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AMLO: de Macuspana a Palacio Nacional

  • Roberto Rock
Tras su renuncia al PRI en 1983 inició sus constantes éxodos con su particular visión democrática.

En marzo de 1980, recién casados, ella de 23 años, él de 26, Rocío Beltrán y Andrés Manuel López Obrador comenzaron a construir una familia, pero también un proyecto que transformaría su existencia y, ahora se sabe, también la historia de este país, al colocar en la Presidencia al primer tabasqueño en la historia de México.  

Desde 1978, López Obrador, se desempeñaba como delegado estatal del Instituto Nacional Indigenista-Coplamar, cargo que asumió a los 25 años. Había rehuido ocupar las oficinas del organismo en Villahermosa, Tabasco, y se instaló en la zona indígena de la entidad, dominada por choles y chontales. La pareja fue recibida por algunas decenas de familias, orgullosa de poderles ofrecer como residencia un jacal de una sola habitación, construido con guano, techo de palma y piso de tierra.

Comenzaba así la historia de un matrimonio que se había conocido en las aulas de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, donde Beltrán Medina (Teapa, 1956) estudió la licenciatura en Sociología y tuvo como maestro a López Obrador, nacido el 13 de noviembre de 1953 en el pequeño pueblo ribereño de Tepetitán, municipio de Macuspana. Recién había egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, donde cursó la licenciatura de Ciencias Políticas y Administración entre 1973 y 1976.

Quienes los conocieron recuerdan que Andrés Manuel exhibía ya rasgos peculiares en su carácter: pasión por la política, obsesión por la historia, un claro componente espiritual, un temperamento volcánico, especialmente cuando enfrentaba reveses (“desde niño se trababa cuando se le regañaba”, declaró alguna vez su madre)… y una proclividad a buscar apoyo y serenidad en la influencia de dos mujeres clave en su vida: doña Manuelita y, desde entonces, Rocío. Tuvieron tres hijos: José Ramón, Andrés Manuel y Gonzalo. Quizá habrían llegado más (López Obrador fue el mayor de siete hermanos), pero poco después del nacimiento del último de ellos, Rocío fue diagnosticada con lupus, una extraña enfermedad del sistema inmunológico, que le cortó la vida a los 46 años, el 13 de enero de 2003.

Con sus padres y sus hermanos

En mayo del 2000, días antes de su elección como jefe del Gobierno capitalino, López Obrador había perdido a su madre, Manuela Obrador (auténtico motor de la familia, su consejera en momentos políticos clave), víctima de un infarto. Pocos meses después, el 8 de diciembre, a tres días de que asumiera el cargo, su padre, Andrés López Ramón, fallecería también. En menos de tres años, este hombre vio desaparecer tres referencias cardinales en su vida.

GONZÁLEZ PEDRERO Y EL "ESTO NO ES CUBA, ANDRÉS"

En 1982 y tras diversas gestiones, López Obrador sostuvo un encuentro con su antiguo profesor universitario, y paisano, Enrique González Pedrero. La reunión incluyó a la esposa del intelectual, la escritora cubana Julieta Campos. El matrimonio se impresionó con la conversación sobre los logros de ese joven en las zonas indígenas de Tabasco.

En particular doña Julieta se interesó en el Andrés Manuel devorador de libros que, a los 23 años, en 1976, se había afiliado al PRI para coordinar la campaña del poeta Carlos Pellicer (1897-1977) para ser senador de Tabasco por el PRI (lo fue durante menos de un año). Pellicer se había constituido en benefactor de universitarios que mal comían en laCasa del Estudiante Tabasqueño, en la calle Violeta de la colonia Guerrero, en el centro de la Ciudad de México. Entre ellos se contaban Humberto Mayans Canabal y López Obrador.

Fue Pellicer quien presentó a López Obrador con el gobernador Leandro Rovirosa para pedirle le diera un empleo. También lo acercó con Ignacio Ovalle, responsable del programa Coplamar, que atendía a zonas marginadas, y del Instituto Nacional Indigenista.

Ovalle y Rovirosa acordaron el primer cargo público de relevancia que Andrés haya tenido. En particular, Ovalle desarrolló simpatía por ese muchacho tabasqueño al que le tendería la mano en varios momentos clave. Profundo debió ser el agradecimiento de ese joven que, 40 años después, seguiría buscando corresponder.

