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La era del vacío inspiró coreografía presentada en la FILU
La Compañía Ángulo Alterno presentó, en el cierre de actividades del segundo día de la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU) 2015, la coreografía Dispositivos individualizados: Danza posmoderna inspirada en La era del vacío, de Gilles Lipovetsky, bajo la dirección de Alonso Alarcón, beneficiario del Programa Creadores Escénicos 2014-2015 del Fonca.
En el Foro “Sergio Galindo” del Complejo Deportivo Omega, el público esperó pacientemente que el sociólogo francés Gilles Lipovetsky terminara de autografiar libros; luego, acompañado de la coordinadora general de la FILU, Magali Velasco, tomó asiento en la primera fila y la coreografía inició.
Primero entraron dos hombres con pantalones ajustados, de colores vivos, camisas de vestir bajo camisetas con serigrafía; dos mujeres con el pelo esponjado, también vestidas con colores vivos, morado, rosa, anaranjado. Ellos y ellas, con calzado deportivo de reconocidas marcas, todos vestidos casi de la misma manera, pero cada uno con algo que lo hacía distinto; es decir, con sus dispositivos individualizados.
Los cuatro bailarines iniciaron parados en el escenario, de frente al público al que observaban con miradas desafiantes; con los movimientos mecánicos, repetitivos, cada uno haciendo algo singular, pero siempre parecido a los demás. En esta coreografía, creada especialmente para la presente edición de la FILU, los bailarines no se tocan, se esquivan unos a otros, evitan cruzar sus miradas; son siempre ellos buscando su propio espacio.
Las ideas y reflexiones de Gilles Lipovetsky sobre el arte y los productos de consumo eran evidentes en la ropa de marca, la camiseta alusiva a Star Wars que vestía uno de los bailarines; también se veía en la nula interacción de los individuos sobre el escenario, donde cada uno miraba un punto distinto del horizonte, desplazándose con seguridad pero al mismo tiempo con desconfianza ante el otro.
Casi a la mitad de la coreografía, las dos mujeres se quedaron solas frente al escenario, a veces con movimientos sincronizados, a veces interactuando; en un momento una de ellas era una bestia, como un perro que la otra dirigía en un paseo. Movimientos marcados y lentos, que recordaban portadas de revistas de moda.
La música aludía a ruidos de máquinas, computadoras. Después, uno de los bailarines se quitó los zapatos deportivos de reconocida marca, se hincó sobre ellos para orar, luego se sentó sobre ellos adoptando la posición de flor de loto para meditar.
Luego de aproximadamente 40 minutos, la coreografía finalizó de manera abrupta cuando los cuatro bailarines estuvieron abajo del escenario y la música dejó de escucharse. El público, que había disminuido en cantidad pero no en disposición para disfrutar el espectáculo, aplaudió emotivamente.