• Sociedad

La Perla, el barrio bajo que renació con "Despacito"

  • La Silla Rota
Fuimos a conocer esta barriada "peligrosa" puertoriqueña que Luis Fonsi y la Miss Universo 2006 hicieron famosa en el video

SAN JUAN.- Zuleyka Rivera, Miss Universo 2006, camina en shorts de mezclilla -ajustados y breves- sobre un pedazo de concreto que alguna vez fue quizás una banqueta. De un lado, las olas del mar rompen fuerte con un coraje de media tarde y, del otro, se apilan sin orden alguno fragmentos de ladrillos, basura, cemento y tierra que son el patio delantero de algunas casuchas mirando hacia el Caribe.

Es el barrio de La Perla, en San Juan, Puerto Rico, considerado hasta hace unos años uno de los más peligrosos del país por su tasa de homicidios (19 muertos por cada 100 mil habitantes) y el tráfico de drogas. En estas cuadras, ni el carrito de Google Maps quiso entrar para hacer registro del street view.

"Sabes que ya tengo un rato mirándote, tengo que bailar contigo hoy", canta el puertoriqueño Luis Fonsi en el video "Despacito", mientras Zuleyka recorre el área encontrándose con niños y observando las paredes con graffiti, rotas, y las casas abandonadas que -como un niño chimuelo- sonríen a pesar de no tener ventanas, paredes, puertas.

"This is not Kansas anymore, do you know where are you going?" ("Esto ya no es Kansas, ¿sabes a dónde vas?") me dice un hombre con el que me atravieso antes de traspasar un pequeño túnel que lleva hasta el barrio de La Perla, haciendo alusión al Mago de Oz cuando Doroty sale de esa ciudad norteamericana.

El señor delgado de músculos débiles, pero bien marcados bajo la piel morena sin camisa sonríe después de soltar su advertencia. Le digo que sí, en español, disimulando mi estado alerta. "Sí amigo, voy a ¡La Perla!", y con la mano le digo adiós.

Al barrio lo había visto desde arriba, desde la calle Norzagaray donde se puede ver el mar en el área del Viejo San Juan. La Perla es una zona que quedó atrapada entre un fuerte, un castillo, y un viejo cementerio  en la playa. Está justo debajo de la loma donde las calles y bares  turísticos bullen, escondida en los pies del mar.

Aquí a nivel del agua se construyeron desde finales del siglo XIX casitas irregulares donde se instalaron los trabajadores que no tenían espacio en la zona colonial. El área era inicialmente un matadero, y hogar de esclavos y sirvientes. Después se pobló de personas sin casa que fueron ampliando el barrio construyendo sus viviendas a como las rocas y el terreno empinado lo permitía.

"Procura no pasar por La Perla, que se encuentra entre el fuerte San Felipe del Morroy el Castillo de San Cristóbal", leí en una de las guías de turismo. "Ahí no debería ir señorita, menos si va sola", coincidió el taxista que me llevó del Aeropuerto Luis Muñoz Marín al hotel en el centro de San Juan.

Ninguna advertencia importó. Los diarios locales han informado de varios programas vigentes para rescatar el barrio que antes contaba con unas mil familias de las cuales sólo quedan una cuarta parte. Los demás migraron, los mataron o están en la cárcel.

Programas como La Perla Pinta su Futuro, de la Universidad de Puerto Rico, busca "restaurar, embellecer y enaltecer la comunidad de La Perla que por largos años se ha mantenido marginada por la sociedad puertorriqueña", cita en su página web. Y su hashtag es #BajaPaqueVeas.

Y lo hice, bajé.

Doña Carmen, ícono del barrio

Solo existen tres puntos de acceso a La Perla: uno por el Cementerio Santa María Magdalena, un camposanto espectacular frente al mar, como muy pocos he visto en mi vida, y por el que una rampa lleva hasta ahí. El otro es del lado este y uno más del lardo norte, por un pequeño pasillo escondido en una pared. Elijo el de en medio, el que es una rampa por la que se pasa abajo de un puente que me hizo sentir en un túnel por el que se pasaría del otro lado sin opción a regresar cobardemente.

