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'Catedral de la Muerte': santuario de Malverde y la 'Niña Blanca'

  • La Silla Rota
Aquí han llegado políticos, doctores, comerciantes, para pedir salud, trabajo, una cura, bienestar o quitar un amarre.

Axel Chávez

HIDALGO (La Silla Rota).- Una luz tenue ilumina la efigie de Jesús Malverde, patrono de los pobres y los necesitados, objeto de culto en el narcotráfico de cuna sinaloense, como Joaquín Guzmán. Supuesto artífice de curas, limpias y amarres, este personaje es tan sólo uno de los tantos que alberga la controvertida Catedral de la Muerte en Pachuca.

Por el pasillo donde se encuentra el altar a Jesús Juárez Mazo, nombre real de este “santo”, que la iglesia Católica no reconoce, se ubican dos esculturas de dos metros de altura, de la Santa Muerte  –o Niña blanca, como también se le conoce–  una lo escoltan en la oscuridad eterna, sobre estos cuartos en los que la luz nunca se posa.

Latas de cerveza y licor, rosas marchitas, hojas negras con vestigios de color rojo-sangre que caen del racimo al que pertenecieron, completan el retablo donde Malverde, con la virgen de Guadalupe y San Judas Tadeo al fondo, casi imperceptibles, “se erige como deidad misericorde”, según asegura el brujo segundo, Guillermo Pelcastre González, hijo del fundador de esta catedral.

“Es el santo patrón de los narcotraficantes, pero nosotros lo ocupamos más para que te rinda el dinero, para protección. Todo el dinero del narco, (Malverde) lo ocupaba para ayudar a gente pobre, a los necesitados. Nosotros, entonces, lo ocupamos para abrir caminos a la abundancia”, expuso el chamán, segundo en la estructura jerárquica de este santuario. 

Aquí han llegado políticos, doctores, comerciantes, de todos los ámbitos, dice, para pedir salud, trabajo, una cura, bienestar o quitar un amarre o embrujo. Al santo de los narcos, acota, no sabe si algún capo le reza, porque jamás se pregunta el oficio de los devotos.

Señala que para revertir embrujos como “salación” o accidentes a los que, por la magia negra, se está expuesto, se hacen limpias espirituales: es un ritual con agua de flores de panteón, lociones, manzanas y, si el agravio es mayor, con cabezas de puerco, que después se ofrendan a los santos con los que curan. Sangre de toro y licores como tequila o mezcal, cuando se utilizan en este prolegómeno, también se le dedican a la muerte. 

La fruta e insumos no perecederos que ofrendan aquí, se obsequian, después, en los barrios altos de Pachuca, a donde acuden cada semana.

“Lo hacemos porque son la gente que más lo necesita. Puede ser que no crean en la santa muerte, pero nosotros lo regalamos porque son los que más lo necesitan”, insiste el brujo.

A la entrada a este recinto, marcado con el número 333, la mitad de “la bestia” que refiere el Apocalipsis, una pintura de la muerte con guadaña, y bajo ella bultos de yeso y cemento donado para continuar con la edificación de este templo, en la colonia Nueva Hidalgo, a metros del panteón municipal, de donde se obtiene el agua de ritual.

En el altar principal, una figura de la niña, de cinco metros, aproximadamente, que en el centro, en lo que sería su pecho, tiene dentro otra escultura de Jesucristo. Hay un olor a incienso y ajadas flores que perecen en ramos secos.

“Si la salvas, te ponemos un santuario”

La catedral, que inició como un santuario, la construyó una familia que pidió intervención de la muerte para salvar a uno de sus integrantes:

“Teníamos problemas con una de mis hermanas e hicimos la promesa de que, si nos la salvaba, haríamos un santuario. Salimos de ese problema y pusimos un local de cuatro por cuatro, pero poco a poco hemos ido creciendo. Por cada aportación que hacen las personas, nosotros ponemos otro peso”.

