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Constructoras y ciudadanos, sin acceso a atlas de riesgo

  • La Silla Rota
El Gobierno tiene en secreto para civiles, arquitectos y desarrolladores el atlas de riesgo sobre zonas más endebles para construcción

Doña Herlinda Salgado Serrano no pudo mover sus piernas. Fue como en las pesadillas cuando las extremidades se paralizan. Estaba en el baño en el momento que toda la casa se comenzó a mover de un lado a otro como si unas manos gigantes la agitaran. Cuando salió a su habitación vino el impacto más letal. Algo cimbró la casa. Un golpazo que nunca habían sentido ella y su hija. No se parecía a nada que hubieran experimentado años atrás. Parecía dios dándoles un manotazo.

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A la señora de 80 años se le subió el azúcar hasta los cielos, es diabética. El edificio ubicado a un lado se desplomó, aplastó una casa aledaña y todo el peso de los escombros derribó la pared de su vivienda.  "Jesús, María y José, tengan piedad y misericordia de nosotros", repetía la señora Herlinda y su hija. Se quedaron adentro juntas, inmóviles, pensaron que se trataba del último aliento.  La despedida.

Ambas reaccionaron cuando sus alrededores estallaban y no era sólo por el edificio que apenas iba a poner a la venta sus departamentos en la calle Bretaña. Salieron, aunque el andar de la octogenaria era lento.  Mientras escapaban, agradecía en sus adentros que su hermana muriera tres meses antes, pues no hubieran sido capaces de cargarla en condiciones graves de salud. Atrás dejaron su patrimonio hasta que llegaron a la calzada de Tlalpan. 

Esa tarde del 19 de septiembre, poco después del simulacro, la mayoría de las casas sintonizaban en las televisiones el dolor que aconteció en 1985. Los derrumbes que devolvieron la solidaridad, pero arrebataron vidas. Por eso salían de sus casas perplejos, tomados por sorpresa. Sin embargo esta vez en la colonia donde viven desde hace décadas, la Zacahuitzco, parecía una pequeña averno: explosiones, fuego por los aires, humo negro y un aroma incesante de gas. 

La pesadilla de hace 32 años despertó del subsuelo con epicentro en Puebla y Morelos, con 7.1 grados en la escala de richter, de acuerdo con el Sistema Sismológico Nacional. Doce días antes vino el primer aviso: el más grande en la historia de México con 8.2 en la escala de richter. Hasta el momento van 183 decesos (mujeres 122 y 61 hombres), de los cuales 28 son menores de edad, 69 por rescatar y 1 sin identificar. En Morelos 73, Guerrero 6, Puebla 45 y Estado de México 13.

Esta historia es la de ciudadanos que resurgieron de las cenizas y los escombros para demostrar los cimientos sólidos de la sociedad civil. Pero éste también es un capítulo negro de desaparecidos, sepultados por escombros, heridos, familias sin casa, separados de sus seres queridos, niños, jóvenes, ancianos... todo a causa de un gobierno que siguió autorizando construcciones como la de esta localidad. Que no se basó en un Atlas de Riesgo desde 1985 para prever los riesgos futuros. "Se tiene que exigir al gobierno que siga las normas", dicen habitantes de la Benito Juárez.

"El Atlas de Riesgo nos hubiera podido evitar el que se construyeran edificios tan pesados en las zonas no adecuadas. Se hubiera estudiado el subsuelo y el Plan de Desarrollo Urbano. Hubiera estado basado no solamente en normas por vialidad, polígonos de actuación (...) nos hubiera indicado en qué zonas se pudieran aplicar estas normas", explica en entrevista la arquitecta Maday Nieva Torres, quien acusa que el Plan General de Desarrollo Urbano no contempló este documento de prevención.

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De acuerdo con la gerente de APL Constructores, Paulina Escobar Soriana, "hay muchas constructoras que desafortunadamente no se apegan al reglamento de construcción actual y hacen muchas porquerías al construir, usan materiales de mala calidad, o incluso no ponen todos los materiales, una varilla ponen una dimensión más pequeña que lo que realmente el proyecto va a necesitar". También el equipo de la firma considera esencial la reevaluación o reestructuración de las normas de construcción.

Al cierre de edición comunicación social del Gobierno de la CDMX no respondió a la petición de entrevista aludiendo que resuelven otras prioridades en este momento.