En Tabasco, llegada la sucesión del gobierno de Rovirosa Wade (1977-1982), una serie de condiciones, en particular el apoyo del entonces presidente electo Miguel de la Madrid, favoreció al aspirante menos mencionado, González Pedrero. Al ser postulado, sumó a su campaña a López Obrador, quien coordinó eventos ligados a la estrategia electoral denominada “Que hable Tabasco”. Al asumir González Pedrero la gubernatura, el primer día de enero de 1983, proyectó a López Obrador para presidir al PRI.

Aún no se cumplían siete meses cuando, el 16 de agosto del mismo 1983, el joven dirigente fue acusado por la mayoría de los 17 alcaldes del estado, pues desde el PRI se les fiscalizaba y el presidente estatal del partido difundía “ideas socialistas” en las comunidades.

“Andrés, esto no es Cuba”, le dijo al salir del encuentro González Pedrero. Lo removió de la dirigencia del PRI, pero dispuso que fuera oficial mayor del estado. López Obrador asumió el cargo, pero en el primer día de funciones redactó una renuncia, la entregó en la oficialía de partes. Y se largó del lugar.

Cuando López Obrador salió del edificio se dirigió a su domicilio en la colonia “Galaxias”. Ahí se reunió con su esposa Rocío y le dijo que acababa de renunciar al gobierno, que ello suponía quemar sus naves en Tabasco. Y le anunció que deberían salir de la entidad, para buscar empleo en otro estado.

López Obrador y su familia se refugiaron en la casa familiar de Palenque. Él necesitaba, como al aire, el consejo de doña Manuelita, su madre. Ella lo reconfortó:

“Si nosotros que ni a la escuela fuimos, te sacamos adelante a ti y a tus seis hermanos, ¿qué no podrás hacer tú que eres profesionista…?”.

Tras meses que resultaron angustiosos y de algunos intentos fallidos en busca de empleo, Ignacio Ovalle le llamó: Clara Jusidman, directora del Instituto Nacional del Consumidor, en la Ciudad de México, tenía vacante el puesto de director de Promoción Social. “¿Te interesa, Andrés?”.

Estaba por iniciar 1984. Entre los tabasqueños se ha dicho siempre que el convulso temperamento tropical y la vida capitalina no hacen buen coctel. Pero la familia López Beltrán llenó maletas y partió. No falta ahora quien diga que lo hicieron jaloneados por un destino que nadie intuía aún. Andrés no perdió contacto con las relaciones que construyó durante las campañas estatales de Pellicer y González Pedrero, tampoco con las comunidades que le profesaban admiración. A su regreso a Tabasco, cuatro años después, los estaría aguardando una cita con la historia.

CÁRDENAS, EL PRD Y LA PRIMERA CANDIDATURA

López Obrador vio desde las filas del PRI la batalla librada al interior del partido oficial por la Corriente Democrática, que en 1987 impulsaron Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Rodolfo González Guevara e Ifigenia Martínez. Y tuvo una presencia marginal en los tiempos iniciales del Frente Democrático Nacional (FDN) que postuló a Cárdenas a la Presidencia en julio de 1988.

Aunque existen diversas versiones de este episodio, la historia que se divulga en la familia y los círculos cercanos a López Obrador asegura que durante una gira de dirigentes del FDN por Tabasco en 1988, Cárdenas y Muñoz Ledo escucharon hablar de Andrés Manuel y consultaron a Graco Ramírez Abreu, de origen tabasqueño, si lo conocía, lo que éste confirmó, por lo que se le encomendó localizarlo y convencerlo de renunciar al PRI para ser postulado por el Frente como candidato a la gubernatura de Tabasco, pues estaba ya a la vista el inicio de campañas.

Andrés Manuel, que no había dejado de hacer política durante sus visitas a Tabasco mientras vivió en la ciudad de México (1984-1988), conquistó un perfil regional alto en 1988 al ser postulado por el FDN para las elecciones de noviembre de ese año a la gubernatura, cuando se enfrentó con Salvador Neme.

Por primera vez, un candidato opositor obtuvo 20.9% de los sufragios y logró cinco diputaciones locales. Pero no cerraban aún las casillas cuando llamaba ya a movilizaciones contra un presunto fraude electoral.