Apenas a unos metros de ingresar a las callecitas con casitas rojas, azules, rosas, amarillo, encontré una casita verde chillante en cuyas paredes exteriores tiene unos carteles puestos improvisadamente: "Silver 80 centavos", y la imagen de la lata de la nueva cerveza que se promociona en Puerto Rico.

"¿Qué te ofrezco?", dice tras de la barra la señora Carmen Vázquez en su minúsculo bar/abarrotes donde cabrían hasta unas diez personas sin estar apretadas.

En una pared se apilan cartones de cerveza Silver y Medalla, ambas puertoriquenses, y encima de ellas dos gatos duermen la siesta. Son pasadas las 12 de mediodía y el calor empieza asfixiar para quienes no estamos acostumbrados al clima. "La Perla ya no es lo que se dice, aquí hay gente buena, aquí ya nadie se mete con nadie", dice en su marcado acento caribeño esta señora que tiene más de tres décadas con su negocio. Y algo tiene de razón: antes de 2011 pasó de tener asesinatos cada año, a no registrar ninguno desde hace seis años.

Aunque reconoce que ella cierra a las 3 de la tarde, porque "hay negocios en la noche que a mí no me interesan", aunque no quiere ahondar en esos negocios. Media hora antes platiqué con un trompetista solitario que en la zona turística entonaba "Des-pa-cito, vamo'a hacerlo en una playa en Puerto Rico" quien me dijo que por el día no había problema en las calles de esta área, pero por la tarde debía saber que "empiezan a ofrecer la droga". Según el departamento Antidrogas de Estados Unidos el negocio de la heroína en el barrio alcanzaba  los 11 millones de dólares anuales hace cinco años.

Otro comercio aparte de barras -bares nocturnos- no hay, me confirma Carmen. Solo un restaurante llamado La Garita Perla, casi en la cima y extremo de la barriada, ofrece ceviches y pescados.

Carmen vive en el Viejo San Juan, realmente a unos metros de ahí pero en la zona turística, aunque después del éxito de la canción de Luis Fonsi cada vez se han acercado más viajeros a la zona donde esta su barra. "Los turistas vienen y pasan aquí un rato, y luego cuando se van se van complacidos. Yo tengo gente que ha llorado cuando se va, y hay artistas, mire", dice mientras señala en la pared un póster de la película Ché, en la que el actor y productor Benicio del Toro fue el protagonista. "Para Carmen Inés, con cariño y respeto venceremos", se lee con la rúbrica de Del Toro.

"Benicio vino hace dos semanas, yo ya me había ido pero me dejó este poster, él lo mandó enmarcar, el es de aquí de Puerto Rico, y yo lo conozco desde chico", añade con un dejo de orgullo.

Luego señala en la pared opuesta un cuadro con un poema  del poeta local Carlos Quiles. "Presta para superar una imagen negativa, se sostiene fuerte y viva hilvanando el verbo amar... La Perla es un lugar sagrado hecho solidaridad".

"Aquí nos divertimos como queremos"

Caminar por aquí es serpentear entre calles pavimentadas angostas, callejones con un final incierto entre nomenclaturas no muy claras que no dejan saber hacia dónde se va. Pero el mar, siempre referente, es un señalamiento fácil para volver a ubicarse después de perderse entre las paredes llenas de murales, y las coloridas fachadas de las viviendas desde las que, con este sol, sólo se asoma uno que otro poblador con cerveza en mano y ropa muy ligera.

Frente al mar, teniendo como marco algunas casas abandonadas pero recién pintadas, muros de otras que ya no tienen ni siquiera techo, y unas gallinas que pareciera salen a asolearse, me encuentro con una alberca improvisada en lo que fuera una pequeña y también también inventada pista de skate.  Un hueco de cemento colorido, con todo tipo de figuras dentro y fuera fue rellenado con el agua que proviene de la bomba para casos de incendio. Un puñado de niños y adolescentes se entretienen lanzándose desde la orilla de  una pared de una casa sin techo que utilizan como trampolín. "Nos divertimos como queremos", suelta un hombre de unos 50 años en short y con el torso desnudo, para después caminar hacia la "piscina" bailando y cantando "Des-pa-cito".

