• Xalapa

Con 102 años, Juana vive de la caridad de vecinos y xalapeños

  • Isabel Ortega
La mujer y su sobrino viven en condiciones precarias junto a sus más de nueve perros, en la colonia Francisco I. Madero de Xalapa

Nueve perros adoptados son la familia de doña Juana González de 102 años, y de su sobrino Miguel González de 58 años, que desde enero del 2020 viven de la caridad de sus vecinos, y ahora de los xalapeños que conocieron su historia a través de redes sociales.

La casa número 47 de la calle Bolivia, en la colonia Francisco I. Madero, donde habitan, tiene claras marcas del paso del tiempo y un mal olor que viene del interior, provocado por los nueve animales que acompañan a sus dos residentes.

Los muebles y su condición son precarios, escasas sillas rodean la mesa que los perros usan como un área de descanso, y la cama de doña Juana es compartida con las mascotas, que en ocasiones le ayudan a no resentir las bajas temperaturas que se han registrado en Xalapa

Doña Juana, está sentada en un improvisado recibidor en el pequeño patio de la casa, escucha las preguntas que los reporteros hacen a su sobrino que cuenta cómo es que llegaron a esa condición y qué es lo que requiere.

Cuando le preguntan cómo se siente, afirma que está bien y que apenas tiene 90 años. Cuenta que hace años está sola, que se casó, pero su marido, del que se separó, se fue a Alvarado y la única hija que tuvo nació muerta, por lo que ahora sólo cuenta con el apoyo de su sobrino.

La situación económica y de vida de doña Juana se complicó hace un año, cuando Miguel, quien trabajaba para mantenerla, fue sometido a una operación para amputarle la pierna derecha. Una lesión se infectó por la diabetes que padece hace varios años. 

Miguel cuenta que cuando fue operado en enero del 2020, una prima, que es su vecina, decidió entrar a la casa para limpiarla. La familia tiró todo lo que encontró al interior de la vivienda, incluida, ropa, enseres, muebles y cobijas.

“Yo nunca dí permiso para que entraran. Ella estaba dormida a las 6 de la mañana cuando entraron a limpiar. Llego del hospital, y mis cosas de trabajo y letreros del urbano, que tenía listo para entregar, todo me lo echaron a la basura, Fue el marido de mi prima”.

La intención de la familia, acusa, era sacar a doña Juana de la casa, pues no pensaron que Miguel podría salir bien de la amputación de su pierna. El pronóstico médico no era alentador debido a la diabetes que padece. 

Incluso, pretendían dejar abierto el portón de la casa para que se salieran los perros, pues no les gustan sus “hijos”, como los identifica.

Un vecino lo ayuda a salir de vez en cuando de su casa; compra la comida para él y su tía en una cocina económica, a unos metros de su vivienda, debe los últimos dos meses, pues se le ha complicado conseguir dinero para pagar.

El apoyo de su familia es poco o nulo, incluso, cuando los visitan sólo critican la condición de pobreza y marginación en la que viven, sin llevar alimento o ropa para su “mamá” como le dice a doña Juana.

Es por lo que pide ayuda para obtener una prótesis y así volver a trabajar y tener ingresos propios, además, solicitó que donen croquetas para alimentar a sus hijos, “ropa para hombre y mujer, zapatos, trastes de cocina y muebles, aunque sea chiquito”.