Cuando al fin pudo salir, Doña Herlinda y su hija caminaron menos de una cuadra para ver el edificio de la calle Bretaña hecho pedazos. Todos huían temerosos de que en cualquier momento se desatara una réplica, por eso apuraron el paso.

El colapso de las líneas telefónicas volvía imposible la comunicación. Todos intentaban hablar, no había señal. Sólo mensajes trabados que se quedaban en espera. Buzones de voz. Línea muerta. No había certeza de que los seres queridos estuvieran con vida, mucho menos se sabía que otras colonias y los estados donde se originó el caos también vivieran los minutos más desesperantes.

Una mujer, de las pocas personas que se encontraban dentro del inmueble despedazado, alcanzó a salir antes de que una enorme llamarada se expandiera a lo alto y ancho. Todo en menos de cinco minutos. Con el derrumbe de la estructura, reconstruida hace tres años y con dos pisos agregados en dudosas condiciones, las redes de gas también colapsaron, de acuerdo con los vecinos consultados.

El gas desató varias explosiones y un centelleo visible a kilómetros de distancia. El pánico volvía a reinar. Instruidos por una persona de protección civil, los colonos corrieron hacia las calles aledañas, impulsados más por el miedo a morir que por su fuerza en las piernas. Fue como si el infierno hubiese escapado del subsuelo.  Sólo los gritos acompañaban el ruido del fuego al quemar el aire.

Con el paso de los minutos, las llamas y los movimientos telúricos se apaciguaron. Todavía en shock por lo que había presenciado, la señora Luz María Vázquez de 49 años, quien tiene su casa a media cuadra del edificio derrumbado, se acercó a los escombros como lo hicieron todos los vecinos de la colonia Zacahuitzco. La respuesta de solidaridad fue inmediata, cuenta la mujer oriunda de Monterrey, quien llegó hace siete años a vivir a la ciudad. "Mucho joven estaba ayudado", relata con asombro por la supuesta apatía de esta generación.

"Todos los mexicanos se unieron, todos los vecinos vinieron y dejaron comida, agua, traían comida para darles allá, suero, medicinas, venían de Coyoacán, de Milpa Alta, traían comida preparada para los albañiles y todos los que ayudaban", platica Arcelia Ana Valencia de 51 años, otra vecina ubicada como la persona que junto con médicos de la colonia, organizaron las primeras labores de acopio y remoción de escombros.

La destrucción ya era irreversible en varios puntos de la antigua colonia. Según el Gobierno de la CDMX, de los 5 mil 832 inmuebles revisados en la capital, 4 mil 860 requieren reparaciones menores, 729 mayores y 243 son inhabitables. El terremoto dejó grietas, fisuras y socavones, de igual manera presentes en otras delegaciones y estados aledaños. Esas son señales de que no se tomó en cuenta cómo estaba el subsuelo, apunta Nieva Torres, asesora del grupo parlamentario del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) en el Congreso local. "El gobierno debería cuestionar eso, Protección Civil debería calificar el diseño estructural. Nadie lo califica, sólo lo palomean", explica.

La experta señala que se hubieran prevenido muchos de estos daños tomándose en cuenta desde 1985 el Atlas de Peligros y Riesgos de la Ciudad de México, el cual debería mostrar indicadores de "peligro, exposición y vulnerabilidad" geológica. "No se cuenta con la información para decir qué si se puede construir y qué no.  Un ejemplo es la colonia Condesa, ha sido una zona que ha tenido una explotación inmobiliaria y se han construido muchos edificios, resulta característico que haya sido tan dañada", añade.

En la actualidad no existe la versión pública del Atlas en la CDMX, del cual es responsable de emitir la Secretaría de Protección Civil (SPC) de la administración de Miguel Ángel Mancera. Este sirve para identificar donde "tenemos una debilidad en su cimentación", según la especialista.

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La Silla Rota hizo una revisión en los documentos públicos de la dependencia: es inexistente. Incluso se les ha reservado a peticionarios vía la Ley de Transparencia. Un ejemplo es el expediente RR.SIP.1203/2014, cuya resolución fue en agosto del 2014. En ella señalan que "es evidente que la reserva de la información fue correcta", a pesar de ser un documento de interés público. Se alega que debido al software, hardware y programas que albergan tanta información es imposible otorgarla.