La oposición a Neme Castillo generó por los años siguientes marchas, plantones, tomas de pozos petroleros y otras acciones en las que López Obrador encarnó todo tipo de inconformidad, incluidos reclamos por daños en terrenos agrícolas a causa de las operaciones de Petróleos Mexicanos (Pemex).

En 1989 Andrés Manuel fue designado presidente estatal del entonces naciente PRD. E inició una larga marcha que cambiaría el rostro político de Tabasco, controlado desde la segunda década del siglo por una misma cofradía, la encarnada durante 30 años por Tomás Garrido Canabal.

El turbulento periodo que acumularía Neme Castillo al frente del gobierno estatal fue propicio para el crecimiento de López Obrador. El ya dirigente perredista estatal retomó los recorridos por pueblos y rancherías del estado. Se obstinó en sumar no solo a campesinos y vecinos de condición humilde, sino también a pequeños empresarios y a personajes ligados a medios de comunicación.

En ese mismo municipio comenzaría una estrategia de acercamiento con comunidades eclesiales, por conducto de Ulises Rodríguez, Óscar Rosado y Javier May, quienes junto con otros líderes laicos, como Francisco Rentería y Carlos Francisco Lastra González, influirían notablemente en las protestas de López Obrador con los conceptos de resistencia civil y movilizaciones pacíficas.

1991. SEGUNDA ESTACIÓN

Las elecciones intermedias de 1991 en Tabasco se desarrollaron en medio de un intenso clima de ebullición política y ofrecieron una oportunidad excelente para mostrar el músculo del nuevo partido, el PRD.

Un nuevo resultado adverso para el PRD y López Obrador en los comicios locales atrajo en esta ocasión una convulsión política opositora al PRI nunca vista en la historia del estado. Andrés Manuel convocó plantones y marchas, en el marco del por vez primera denominado movimiento de resistencia pacífica.

La tensión creció durante varias semanas. De acuerdo con amistades del dirigente, primero su madre, doña Manuelita, y después Rocío, la esposa, lo alertaron sobre el riesgo de una violencia desbordada:

“Andrés Manuel, no expongas a la gente… sácala, llévatela”, le habrían dicho ambas.

Años antes él declararía que a diferencia de Michoacán, en donde durante las tomas de alcaldías la población cerca con cordones el palacio municipal, sin incidente alguno, en Tabasco ocupar un palacio suponía incendiarlo y saquearlo.

El 11 de enero de 1992, López Obrador protagonizó una marcha a la Ciudad de México, por más de 750 kilómetros. El “Éxodo por la democracia”. Mientras el contingente avanzaba y se nutría a su paso, el secretario de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios, convocó a López Obrador a la Ciudad de México, donde acordaron la anulación de elecciones en varios municipios. Y lo ratificó como interlocutor en negociaciones con comunidades dañadas por Pemex.

Al llegar a la capital, López Obrador concentró a sus seguidores en el Zócalo capitalino, en medio de un proceso de negociaciones con el entonces regente de la ciudad, Manuel Camacho Solís; su secretario de Gobierno, Marcelo Ebrard, y el director de Gobierno, Joel Ortega.

Todo ello representó un tiro de gracia para el frágil gobierno de Neme Castillo, quien el 28 de ese mismo enero pidió licencia al cargo y fue sustituido por Manuel Gurría Ordóñez, que cubrió la segunda mitad del sexenio.

En mayo de 1992 terminó el periodo de López Obrador como presidente del PRD de Tabasco. Se dedicó a apoyar diversas campañas políticas en los estados como la de Heberto Castillo en Veracruz. Se distanció de la vida política estatal, en uno más de los “éxodos” personales que han sido documentados sobre su trayectoria.

Pero Andrés Manuel volvió a cobrar notoriedad en 1993 cuando empezó a estar a la vista la nueva sucesión gubernamental en su estado. El 6 de febrero de 1994 protestó como candidato del PRD a la gubernatura, por segunda ocasión. En el país se vivía el fin del gobierno de Carlos Salinas de Gortari y sería el “año horrible” del sistema político, lo que ya había incluido, el 24 de mayo anterior, el asesinato del cardenal de Guadalajara, Juan Jesús Posadas Ocampo. En marzo de ese 1994 el candidato del PRI a la Presidencia, Luis Donaldo Colosio, fue muerto a balazos en los suburbios de Tijuana. Y la lista de dramas apenas comenzaba.

