabación, a la menor se le aprecia renquear hacia la acera derecha. En tanto su prima y su madre le reclaman al taxista, quien decide escuchar a las mujeres desde el parabrisas. Los carros detrás del percance presionan con el claxon y esto es aprovechado por el hombre para acelerar y desaparecer de la escena.

“Eso no se iba a quedar así”, dijo Rufina. Llamó a su empleadora para pedirle que le descontara el día. Ella lo tenía claro: buscaría que el responsable pagara la atención médica de Guadalupe y asumiera consecuencias de sus actos con las autoridades.

Guadalupe fue auxiliada por policías estatales. Ellos recabaron datos y le sugirieron a su madre acudir a la dirección estatal de Tránsito, donde, le explicaron, podrían llamar a cuentas al taxista y así llegar a algún acuerdo reparatorio. Rufina y Guadalupe llamaron a otro ruletero conocido que “les diera crédito” y las llevara a lo que pensaban, sería una diligencia rápida.

Las nueve estaciones

Primera estación: Rufina y Guadalupe tomaron una nueva unidad que las llevó hasta la dirección general de transporte, a diez kilómetros de plaza Monte Magno. “Dimos el número del taxi, le dijimos a un señor que nos atendió que queríamos saber el nombre del propietario, pues para reclamarle. Nos dijo que eso no se podía por tratarse de datos de privacidad. Que nos fuéramos para la Fiscalía”.

Segunda estación: Madre e hija hicieron caso y se desplazaron a la Fiscalía de Distrito, en un edificio de reciente apertura, en la calle Úrsulo Galván. Allí un joven las recibió, pero les dijo que su destino estaba cuadras adelante, en la Fiscalía Especializada en la Investigación de Delitos de Violencia Contra la Mujer, Niñas, Niños, y Trata de Personas.

Tercera estación: Rufina le pidió a Guadalupe que aguantara el dolor en su pie, que estaban por llegar. Se dirigieron al lugar señalado, pero recibieron una nueva negativa. “Me dicen que antes de recibir la denuncia tenía que ir al Hospital Civil a que validaran las lesiones de mi hija, que luego regresara”, recuerda la madre. Para entonces habían pasado tres horas desde el percance. 

Cuarta estación: Guadalupe y su madre se desplazaron a la calle Doctor Pedro Rendón, en el centro de la ciudad. Para llegar al nosocomio anduvieron a pie, por un camino empinado y empedrado, característico de la capital. La menor esperó turno y fue atendida. La lesión no fue mayor y la inflamación, le dijeron, disminuiría con la receta que ha inspirado memes: con paracetamol. Rufina, no obstante, ya tenía las pruebas que le habían pedido, entre ellas radiografías; mismas que un médico legista de la Fiscalía pudo hacer, de acuerdo con las facultades del organismo.

Quinta estación: Para las 16:30 horas madre e hija salieron del Hospital Civil y regresaron a la Fiscalía Especializada. Allí les dijeron que estaba en la dependencia indicada, pero no en Atención Temprana, que fueran del otro lado de la calle, en la Avenida Ávila Camacho. 

Sexta estación: Hasta ese lugar fueron y las atendió la fiscal séptima de atención temprana, Sandra Hernández Reyes. “La señorita me salió con una nueva vacilada. Que ahora necesitaba el acta de nacimiento de mi hija y mi copia de la credencial de elector”. 

Séptima estación: Rufina y Guadalupe no habían desayunado ni tampoco comido. Al taxista le pidieron que las llevara a su casa, en la zona de Las Trancas, a otros diez kilómetros de distancia. Fueron de prisa, buscaron los documentos y regresaron a la dependencia. Para entonces ya eran las ocho y media de la noche.

Octava estación: Las dos mujeres descendieron apresuradas del taxi y buscaron a la fiscal Hernández Reyes. La funcionaria tenía lista la última respuesta de la noche. “Son ya las nueve de la noche, señora, estamos por cerrar la oficina. Sea tan amable de regresar mañana”. 

Novena estación: Consternadas, Rufina y Guadalupe abordaron el taxi de regreso a casa. Para entonces la carrera ya superaba los 300 pesos. “Digamos que perdimos 900 pesos en un día: 300 del taxi, 300 de mi paga y 300 de la paga de mi hija. No sabe el coraje que me dio”, cuenta la madre mientras enseña las diligencias interminables en papeles.

Son las nueve de la mañana del 15 de junio. Rufina quiere justicia para “Lupita”, como la llama de cariño. Sin embargo, hoy tiene un dilema: Justicia o apostar otros 900 pesos. Elegir la segunda opción implicaría tres días de trabajo de Rufina y Lupita, lo que es igual a 24 horas fregando pisos y planchando el dobladillo de pantalones.

Omisiones, una frecuente para Rufina

En enero de 2017 Rufina Hernández ya había tenido una primera decepción de la Fiscalía de Veracruz, en la administración del exfiscal prófugo de la justicia, Jorge Winckler. Aquella ocasión la trabajadora del hogar decidió denunciar a su exmarido, a quien señaló ante las autoridades de haberle propiciado una golpiza. 

La entrevistada habla poco sobre lo sucedido esa noche, a unos minutos de que una sobrina cumpliera 15 años. Su expareja, cuenta, acarreaba problemas de alcoholismo y celos. Y la última agresión que ella soportó fue un golpe con una sartén en su cabeza. La agresión le dejó una herida que solo cerró con seis puntadas. Rufina dijo que no permitiría otra agresión y acudió con la autoridad. 

El final ella lo resume. “Son cuatro años desde que pasó eso y a mí nunca me llamaron; mucho menos a él. Pensé que sería más fácil el tema de mi hija, pero no. A uno lo ven sencillo y no le hacen caso”, concluye la mujer quien se ve más preocupada por cumplir con su trabajo.