"Ese Atlas no ha aparecido, no es público. Los permisos de construcción no se dan bajo el Atlas de Riesgo", abona la arquitecta Nieva Torres, quien alerta que a diferencia de hace 32 años, ahora son más visibles los socavones y las grietas, un problema que obliga a evaluar el subsuelo citadino. Por el Atlas de Riesgo en la CDMX se erogaron 103 millones de pesos desde 2007 hasta la fecha, según la Asamblea Legislativa. Pero esos recursos públicos no sirvieron para prevenir este sismo. Y tampoco al jefe de gobierno se le ocurrió que era necesario para el nuevo Plan de Desarrollo Urbano.

El temblor y la explosión no sólo acabaron con la construcción situada entre las calles Irolo y Valdivia, de igual modo provocó que toda la estructura recién remozada, cayera sobre una casa que terminó en ruinas. Una jugada del destino evitó que la cifra de muertos fuese mayor. Los habitantes de esa vivienda habían salido a trabajar desde temprano y esquivaron la cita con la muerte. Una tercera vivienda, la de la señora Herlinda, aunque con daños parciales y una escalera destruida, libró la pulverización.

El patrimonio de doña Herlinda, fue víctima no sólo del sismo y las explosiones, sino de la corrupción de quienes propiciaron el cambio de uso de suelo en una colonia vieja para dar paso a la explotación inmobiliaria. La señora de cabello rubio y ojos azulados sabe que hay varios culpables, no puede señalarlos porque no los conoce, pero exigirá reparación de daños sin importar quien resulte responsable. Por ahora sólo agradece estar con vida para contarlo.  

El condominio acaecido de esta colonia, no sólo pudiera ser consecuencia de una constructora irresponsable que usó materiales incorrectos, a decir de la ingeniera Paulina Escobar Soriana, se trata de un problema multifactorial donde aunado a las deficiente edificación, converge la sobrepoblación que experimenta la CDMX y la elección de zonas de riesgo ante sismos como lo es la Roma, la Condesa, la Del Valle y otras zonas dañadas el 19 de septiembre pasado.

A decir de la especialista que funge como gerente de obra en la firma APL Constructores, durante las revisiones que han realizado desde el pasado martes, construcciones en apariencia viejas no presentaron daños estructurales, sólo de grietas y desprendimiento de fachadas. Por el contrario, edificios nuevos como el de Bretaña son lo que resultaron más afectados.

"Aquí hay algo muy importante, México no estaba preparado para recibir un sismo en el epicentro donde lo recibió, no han cuestionado sobre si el 85 sirvió como experiencia para construir bien. Después del 85 cambió el reglamento de construcción pero las circunstancias de los sismos nunca se habían presentado en los epicentros donde se presentó entonces no estábamos preparados para eso", indica la especialista, cuya empresa se ha dedicado a realizar revisiones gratuitas en construcciones dañadas.

Luego de varios días de trabajo y pláticas con colegas, consideran que se debería reevaluar o reestructurar el reglamento de construcción de la ciudad, "sobretodo que el gobierno nos exija a los constructores apegarnos a esta reglamentación, que deje de existir tanta corrupción para que se construya a la deriva (...) es un tema que involucra a muchas personas, porque también un mal constructor lo hace porque sabe que nadie le va a decir que no lo haga, porque no tiene una supervisión exhaustiva de un gobierno", añade Escobar Soriana. 

Por otro lado, a pesar de las normas de construcción las direcciones de obras de las delegaciones han otorgado permisos sin verificar la viabilidad, de acuerdo con un perito en materia inmobiliaria de la Procuraduría local, cuyo nombre solicitó que se mantuviera en anonimato. "En Benito Juárez, Cuauhtémoc y Cuajimalpa se han dado permisos con mucha facilidad rebasando ciertos límites de densidad de población (...) Todas esas construcciones que han estado floreciendo de una manera brutal están colapsando la ciudad en todos los sentidos, y si eso le añadimos que la ciudad está en una posición muy arriesgada en caso de temblor. Hace falta una supervisión en los edificios que son viejos, se les ha dejado, el gobierno no se ha hecho responsable de verificar que los edificios viejos que tienen un problema estructural sean demolidos o se plantee la desocupación", abunda.