"Esto ni en la Quebrada de Acapulco, ¿no?", remata mientras ve volar a un boricua de espalda tostada que se lanza del trampolin improvisado.

Algunos toman cerveza, otros sólo nadan en círculo en la reducida alberca, pero coincido en que sí, se divierten como quieren.

A unos pasos de ahí, pasando un par de callejones en subida, una pequeña explanada recibe a quien ha llegado. "Libros Libres" se lee en unas letras blancas sobre la pared amarilla, y debajo de la leyenda un abandera de Puerto Rico. La explanada está cubierta por un techo de lámina que guarece un librero rojo con unos 200 libros de todos los temas: arte, ficción, ciencia, además de tres bancas. Se trata de un programa liderado por una organización civil que busca llenar el vacío que deja la falta de librerías públicas en la ciudad. "Sector guaypabo ven deja y llévate,en el viejo San Juan entrando por el cementerio estamos recibiendo libros área tranquila hay banquitos para sentarse es seguro área de paz frente al mar visítanos",  anunció en Facebook S Adorno González, uno de los promotores de este programa en el barrio. Y así llegaron a esta cantidad, que se ha mantenido a pesar de no tener vigilancia alguna. "La regla es tomar un libro y dejar otro", explica una de las organizadoras.

Trabajo comunitario

La Junta Comunitaria de la barriada La Perla está conformada por vecinos que representan a los pobladores para buscar mejoras al barrio. Sus antecedentes datan de 2007 cuando varias organizaciones se acercaron para formar la primera junta de vecinos con el fin de combatir el deterioro de la comunidad y enfrentar algún proyecto externo que amenace con desplazarlos. Desde entonces algunos abogados y defensores de derechos humanos se unieron a la idea.

Pero fue 10 años después, en enero de este año, cuando al fin la Junta anunció "La Perlapinta su futuro", un proyecto integral para no solo maquillar la barriada con colores vivos y firmes, sino apoyar programas de autogestión y sustentabilidad, como el logrado un año atrás, con la apertura de la primera panadería en la zona. 

Fue en marzo de 2016 cuando Abraham Martínez, junto con otros dos socios elegidos por La Junta, abrió la primera panadería comunitaria con financiamiento del gobierno de 47 mil dólares, y entonces la Perla empezó a oler a hojaldre recién horneado.El 10% de las ventas se destina a la mejora del barrio.

Actualmente no hay más comercio en las calles, salvo las tiendas de cerveza, pero los vecinos esperan que el modelo de la panadería se replique.

Los murales que llaman a la paz, al sentido de arraigo y al futuro están presentes en cada calle desde enero de este año que arrancó La Perla Pinta su Futuro.

La Junta Comunitaria anunció el pasado 5 de julio la culminación de los trabajos de revitalización de la comunidad que incluyeron el remozamiento de 375 fachadas . "Deseamos abrir las puertas de nuestra comunidad para que el pueblo de Puerto Rico y visitantes conozcan la nueva cara de La Perla, un reflejo de la determinación y espíritu de superación de sus residentes", explicó al diario Metro Yashira Gómez, presidenta de la Junta.

La iniciativa involucró a la sociedad civil, pero también a las fundaciones con vocación social de empresas que apoyaron con materiales y recurso humano. El artista plástico Pablo Marcano, encargado del concepto artístico, aseguró que "los callejones han cobrado nueva vida, y se refleja en el ánimo de la gente", gente que entona a diario por sus calles "Des-pa-cito, quiero desnudarte a besos despacito", como si de pronto volviera a aparecer Zuleyka Rivera por sus recovecos bailando y posando para la cámara que hizo al barrio famoso.

[relativa1]