- Seguridad
Arianna venció al cáncer, pero ladrones la asesinaron
En octubre del 2018, Arianna Hernández Reyes cumplió uno de sus sueños: casarse con su novio de toda la vida. Su felicidad quedó truncada el 9 de mayo de este 2019, le quitaron la vida en un asalto a mano armada, en calles de la ciudad de Boca del Río, en Veracruz.
La profesora de tiempo completo trabajaba como directora del jardín de niños “Cristóbal Colón”, en la popular colonia El Morro, apenas a unas cuatro cuadras de la zona de playas de ese municipio.
La maestra salía del plantel. Era tarde, cerca de las 14:30 horas. Los preparativos para el festival Día de las Madres la retrasaron de su salida habitual.
En el portón la esperaba su esposo Alberto. Ella colocaba el candado para asegurar el edificio cuando fueron amagados por dos jóvenes que arribaron en una motocicleta.
Uno de los delincuentes sometió al hombre colocándole un arma en su espalda, mientras que el otro trató de quitarle su bolso a Arianna, que lo defendió con todas sus fuerzas, según relataron testigos a los agentes de investigación.
Alberto, que recreó el momento, narró que escuchó detonaciones y vio a su esposa tirada, llena en sangre. Él fue a su ayuda, momentos que los maleantes aprovecharon para huir.
Los paramédicos nada pudieron hacer por Arianna, falleció casi al instante de la agresión. De la tragedia sólo queda una mancha roja en las escalinatas del colegio y una cartulina en la reja que avisa: se suspende el festival de las madres.
En su lugar, los padres de familia son invitados por un anuncio en una cartulina a que acudan a la funeraria para darle el último adiós a la directora.
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Era una guerrera
Arianna Hernández Reyes estaba a un mes de cumplir 51 años de edad. Los vecinos la recuerdan como una mujer guerrera, madre responsable muy enamorada de su esposo.
En el pasado había luchado por su vida. Algunas mujeres, que pidieron el anonimato, recuerdan que en el 2008 luchó contra el cáncer, enfermedad que venció para seguir trabajando en su pasión que era la educación.
En la última década había sufrido de otros problemas de salud, como una operación, sin embargo, siempre regresaba a su oficina en la “Colón”.
Era tal el cariño de los vecinos de El Morro, que el día de su muerte, varios niños que viven en los alrededores llegaron a la línea amarilla de acordonamiento de la policía para mirar por última vez a la maestra.
Nadie se inmutó, los adultos permitieron que los pequeños observaran esa realidad, muchos de ellos, al cabo de los minutos entraron al patio de una casa ubicada casi enfrente del lugar del homicidio.
Ahí, ignorando las torretas, patrullas y uniformados armados, como si nada hubiera pasado, tomaron asiento en pupitres de plástico para tomar clases de regularización con un joven vecino.
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