En la situación de los trámites otorgados con facilidad para llevar a cabo construcciones coincide la arquitecta Nieva Torres, pues dice que no se está ocupando el Atlas de Riesgo. "Nadie verifica que esos estudios estén bien hechos, no se han tocado las mecánicas de suelo. No hay una revisión alrededor de los predios. Tú solamente estás obligado a tomar fotos, levantar fotos para los inmuebles colindantes". Es decir, existen construcciones que aunque no son colindantes pueden ocasionar daños.

En la Zacahuitzco como otras colonias capitalinas hubo daños visibles y otros que tendrán que ser evaluados en los próximos días. En este polígono también se ha reservado la información a ciudadanos sobre el Atlas, de acuerdo con el expediente RR.SIP.1458/2014, interpuesto a la delegación Benito Juárez, al cual tuvo acceso LSR.

En la zona acordonada caminaba la tarde del 22 de septiembre la arquitecta Susana Castillo, quien es vecina de la zona. A los que se amontonaban con ella para charlar les decía que en 1985 era estudiante y brigadista. Ahora pasados los años en su carrera platicaba: "Los directores de obra no llegan a revisar. Sólo dicen: ´está bien, está bien´, y se van. Les gusta estar en la socialité".

Desde su trinchera en la Benito Juárez, la señora Luz María, Arcelia y Lourdes junto con otros vecinos, organizaron un centro de acopio. Prepararon comida para todos los voluntarios que llegaron a remover escombros y estuvieron atentos a cualquier movimiento con la esperanza de que las personas atrapadas salieran con vida.

Los ciudadanos acudieron por cuenta propia a ayudar con la misma solidaridad que en la Roma, la Condesa, la Doctores, la Del Valle, Lindavista, Portales y todos esos sitios donde reinaba la desgracia. Eran la réplica de todos los mexicanos que, sin que nadie los movilizara, se unieron para salir avante de entre el caos. Aquellos que dejaron sus trabajos para tenderle la mano al que estaba en apuros, sin importar si lo conocían o no.

Desde los primeros minutos posteriores al sismo, los ciudadanos eran una calca del otro. Ya fuera en las calles o el transporte público, aquellos que portaban chalecos fosforescentes, cascos, palas, picos y botes se multiplicaban. Contrario a la hostilidad del día a día, todos eran parte de la solución y no del embrollo. 

Hombro a hombro, hermanados con el de a lado, nadie dudo en ofrecer un techo a quienes lo perdieron todo en minutos.  Los días siguientes al temblor, hubo quienes durmieron lo mínimo para mantenerse en los centros de acopio. Ahí llegaron decenas de personas con pan, tamales, arroz con leche, atole, café, chilaquiles y todo tipo de alimentos para los voluntarios. Otros cientos, sin esperar nada a cambio, brindaron tiempo, fuerza y sudor para ayudar en lo que fuera posible.

Pero el proceso más complejo viene ahora. El pasado 22 de septiembre el jefe de Gobierno fue entrevistado por Jorge Fernández Menéndez sobre la gente que se ha quedado sin hogar. Mancera señaló que se echarían a andar programas de gobierno para apoyar a todas estas personas, mismo que sería contemplado en el Plan de Desarrollo Urbano, esto con el fin de que no suceda el olvido de varios como en 1985. Sin techo.

Sin embargo, pareciera un bomberazo del mandatario capitalino, pues en noviembre del año pasado el jefe de gobierno envió la iniciativa del Programa General de Desarrollo Urbano a la Asamblea Legislativa, cuyos objetivos son "generar habitabilidad, equidad, inclusión social, sustentabilidad, urbano-ambiental, prosperidad urbana, gobernanza y participación ciudadana".

De acuerdo con el portal, "es un instrumento para orientar el desarrollo urbano y el ordenamiento territorial de la Ciudad de México, que determina la política, la estrategia y las acciones del desarrollo urbano, así como las bases para expedir los Programas de los subsecuentes ámbitos de aplicación".

Para la arquitecta Nieva Torres, asesora de la diputada morenista Citlalli Hernández Mora, "en ningún renglón del documento se dice sobre el Atlas de riesgo, ni tampoco el estudio de geotecnia alrededor para saber si ese subsuelo o ese suelo se considera apto para una explotación inmobiliaria. Este Plan de Desarrollo nos deja nuevamente vulnerables a esta explotación sin tomar en cuenta ningún riesgo para el subsuelo en la Ciudad".