A la entrada hay un busto de Blue Demon, el luchador mexicano con 42 años de trayectoria sobre el cuadrilátero, a quien no se venera, pero del que se reconoce su donativo para erigir este centro de culto. El hijo de la leyenda del pancracio, destaca, acudió a la inauguración.

Entre 400 y 500 personas visitan diariamente este lugar. Los martes y domingo, que hacen rituales y misas –que oficia un sacerdote católico–, llegan mil personas: “casi de toda la República tenemos creyentes, pueden venir desde Tijuana o Chiapas”, destaca el brujo segundo.

“Hay mucha gente que cree que por pedirle algo a la santa muerte su cobro va a ser llevarse un familiar suyo. Como hay gente que no la conoce puede decir eso, pero, en sí, les haces siempre la promesa que tú puedes cumplirle”.

A la niña blanca le llevan puros, hay restos de cabello en el suelo, junto a las veladoras; le han llevado ropa de recién nacido, para que curen un mal.

Las ofrendas, entre el cúmulo de esculturas que convergen en este recinto, otrora nave de la Conasupo (la Diconsa en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari), incluyen rosas, manzanas y mezcal, bebida que más le dedican.

“Hay quienes dicen: ‘yo te pongo todo lo que falta o un millón de pesos para terminar la construcción’, pero nosotros no podemos aceptar ese tipo de donaciones porque estamos en Hacienda y tenemos que registrar de dónde vienen los recursos.

“Hay gente que ha llegado y dice: ‘yo le pongo la cara de oro’, ‘yo le pongo la corona’, pero no lo podemos aceptar porque, aparte de Hacienda, luego quieren sentirse dueños de aquí y se creen con derecho de hacer algo”, replica.

Lo que aceptaron, reconoce Pelcastre, fue una corona de oro “porque al creyente lo conocíamos desde hace tiempo”, la cual, sin embargo, no se exhibe en las sienes de las efigies.

Además de culto dominical, en este predio se hacen “limpias espirituales y rituales para abrir caminos”; entonces, “no sólo ocupamos un santo: tenemos a Cristo, el ángel negro, a la virgen de Guadalupe, a san Chárbel, la santería cubana y a la santísima muerte”.

El santoral de esta catedral, además, lo integran 12 deidades que son objeto de veneración.

El Cristo negro, Jesús Malverde y Eleggua, que sincretiza con el santo niño de atocha o con san Antonio de Padua, también son parte del canon. Entre ellos, asegura el chamán, no hay contraposición.

“Hay mucha gente que a veces llega trabajada con cosas negras, les hicieron brujería, entonces no podemos curarlos con Cristo o la virgen de Guadalupe, tiene que ser con material negro, por eso tenemos al ángel negro o la santería cubana”.

El último aposento, entre paredes grises, piso sin pavimento, corresponde al que aquí llaman “el patrón”: el demonio, con cuernos, rostro de toro y alas, negras como todo su cuerpo. Tiene una veladora encendida y rezos acumulados de sus devotos.  

Para ser obispo, comenta Pelcastre González, “se requieren más de 20 años, con la “niña” de fondo, en un recinto en el segundo nivel, junto a otro de santería cubana y uno más en el que, como sacrificio, hay animales disecados.

Cada 2 de noviembre, en el aniversario de este santuario, la feligresía realiza una procesión, con la efigie de la muerte, entronizada, frente al convoy, que con rezos y cánticos aletarga el camino hasta el centro histórico de Pachuca, para culminar con un ritual en el Reloj Monumental.

En la “Catedral de la muerte”, la cera se derrite: el fuego escurre sobre las paredes del vaso y la mecha se acorta mientras la llama tenue ilumina, como un destello entre penumbra, la imagen de niña blanca. Malverde y el Cristo negro tienen su propia llama, en veladoras encendidas que resguardan, también, clamor y rezos.  

Con información de La Silla Rota http://lasillarota.com/cabezas-de-cerdo-y-sangre-de-toro-en-la-catedral-de-la-muerte#.WJoJ7jvhCM8