En los comicios presidenciales del 21 de agosto de ese año resultó ganador el candidato oficial, Ernesto Zedillo, cuyo representante de prensa fue Carlos Salomón, un operador de origen tabasqueño que había trabado relación con López Obrador desde la adolescencia de ambos.

Andrés Manuel escribió en “Entre la historia y la esperanza”, que Salomón Cámara le transmitió una propuesta de Zedillo para ser candidato conjunto del PRI y el PRD a la gubernatura de Tabasco, pero que rechazó tal planteamiento “muy respetuosamente”.

Vinieron las elecciones de noviembre de 1994 en las que ganó Madrazo bajo muchos cuestionamientos. López Obrador alegó nuevamente fraude y comenzó movilizaciones. Hubo encuentros entre Andrés Manuel y Esteban Moctezuma, entonces secretario de Gobernación.

Moctezuma tuvo la instrucción de Zedillo para operar la caída de Madrazo, al que le ofreció separarse del cargo y asumir la Secretaría de Educación. En cierto momento, Madrazo aceptó dejar la gubernatura y se pactó incluso el nombre de un relevo. Pero en Villahermosa los exgobernadores Manuel Gurría y Mario Trujillo, apoyados por los empresarios Carlos Hank González y Carlos Cabal Peniche, promovieron una rebelión contra el centro, y todo se cayó.

Confirmado Madrazo en la gubernatura de Tabasco, López Obrador se embarcó en nuevas protestas, intervino en el bloqueo de más de 400 pozos petroleros. El diario “La Jornada” publicó una fotografía en la que Andrés Manuel luce con la camisa tinta en su sangre tras ser desalojados por la policía. En abril de 1995 López Obrador inició otra  marcha -un “éxodo” más- a la capital del país, llamada esta vez “Caravana por la democracia”. Pero no logró mucho más, ni siquiera porque presentó cajas con miles de documentos que eran prueba fehaciente de un desbordado gasto en la campaña de Madrazo. Las movilizaciones se extenderían hasta inicios de 1996, sin mayores resultados concretos.

Agotada la apuesta por Tabasco, López Obrador viró su mirada hacia el plano nacional, alentado por Cuauhtémoc Cárdenas. En abril de 1996 contendió por la dirigencia nacional del PRD contra Heberto Castillo y Amalia García. Logró triunfar y se desempeñó al frente de su partido entre agosto de ese año y abril de 1999. En ese lapso el partido del sol azteca logró varios triunfos electorales, como las gubernaturas de Zacatecas y Baja California Sur. Pero el más destacado de ellos fue el del propio Cárdenas Solórzano, en 1997, durante la primera elección para jefe de Gobierno capitalino.

Al término de la gestión de López Obrador, el proceso de relevo se vio manchado por imputaciones cruzadas de fraude entre los aspirantes a sucederlo. En medio de la crisis, que incluyó un creciente distanciamiento con Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel abandonó el Distrito Federal y emprendió un “éxodo” inverso, ahora hacia Tabasco, donde se registró como aspirante, por tercera vez, a la gubernatura en los comicios de noviembre del 2000.

Hasta allá fue a buscarlo Cárdenas Solórzano, convencido de que el PRD podía retener el gobierno de la capital del país con un abanderado como López Obrador, lo que por añadidura, podría traer muchos votos al propio hijo del general Cárdenas, que se postuló por tercera vez a la Presidencia de la República.

El 2 de julio del 2000, Andrés Manuel López Obrador ganó el gobierno de la ciudad en un apretado resultado que lo colocó apenas 1.1% arriba del panista Santiago Roel, impulsado por la ola de apoyo que permitió a Vicente Fox conquistar la Presidencia del país. Andrés Manuel había conquistado el segundo escenario de poder más importante en la nación.

Quedaba atrás la historia del modesto muchacho nacido en un caserío de un poblado ribereño, al que sus amigos apodaban “lombriz” por su delgadez. El joven que alguna vez fue acólito; el hijo de doña Manuelita y esposo de Rocío, las mujeres que lo sosegaban en sus arrebatos. Ese hijo de Macuspana se presentaba de cuerpo entero ante un país que se dejaba seducir por él. Y juntos se imaginaban qué pasaría si alguna vez ese hombre llegara a ser presidente de la República.

(Fragmentos de un libro del autor, de próxima aparición, bajo el sello Random House Mondadori).

Con información de La Silla Rota