LSR no encontró en los documentos del Plan General de Desarrollo Urbano el apartado de la prevención de riesgos basado en el Atlas, ya solicitado por ciudadanos y la diputada citadina, Ana María Rodríguez, quien pidió en octubre del año pasado que ante el alegato de Protección Civil se hiciera una versión pública accesible para los citadinos.

La legisladora demandó que había "la necesidad de conocer un estudio único actualizado, para impulsar medidas que permitan reubicar a las familias o rehabilitar sus hogares, al comentar que la mayoría de las familias viven con riesgo de derrumbe por el nivel de grietas". En aquel momento instó a Protección Civil, la Secretaría de Obras y el Sistema de Aguas a informar cuántas viviendas están diagnosticadas con riesgos geológicos e hidrometereológicos; el padrón de esas viviendas y su nivel de riesgo; evaluaciones de posibles daños en estabilidad de terrenos y del subsuelo implicadas en megaconstrucciones y rascacielos. En caso de no contar con la información actualizada, apuntó, pidió el plazo para tener "integrada la información".

De acuerdo con los mapas geológicos de la SPC, las zonas más vulnerables son Cuauhtémoc, Gustavo A. Madero, Venustiano Carranza, Iztacalco, Iztapalapa, Tláhuac y Xochimilco. El equipo de la firma de ingenieros ha sido solicitado de manera frecuente en Tláhuac, Iztapalapa y Xochimilco. "Todas estas zonas que están descentralizadas de la ciudad, el gobierno no le está dando prioridad. Hemos ido a atender esas zonas y nunca nadie pensó que pudieran estar afectadas".

Cuando el Ejército tomó el control de la zona, sacaron a los voluntarios, acordonaron la calle y la información dejó de fluir. Eran momentos de suma tensión. Gracias al testimonio de la única persona que alcanzó a salir antes del derrumbe, los vecinos supieron que eran cuatro o cinco personas las que estaban dentro del edificio. Algunos eran personal de limpieza, seguridad y vendedores de departamentos.

La noche del jueves 21, arribó una veintena de rescatistas japoneses acompañados con perros de búsqueda. La esperanza de observar salir a alguien con vida de entre los escombros volvió a surgir, pero la tensión se mantenía. Sin importar que eran varias personas dentro, sólo se sabía que una chica identificada como "Judith" estaba con vida y que se comunicó por celular esa misma tarde con familiares. 

De acuerdo con los vecinos, el grupo de expertos nipones pudo sacar a tres personas con vida y un cadáver; ninguno era "Judith". Al filo de las 2 de la mañana, en medio de las labores de rescate, los japoneses alzaron el puño para pedir silencio absoluto. "Cuando localizaban se me ponía la piel chinita", dice Arcelia sobre el silencio solemne que imperaba en la calle mientras los rescatistas trabajaban. A pesar del esfuerzo invertido y el equipo de última tecnología para detectar temperatura de los sobrevivientes, aproximadamente a las 2:00 de la mañana un vehículo de los peritos forenses salió de la calle con el cuerpo de "Judith". Su madre, inconsolable, recibía atención psicológica mientras su hija era trasladada a la morgue. 

Desde el temblor hasta que sacaron a la última víctima, ninguna autoridad local se paró por la zona como afirman los testimonios. No acudió el delegado de Benito Juárez, Christian Von Roerich, tampoco se aparecieron los diputados de distrito, ni mucho menos el jefe de gobierno Miguel Ángel Mancera. La tarde del viernes 22 de septiembre, cuando ya no había nada por hacer, un grupo de 10 personas con chalecos negros de la CDMX llegaron, tomaron fotos de las ruinas, bebieron la nieve de limón que regalaban los vecinos y se fueron.

Sea por esta colonia o cualquier otra capitalina, lo mismo que en Oaxaca, Puebla, Morelos, Chiapas y el Estado de México, el terror está presente en los sentidos de los ciudadanos. "Esto es como una pesadilla", dicen. Es un otoño negro en el que se respira tristeza en el aire, hojarascas entre escombros, rostros desencajados, ojos atemorizados, labios secos, manos sosteniendo rosarios y silencios prolongados. En todos lados hay héroes anónimos rescatando con pala y olfato perruno entre las estructuras derrumbadas. Pero no sólo se hallarán a sobrevivientes, acaecidos o mascotas, sino también esos cimientos levantados con los planos de la corrupción y autorizados por las administraciones de gobierno desde 1985.